Dos de los grandes problemas de la capital de Rumania en los últimos años han sido el elevado número de huérfanos a cargo del Estado y el deterioro edilicio, pero una iniciativa estatal con apoyo de la Organización de las Naciones Unidas busca resolver ambos a la vez.
Hay unos 119.000 niños y niñas en orfanatos estatales, en su mayoría provenientes de familias pobres que no podían hacerse cargo de ellos, pero nadie puede permanecer como beneficiario de esas instituciones tras cumplir 18 años de edad, y la mayoría de quienes egresan no logran ingresos adecuados para mantenerse.
Según datos oficiales, menos de 15 por ciento de los egresados de orfanatos desarrollan vidas productivas, entre otras cosas porque muy pocos continúan en el sistema educativo hasta completar cursos terciarios.
Por otra parte, en la primera mitad del siglo XX, el auge de sectores sociales francófilos y la calidad urbanística de bulevares y residencias hicieron que Bucarest fuera conocida como «el pequeño París del Este».
El lujoso estilo de vida de los ricos en aquellos tiempos llegó a su fin en 1947, cuando la monarquía fue sustituida por una república popular comunista tras la ocupación soviética a durante la segunda guerra mundial.
El gobierno comunista inició poco después de instalarse un programa de demoliciones en gran escala en la capital, y reemplazó los antiguos edificios con otros de estilo neoclásico o de la escuela arquitectónica asociada con el llamado «realismo socialista».
Tras la caída del régimen comunista a fines de 1989, las autoridades de la ciudad carecieron de recursos o de voluntad para terminar o derribar monumentos no concluidos, y para realizar obras de reparación o mantenimiento en grandes edificios deteriorados.
Ahora un programa municipal llamado «hermosa Bucarest», con apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y un costo previsto de 1,4 millones de dólares, busca restaurar más de 40 edificios de valor arquitectónico, reparar calzadas y reducir el desempleo, al dar trabajo a egresados de orfanatos.
El proyecto «contribuye a la integración social de adultos jóvenes, a los cuales se brinda asesoramiento, formación vocacional y oportunidades de empleo por períodos breves», dijo Kyoko Postill, funcionaria del PNUD.
«Fue una gran oportunidad para mí obtener empleo y un lugar donde vivir. Es duro provenir de un orfanato, porque casi nadie te ayuda cuando saben de dónde vienes», dijo Viorel Horeanga, uno de los beneficiados por el proyecto que aprenden a confiar en sí mismos y en los demás mientras trabajan.
Doce de los 50 jóvenes provenientes de orfanatos reclutados en 1999 para el proyecto lo abandonaron por otros empleos o al casarse, y los 38 restantes aún trabajan en «Hermosa Bucarest».
Otros 40 jóvenes provenientes de orfanatos fueron seleccionados para una nueva fase del programa, iniciada a comienzos de este mes.
La implementación del proyecto «fue difícil al principio, porque no existía confianza entre los jóvenes. Fue necesario ayudarlos a ser amigos y a trabajar en equipo», contó Florin Banateanu, coordinadora social del programa.
«La inmensa mayoría de ellos han realizado con sorprendente rapidez la difícil transición desde la vida en orfanatos, en dependencia del Estado, a la independencia económica y social», añadió. (FIN/IPS/tra-eng/mc/mn/mp/dv/01