(Arte y Cultura) MUSICA-EEUU: Nueva York es terreno fértil para la innovación

Las calles de Nueva York son un terreno fértil para la innovación musical, gracias a las mezclas de sonidos procedentes de todo el mundo y de todos los grupos étnicos, como se señaló en una conferencia en la ciudad.

La homogenización cultural sigue siendo un peligro en gran parte del mundo, pero también es difícil que la gente entre en contacto sin que se produzca, en alguna medida, un enriquecimiento mutuo.

Por eso el veterano crítico musical John Pareles, del diario The New York Times, preguntó en una conferencia sobre música y etnia celebrada en Nueva York "¿quién está asimilando a quién?"

Pareles, un escritor que antes se lamentaba del "despojo" de las culturas locales, ahora está convencido de que el "purismo es una ilusión", y peligrosa, si conduce a actitudes paternalistas y de aislamiento.

"No es bueno para ninguna música desear que las comunidades estén herméticamente selladas", dijo en la reunión "Música local, conexiones mundiales".

"Antes me inquietaba que Occidente comenzara a saquear los recursos musicales así como lo hace con los recursos naturales. Sin embargo, la música no puede ser robada sino difundida. Las tradiciones musicales no son flores de invernáculo, sus ramas tienen raíces profundas y tenaces".

La guitarra eléctrica, por ejemplo, considerada por muchos como "un símbolo de la hegemonía estadounidense", ha sido adoptada por músicos de todo el mundo, desde Bangkok hasta Adis Abeba, que extraen sonidos de ella que a grupos de rock estadounidense como Bon Jovi jamás se les ocurriría, apuntó.

"Por último, la música popular sobrevive porque la gente la puede usar, no porque alguien, en alguna parte, la conserva en un museo", arguymentó Pareles.

La conferencia de tres días fue patrocinada por la New York University, la New York City University y el Centro Smithsoniano de Folklore y Patrimonio Cultural.

Los oradores se concentraron en las comunidades étnicas de Nueva York, que cubren una notable variedad de estilos, desde la rumba a las fusiones de tango con jazz, klezmer yidish, ópera china y "musica de heladería".

José Arévalo, un estudioso de música latinoamericana y caribeña, se refirió al grupo J&V Mix para ilustrar los sonidos completamente nuevos surgidos de la colisión cultural en los barrios hispanos de Nueva York, cada vez más permeables a otras tendencias.

La J es por jíbaro, la música puertorriqueña de montaña ejecutada con guitarra, cuatro, maracas, guiro y voz. La V responde a vallenato, originario de la costa septentrional caribeña de Colombia, que emplea típicamente guiro, acordeón, bongó, tambores de conga, timbales, bajo y armonías vocales.

Sin embargo, el conjunto basado en el barrio neoyorquino de Brooklyn hace música con una vasta gama de influencias, incluyendo salsa, rhythm and blues, cumbia afrocubana y pop estadounidense, dándole un sonido único.

"La centralidad de la ciudad de Nueva York como sede artística y de la industria musical, de las finanzas y la economía, y meta para la inmigración y el turismo, ha servido a la miríada de comunidades urbanas, acercando a músicos de diversas etnias, razas, géneros y clases en un espacio que permite nuevas expresiones", dijo.

"Como convergen distintas poblaciones hispánicas, la oportunidad de participación en la encrucijada cultural de formaciones musicales se hace más pronunciada y riesgosa, desafiando y enfrentando a menudo nociones tácitas de identidad nacional y cultural", explicó Arévalo.

Las tradiciones teatrales en otra parte legendaria de la ciudad, el barrio chino, fueron el enfoque de la presentación de Nancy Yunhwa Rao, una profesora de teoría musical en la Universidad Rutgers. La ópera cantonesa en Nueva York data de 1889 y fue popular entre locales y turistas hasta los años 30.

"Ciertas impresiones de la ópera china se incorporaron a la imaginación popular estadounidense", dijo Rao, pese a que otro crítico señaló que las escalas musicales empleadas eran "disonantes a oídos occidentales".

Otros de los panelistas fueron David Cannata, que analizó las relaciones tormentosas entre el tanguero argentino Astor Piazzola y la prensa estadounidense, y Mónica Hairston, quien exploró la influencia del jazz en la klezmer, la típica música judía.

Como indicó suscintamente Pareles, "la música europea es una isla pequeña y yo aprendí a gustar mucho más del resto del mundo". Resumió su encanto por la vida de las calles de Nueva York con una anécdota de un poeta chino del siglo VII, que turbó a su visitante apareciendo desnudo en la puerta.

Cuando el visitante se quejó, el poeta respondió que "el universo es mi casa, y esta habitación mis pantalones. ¿Qué esta haciendo usted en mis pantalones?"

Pareles concluyó que, en Nueva York, "nos guste o no, todos estamos en los pantalones de otros". (FIN/IPS/tra-en/ks/da/ego/aq/cr/01

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