DESARROLLO-R.D.CONGO: Huertos improvisados combaten el hambre

La guerra en República Democrática del Congo (RDC) paralizó la mitad del país y trastornó la agricultura, obligando a muchos congoleños a cultivar sus pequeñas parcelas para producir sus propios alimentos.

Más de 90 por ciento de los siete millones de habitantes de Kinshasa, entre ellos dos millones de refugiados o desplazados, pasan hambre, según estadísticas oficiales.

La desnutrición hace a los capitalinos vulnerables a la enfermedad, como lo demuestran los brotes de malaria, tuberculosis, poliomelitis y sida. Incluso volvió la trypanosomiasis, o enfermedad del sueño, que se pensaba erradicada en este país.

La Unión Europea, Estados Unidos e Italia anunciaron que donarán 35 millones de dólares, 10 millones de dólares y 700.000 dólares respectivamente en ayuda alimentaria, en respuesta al pedido de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

La ayuda estadounidense será entregada a organizaciones no gubernamentales (ONG) para ayudar a los niños, los refugiados y los desplazados por la guerra que divide a este país desde 1996.

El gobierno congoleño también prometió un millón de dólares para combatir el hambre en Kinshasa.

Francia y la FAO cooperarán en un proyecto para mejorar la nutrición en el país en general y en Kinshasa en especial. Su meta es mejorar la producción de mandioca y de boniato, que representan 70 por ciento de la dieta congoleña.

Bernard Jean, agrónomo y consultor en la embajada francesa de Kinshasa, señaló que, como existen pocas variedades de dichos cultivos en RDC, las plagas de las plantas se propagan rápidamente. Esto ocurrió en los últimos años debido al uso de material genético manipulado y prácticas inadecuadas de cultivo.

La guerra y la inestabilidad política imperante desde 1996 también perjudicaron la agricultura, ya que miles de campesinos debieron abandonar sus campos.

La planta de mandioca, sobre todo las hojas, es una importante fuente de recursos nutritivos para la población de Kinshasa, llena de proteínas, vitaminas y minerales.

El tubérculo de la planta de mandioca también es importante, no sólo por su valor nutritivo, sino como producto para vender en el mercado. Así mismo, los congoleños consumen tanto las hojas como el tubérculo de la planta de boniato.

Pero debido a la guerra, el proyecto conjunto de Francia y la FAO se concentrará en cuatro provincias: Kinshasa, Bandundu, Congo Inferior y Katanga. Allí viven 20 millones de personas, casi 40 por ciento de la población total.

El proyecto conjunto se realizará en colaboración con ONG, grupos religiosos y el Instituto Nacional de Estudios e Investigación Agronómica, explicó Jean.

«Hemos desarrollado cuatro tipos de mandioca resistente a las plagas que están listas para su distribución a través del Programa Nacional de la Mandioca. Junto con el Instituto Internacional de Agricultura Tropical, en Nigeria, fomentaremos el uso de técnicas de agricultura orgánica para acabar con el parásito de la mandioca», explicó.

Ante la posibilidad de pasar hambre, muchos congoleños se dedicaron a cultivar pequeñas parcelas de tierra. Empleados públicos, empresarios y pequeños agricultores protagonizaron varias disputas por la tierra fértil en la periferia de Kinshasa.

La meseta Bateke, a 100 kilómetros de Kinshasa, ofrece buenas posibilidades para la agricultura a gran escala. Pero la distancia aleja a la mayoría de los capitalinos.

No obstante, los más entusiastas acuden al lugar para trabajar en el campo durante los fines de semana. «Planté mandioca y boniatos, pero no es tan fácil. Las plantas son escasas, y las que se encuentran son de mala calidad», explicó el empleado público Raphael Kupanya.

Así mismo, los campos cultivados son objeto de «todo tipo de ladrones», agregó.

A pesar de todo, el furor por plantar permite a algunos capitalinos satisfacer sus necesidades alimentarias básicas. Los más afortunados, en su mayoría mujeres, descubren que pueden vender el exceso de producción a sus compatriotas.

Casi todas las parcelas sin utilizar se han convertido en pequeños huertos. Dos veces por día, los nuevos agricultores riegan la tierra y en dos o tres semanas ya tienen algo para cosechar y vender en el mercado.

Agnes Kwambalindi, una de las nuevas granjeras, está contenta con haber dejado su trabajo como asistente de enfermería para convertirse en agricultora.

«Tengo cuatro parcelas donde cultivo todo tipo de verduras. Dejé mi empleo como asistente de enfermería por el pésimo salario, y ahora me va mucho mejor. Con mi pequeño huerto, no sólo alimento a mis cuatro hijos, sino que también les pago la escuela», comentó.

Muchos congoleños también comenzaron a criar aves de corral y conejos en sus terrenos. Gracias a la ayuda de las ONG, ahora se pueden ver patos y gallinas en muchas parcelas. (FIN/IPS/tra-en/jk/sz/da/aq/dv/01

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