PERU: Campaña electoral hierve en un crisol de razas

La posibilidad de que Alejandro Toledo se convierta en el primer presidente indígena de Perú agudizó los conflictos raciales en este país, donde los descendientes de europeos han hegemonizado el poder desde la conquista española.

Toledo, a quien las encuestas atribuyen casi 40 por ciento de intención de voto seis días antes de la primera vuelta electoral, apela en la campaña a su carácter de indígena, compartido con un tercio de los 25 millones de habitantes de Perú. Otro 50 por ciento de la población es mestiza.

Incluso se hace llamar Pachacutec, nombre del mayor emperador inca antes de la conquista, y anunció que, de ganar las elecciones, asumirá la Presidencia en las ruinas de Machu Picchu.

Su esposa, la antropóloga judía nacida en Bélgica Eliane Karp, a quien conoció cuando ambos estudiaban en la universidad estadounidense de Stanford, lo proclamó hace dos semanas la encarnación del mito del «incarri», el caudillo indígena que debe emancipar a sus hermanos de raza.

A pesar de haber nacido en el extranjero, Karp es una estudiosa de la cultura indígena peruana y domina el quechua, idioma andino predominante en territorio peruano antes de la conquista española.

«Luego de 500 años de dominación de los blancos, se acerca el momento en que los indios recuperarán el poder. Los 'apus' (cerros) han hablado», dijo Karp en un acto en Huaraz, ciudad andina 400 kilómetros al noroeste de Lima.

Los partidarios de Toledo y sus adversarios se acusan unos a otros de racismo.

El propio Toledo descalifica a sus contrincantes acusándolos de oponerse a su candidatura «porque no aceptan un presidente indio».

Mientras, su adversarios lo acusan de aludir a su carácter étnico y a su humilde origen social para esconder la naturaleza conservadora de su programa de gobierno.

Toledo es un economista que dio clases en la universidad estadounidense de Harvard y trabajó para el Banco Mundial. En las elecciones de 2000, cuando las encuestas le asignaban el cuarto lugar, prometía continuar la política económica liberal del entonces presidente Alberto Fujimori, de origen japonés.

Toledo encontró en el camino electoral la bandera étnica. Eso lo ayudó a lograr el segundo lugar en la primera vuelta de los comicios y disputar en la segunda la Presidencia con Fujimori, quien ganó en un cuestionado proceso que desembocó meses más tarde en su destitución y en la convocatoria a nuevas elecciones.

«No hay en Perú un Chiapas ni una Conaie (Confederación de Nacionallidades Indígenas de Ecuador) que jaquee al gobierno, pero sí una incorporación del concepto andino a la lucha política, que explica la amplia acogida de Toledo», señaló el historiador Manuel Burga.

«Toledo parece comunicarse telepáticamente con la gran masa de indios y mestizos, y es percibido como igual por esa multitud, aunque en su organización política está rodeado de no andinos y criollos», añadió Burga.

Además del tercio andino, otro 50 por ciento de los peruanos son mestizos de ascendencias variadas como indígena, africana, asiática y europea. Se suele afirmar que «en Perú, quien no tiene de inga (indígena) tiene de mandinga», es decir, quién no tiene vetas indias las tiene africanas.

La minoría blanca gobierna este país desde la conquista española, pero cinco presidentes republicanos fueron mestizos («cholos»): Ramón Castilla, Luis Sánchez Cerro, Manuel Odría, Juan Velasco Alvarado y Alan García.

Los cuatro primeros fueron caudillos militares. García, que gobernó este país entre 1985 y 1990, lidera aun hoy el socialdemócrata Partido Aprista y gobernó entre 1985 a 1990.

En Perú, la frontera entre indígenas y mestizos es difícil de precisar. La mayoría de los indígenas no se perciben como tales, aunque hablen quechua. En cambio, se definen a sí mismos como mestizos.

Investigadores sociales atribuyen esa conducta a que, si bien los «cholos» sufren discriminación como los indígenas, tienen más posibilidades de ascenso social.

«En Perú, la masa indígena dejó de lado su étnicidad para obtener ciudadanía, es decir derecho a la tierra y al voto», comentó el sociólogo Carlos Iván De Gregori, del Instituto de Estudios Peruanos.

«A diferencia de Ecuador y Bolivia, países de identidad racial más definida, casi estamental, donde el indio es indio y el blanco es blanco, los indígenas peruanos buscaban ser considerados mestizos, cholos», concluyó De Gregori.

«El proceso de cholificación cultural va en contra del proceso de identidad étnica de los índigenas. Los que eran indígenas se declaraban cholos. Como el propio Toledo, que ahora proclama ser indio pero que al comienzo se definía como un cholo andino», dijo, por su parte, el sociólogo Jaime Urrutia.

En efecto, Toledo es conocido popularmente como el «Cholo».

Urrutia, secretario técnico de Asuntos Indígenas del Ministerio de la Mujer y del Desarrollo Humano, sostuvo que en los planes oficiales la integración de los habitantes aborígenes consiste en alentarlos a dejar de serlo.

«La izquierda peruana tampoco entendió la cuestión cultural indígena. José Carlos Mariátegui, el ideólogo más importante del socialismo peruano, afirmaba a mediados del siglo XX que el problema del indio era el problema de la tierra», añadió.

Toledo congregó alrededor de su candidatura numerosos intelectuales y políticos blancos, que parecen restar importancia al cultivo de una imagen indígena por parte de su líder.

Entre ellos figura el escritor y ex candidato presidencial Mario Vargas Llosa, tal vez el más coherente expositor del liberalismo económico en la cultura peruana contemporánea.

Vargas Llosa apoya la candidatura de Toledo, pero en su ensayo «La utopía arcaica», publicado en 1999, calificó las propuestas indigenistas de retrógradas.

«No se puede entender los fenómenos políticos más importantes de los últimos 30 años, incluyendo la rápida expansión de la guerrilla maoísta y el inesperado triunfo electoral de Alberto Fujimori (en 1990), sin tomar en cuenta las tensiones raciales», dijo el sociólogo Raúl Viera.

Viera explicó que «hay en un importante sector de la juventud andina una impaciencia radical en busca de identidad, presta a acoger banderas insurgentes o que parezcan tales».

«Ese sector nutrió las filas de las guerrillas de Sendero Luminoso, partido maoísta que apareció con consignas exóticas, como ahorcar perros con carteles que decían 'muera Deng Xiao Ping'», el líder comunista y reformista chino fallecido en 1997, recordó el sociólogo.

«Cuando asumió carácter de guerra étnica», Sendero Luminoso «estuvo a punto de derrotar al ejército y al gobierno», agregó.

«El triunfo de Fujimori fue explicado también porque la masa indígena y mestiza aindiada percibía a un japonés como más parecido a ellos que un mestizo blanqueado, con aires de señorito criollo, como Vargas Llosa», derrotado en la segunda vuelta electoral de 1990, afirmó Viera.

El experto recordó el ejemplo del coronel Ollanta Humala, alzado en armas en octubre de 2000 esperando en vano que otros uniformados los secundaran, quien al incluir en su proclama política la reivindicación histórica indígena logró entusiasmar a muchos jóvenes.

En las principales ciudades de la costa y la sierra del sur, surgieron brigadas de «humalistas», en su mayor parte ex soldados, que desfilaban por las calles pidiendo armas al desconcertado coronel. (FIN/IPS/al/mj/ip/01

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