AGRICULTURA-ARGENTINA: Gobierno optimista, productores indignados

El gobierno de Argentina pronosticó este mes que las cosechas de 2001 no tendrán precedentes y que las de 2002 serán aun mayores, pese a la crisis financiera del sector agropecuario por la caída de precios y el aumento de los subsidios en Estados Unidos, Japón y la Unión Europea.

Lejos de ratificar el vaticinio oficial, los productores rurales que obtendrían este éxito reaccionaron con indignación, por considerar que la proyección de la Subsecretaría de Producción y Alimentos, dependiente del Ministerio de Economía, está alejada de la realidad.

«Es una proyección imposible que generó mucho malestar entre los productores», dijo a IPS el consultor agropecuario Alejandro Ramírez.

El subsecretario Gustavo Oliverio había pronosticado para este año una cosecha de granos de alrededor de 68 millones de toneladas de granos para este año y otra de 72 millones para 2001.

Los cálculos de Ramírez indican que entre maíz, trigo, girasol y soja —principales cultivos de este país— la cosecha podría ubicarse apenas por encima de los 59 millones de toneladas este año, es decir, unos nueve millones de toneladas menos que lo previsto por el gobierno.

Así mismo, el consultor destacó que los subsidios de los países industrializados a la producción y las exportaciones agrícolas aumentaron en los últimos años. «Estados Unidos destinó 18.000 millones de dólares en 1998 y tiene previsto desembolsar 36.000 millones este año», alertó.

Esta subvención se pone de manifiesto cuando, por ejemplo, la soja, que en el mercado se cotiza a 140 dólares la tonelada, tiene en Estados Unidos un «precio sostén» de 193. «Es un círculo vicioso, porque al garantizarse mejor precio crece la superficie sembrada», remarcó.

No obstante, los subsidios son solo una parte del problema. Y los productores tampoco creen que el inconveniente radique en que las cifras de la cosecha sean ciertas o infladas, porque aún con cosechas en aumento, la crisis se profundiza en ciertos sectores de medianos y pequeños productores.

«Estos pronósticos generan confusión porque los productores pedimos audiencia desde hace más de un mes con el presidente o con el ministro de Economía para presentarles un panorama de la crisis, y parece que tal crisis no existiera», dijo a IPS Mario Raiteri, presidente de la agrupación rural Coninagro.

«La cosecha puede aumentar en volumen por la incorporación de tecnología, pero eso ya no es más un indicador de cómo está el campo. Cada vez hay más inversores oportunistas —muchos de ellos empresarios extranjeros— y menos productores medianos y pequeños, que van quebrando», aseguró.

Esta nueva realidad quedó cristalizada en un documento destinado al gobierno, elaborado por Coninagro junto con la Federación Agraria Argentina y las Confederaciones Rurales Argentinas, las tres entidades que nuclean a los pequeños y medianos productores del sector.

Según el informe, «las profundas reformas económicas de la última década generaron una situación paradójica en el sector agropecuario». Por un lado, permitieron duplicar la producción y exportación de granos y alimentos, incorporar insumos y equipos y generalizar prácticas sustentables de los recursos naturales.

Pero, al mismo tiempo, «hicieron más pobres a pequeños y medianos productores generando una expulsión y concentración sin precedentes de sus segmentos más vulnerables», y «abren un panorama social incierto para la mayoría de la población rural que ya se expresa en la desaparición de 30 por ciento de productores».

Los agricultores reclaman entonces priorizar en la agenda pública la reversión de estas condiciones, agravadas por la acumulación de deudas, la fuerte carga tributaria del sector — estimada en 40 por ciento del costo— y la falta de financiamiento y de políticas activas para promover su desarrollo.

En los años 90, la inversión en fertilizantes, agroquímicos y variedades de semillas mejoradas genéticamente permitió duplicar el volumen de cosecha en Argentina.

Pero al finalizar la década, la crisis financiera del sector, sumada a la caída de precios y a la persistencia de subsidios en países competidores, hicieron bajar los números. La soja, por ejemplo, que llegó a cotizarse por encima de 300 dólares la tonelada, hoy se ubica a 140.

Ante este panorama, Oliverio, que asumió en abril con el nombramiento de Domingo Cavallo como ministro de Economía, procuró recrear el entusiasmo de los años 90 al advertir que la incorporación masiva de fertilizantes y la introducción de variedades mejoradas de trigo tendrán este año y el próximo un impacto muy fuerte en la producción.

El funcionario consideró que la variedad de trigo proveniente de Francia —elaborado por el laboratorio transnacional Nidera—, promete un rendimiento entre 20 y 30 por ciento mayor al de la semilla convencional. Sin embargo, los productores discrepan con estos resultados teóricos.

«El gobierno asegura que vamos a una cosecha de 20 millones de toneladas de trigo, pero si se consiguen 16 millones será un sueño», explicó Ramírez.

«Aquí ese trigo rinde apenas 15 por ciento más. Hay que comprar la semilla, y es más difícil la colocación, porque no todos los clientes aceptan esa variedad», advirtió.

En definitiva, el diálogo entre el gobierno y los productores rurales parece cortado. Mientras las autoridades celebran sus cálculos, el sector agropecuario, sobre todo los pequeños y medianos hacendados, ven alejarse las posibilidades de frenar la crisis en el corto plazo. (FIN/IPS/mv/mj/dv if/01

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