El caso del avión espía estadounidense retenido por China podría favorecer a Taiwan, interesado en que Estados Unidos le venda modernas armas para defenderse del creciente arsenal de misiles chino.
Una semana atrás, el sentir general en Washington indicaba que el presidente George W. Bush sólo accedería en parte a los deseos de Taiwan, preocupado por agravar las crecientes tensiones con Beijing.
El viceprimer ministro chino Qian Qichen, de visita en Washington hace dos semanas, advirtió que la venta de algunas de las armas pretendidas por Taiwan, —como cuatro destructores equipados con el modernísimo radar Aegis— constituiría una «serio peligro» a las relaciones bilaterales con Estados Unidos.
Así mismo, afectaría las posibilidades de una reunificación pacífica entre China y la isla de Taiwan, considerada una provincia rebelde por Beijing.
Tras la visita de Qian, Washington se dividía entre halcones, dirigidos por el jefe del Pentágono Donald Rumsfeld y el vicepresidente Dick Cheney, y palomas, encabezadas por el secretario de Estado (canciller) Colin Powell, con respecto a la venta de armas a Taiwan.
No obstante, los dos bandos consideraban que la venta del sistema Aegis sería un paso demasiado provocativo en este momento.
Pero ahora parecería que Taiwan podría obtener todo lo que desea, incluso el Aegis. Washington exige que Beijing devuelva el avión espía y sus 24 tripulantes, que el domingo chocaron contra un caza chino sobre aguas internacionales y luego aterrizaron de emergencia en la isla Hainan, frente a la costa austral de China.
Tanto Beijing como Washington se afanaban este jueves por resolver la situación, como lo demostró el viaje del subsecretario de Estado Richard Armitage a Beijing esta noche del jueves. Sin embargo, el ánimo del Congreso estadounidense no era precisamente conciliador.
Algunos legisladores, en su mayoría del Partido Republicano al que pertenece Bush, exhortan al presidente a tomar represalias si Beijing no devuelve de inmediato al avión y sus tripulantes.
Proponen que el embajador estadounidense en China sea llamado a Washington, que se bloquee el pedido de China para celebrar las Olimpíadas de 2008, que se suspendan las relaciones comerciales con Beijing y se vete su acceso a la Organización Mundial de Comercio (OMC).
«Mientras comerciamos con China, ellos se preparan para la guerra», declaró el legislador republicano Duncan Hunter, quien presentó un proyecto de ley el miércoles para revocar el estado de normalidad de las relaciones comerciales con Beijing.
La mayoría de los analistas estadounidenses, entre ellos los representantes de los empresarios que han invertido miles de millones de dólares en China, ven con malos ojos la posibilidad de una «guerra fría» con Beijing.
Pero otros parecen estar contentos con la situación, y hacen todo lo posible para convencer a la opinión pública de que el enfrentamiento con Beijing es inevitable.
«Estados Unidos y China están en rumbo de colisión», afirmó Ross Munro, analista del Centro de Estudios de Seguridad (CSS), un instituto de investigación financiado por empresas militares estadounidenses.
El incidente del domingo y la insistencia china de que Washington se disculpe son «parte de una estrategia de largo plazo» para desalojar a las fuerzas militares estadounidenses, primero del mar del sur de China y luego de toda Asia oriental, aseguró.
Munro, coautor del libro de 1997 «The Coming Conflict with China» (El conflicto en ciernes con China), es uno de los escritores, legisladores, grupos de presión y centros de investigación, incluso el CSS, que integra el autodenominado «Equipo Azul», el color del bando estadounidense en los juegos de guerra realizados por el gobierno.
El Equipo Azul cree fervientemente que los intereses estratégicos de China y los de Estados Unidos son irreconciliables.
Las opiniones del grupo vuelven a recibir más atención ahora, luego de que éste perdiera credibilidad en los últimos 18 meses por algunas de sus aseveraciones, como la de que Beijing pretendía tomar el control del Canal de Panamá.
El Equipo Azul está bien relacionado. El asesor de seguridad nacional de Cheney, Lewis "Scooter" Lilly, por ejemplo, integra el consejo de dirección del CSS, al igual que Douglas Feith, elegido por Rumsfeld para acompañarlo en el Pentágono.
El propio Rumsfeld recibió un premio de la organización por su apoyo al sistema nacional de defensa contra los misiles.
Por el momento, el Equipo Azul pretende que Washington no se disculpe por el incidente, como exige China por la presunta muerte del piloto del caza chino.
«¿Quieren una disculpa? Yo se las daré. Me lamento de haber aprobado (la ley de normalidad permanente en las relaciones comerciales con China)», declaró el legislador republicano Tom Tancredo, al reportero Bill Gertz, del diario Washington Times, propiedad de la Iglesia de Unificación y habitual portavoz del Equipo Azul.
Gertz, quien el año pasado escribió el libro «The China Threat: How the People's Republic Targets America» (La amenaza china: Cómo la República Popular apunta contra Estados Unidos), suele recibir documentos sobre China que le filtran fuentes de similar ideología en el Pentágono.
Pero dichas fuerzas pretenden que Bush vaya más lejos, y sostienen que la crisis actual es una prueba de resistencia ante Beijing.
«Los chinos decidieron probar el temple del presidente», dijo el senador republicano Robert Smith, quien apoya venderle a Taiwan todo lo que ha pedido.
Por ahora, el gobierno se resistió a los pedidos de represalia del Congreso, aunque el propio Bush declaró el martes que si China no devuelve el avión y la tripulación acabará con la «esperanza de una relación fructífera y productiva» entre los dos países.
No obstante, el gobierno insiste en que la crisis actual y la venta de armas a Taiwan se deben tratar como dos temas totalmente distintos. Y aunque Washington descartó pedir disculpas, Powell y Bush manifestaron su «pesar» por la muerte del piloto chino. (FIN/IPS/tra-en/jl/aq/ip/01
