IRAQ: Una generación perdida

El aeropuerto Saddam estuvo cerrado los últimos 10 años debido a las sanciones internacionales contra Iraq, lo que dejó sin empleo a Murad, un ingeniero de vuelo que hoy conduce un taxi por las calles de esta capital.

Que Murad y la mayoría de sus compañeros se hayan quedado sin trabajo es apenas una de las consecuencias del embargo impuesto por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a Iraq por tiempo indeterminado desde el 17 de agosto de 1990, cuando Iraq invadió Kuwait.

La invasión desató la guerra del Golfo, de cuyo inicio se cumplieron 10 años este martes.

El embargo ha tenido efectos dramáticos. La Organización de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) calculó que medio millón de menores de cinco años perecieron desde 1990 porque la ingestión de proteínas se redujo a la mitad y porque resurgieron enfermedades erradicadas en los años 80, como el cólera.

Mientras, el producto bruto interno disminuyó de 3.000 dólares a 715 por persona.

El embargo afectó la vida en Iraq y tiene consecuencias irreversibles sobre su futuro. Toda una generación ha quedado entrampada en los años 80, pues sus carreras, sus ambiciones y sus sueños fueron puestos entre paréntesis.

«Todavía leo mis viejos libros de la universidad y todo lo que puedo obtener acerca de los aviones. Quién sabe, quizás algún día vuelva a ser ingeniero de vuelo», dijo Murad, consciente de que los textos que lee se refieren a naves viejas, ya fuera de servicio.

Mientras conduce su taxi, Murad habla sin parar. Nadie le preguntó antes qué piensa del embargo. La rabia acumulada durante 10 años, no sólo contra Occidente, brota incontenible.

«Odio en lo que nos hemos convertido. Eramos generosos y amigables. Ahora todos son tan agresivos, tan individualistas. Estamos demasiado preocupados por la comida y por el futuro. No tenemos tiempo para ser amables unos con otros», lamentó.

Murad tampoco entiende por qué Iraq sigue sufriendo el embargo. Siente que su país ya pagó con creces la invasión a Kuwait, a la que considera un error a pesar de que el gobierno de Saddam Hussein y muchos iraquíes afirman que ese pequeño reino petrolero es su provincia número 19.

La nueva frontera con Kuwait fue aceptada por Iraq en 1994, pero el embargo seguirá en vigor hasta que Bagdad acepte el retorno de los inspectores de la ONU para comprobar la inexistencia en su territorio de armas químicas y otras de destrucción masiva.

Mientras, miles de iraquíes tratan de abandonar el país para dejar la miseria atrás. Algunos jóvenes afirmaron que eso cuesta 3.000 dólares, incluyendo visados, pasajes y sobornos. Un sello gubernamental de salida cuesta 270 dólares, y muchos venden todas sus posesiones para emigrar.

A pesar del costo, se calcula que más de tres millones de personas abandonaron desde 1990 este país de 23 millones de habitantes. La mayoría eran jóvenes bien educados y de clase media. El gobierno trata de desalentar a médicos, educadores e ingenieros con raciones extra de víveres y otros beneficios.

Desde el taxi de Murad, Bagdad parece una ciudad moderna pero congelada en el tiempo, con autopistas bien iluminadas y agradables murales. La música del último album de Madonna borra la impresión de que la ciudad quedó aislada de la cultura occidental hace una década.

Los estudios de la emisora Bagdad FM están dotados de lo que fuera la última palabra en grabadores y otros equipamientos en los años 80, cuando se instalaron. Pero también hay una computadora, cortesía de Uday, el hijo mayor del presidente Saddam Hussein.

Uday dirige la emisora desde su reapertura en 1995, tras permanecer cerrada por las averías sufridas a causa de los bombardeos.

«Aunque Estados Unidos sea responsable del embargo, no tenemos problemas en pasar música de ese país. La música es apolítica, es un mensaje artístico y no tiene fronteras», dijo el gerente de programación, Ahmed Ezzedine, de 27 años.

Su compañera Nawar, de 23 años, graduada este año de traductora, sonríe. «Cuando entramos en este estudio nos olvidamos del embargo gracias a la música y ayudamos a facilitar la vida a los demás», dijo.

La calidad de vida no mejorará con rapidez si se mantiene el embargo. La infraestructura del país debe ser rehabilitada. Para superar los 10 años de aislamiento y miseria, Iraq necesitará «una terapia de grupo para 23 millones de personas», dijo un diplomático.

«A fines de los años 70, Iraq estaba por apartarse del mundo en desarrollo. Pensábamos que se trataba de propaganda oficial, pero ahora que observamos las cifras comprobamos que era cierto», apuntó Wamid Nathmi, un profesor de Ciencia Política de la Universidad de Bagdad.

Nathmi pronosticó que harán falta entre 10 y 25 años para reconstruir el país y ponerlo a tono con el mundo, sobre todo debido a la fuga de cerebros desde 1990.

Sin embargo, muchos jóvenes iraquíes no se rinden. Esperan el fin del embargo para demostrar su valor al mundo.

«Nacimos durante la guerra entre Iraq e Irán en los años 80. Estamos acostumbrados al embargo, que no afectó nuestro deseo de trabajar y progresar. Todo lo que nos falta es tecnología moderna, pero un día superaremos incluso a países que no padecieron embargos», dijo Nawar.

Algunos jóvenes iraquíes tuvieron suerte y confían en cumplir sus sueños. Otros se rindieron. Pero si el futuro de un país es como sus jóvenes, Iraq será amigable, ambicioso e inteligente a pesar de haber sido construido sobre terreno inestable. (FIN/IPS/trad-eng/kg/sm/ego/mj/ip/01

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