Para el soldado israelí que le disparó, ella era sólo un objetivo en la distancia. Para su familia en esta aldea cercana a la ciudad palestina de Naplusa, Fátima Abu Jaish era una joven con sueños, cuya vida fue segada de pronto y sin razón.
Abu Jaish, de 22 años, era recepcionista en el Hospital Arabe Especializado de Naplusa. Era la sexta de nueve hermanas en una familia que dependía económicamente de ella y de su hermana mayor, Rose, de 28 años. El padre murió hace más de un año.
«Ella esperaba tener un buen trabajo y un buen salario para ayudar a nuestra familia. La educación es algo importante para nosotros y queríamos que nuestras hermanas fueran a la universidad y tuvieran buenas calificaciones. Ella siempre me decía: 'Quiero ser como tú y ser exitosa'», contó Rose.
«Un día me dijo que quería asumir algunas de mis responsabilidades para ayudarme a sostener a la familia. Me dijo: 'No te preocupes, tienes que casarte y tener hijos. Yo haré el trabajo», recordó Rose.
El 7 de enero, Fátima murió de un disparo al corazón cuando regresaba a su casa en el asiento trasero de un automóvil conducido por el esposo de Rose, Nasser, empleado bancario.
Rose, secretaria en el mismo hospital que trabajaba Fátima, estaba sentada adelante junto a su esposo. Un soldado israelí abrió fuego contra el vehículo y una bala atravesó le espalda de Fatima.
El ejército israelí aún no ha decidido si realizará una investigación al respecto, según su portavoz, el coronel Olivier Rafowicz. De hacerlo, sería la cuarta investigación interna de abusos cometidos por sus soldados que realiza desde que comenzara el levantamiento popular palestino el 28 de septiembre.
No se han anunciado aún los resultados de los tres casos anteriores, uno de los cuales se refiere a la muerte en octubre de un palestino de 60 años que recibió varios disparos en la cabeza cuando montaba un burro.
La violencia en Palestina le costó la vida a más de 370 personas desde que comenzó el levantamiento, conocido como «intifada», y otros miles han resultado heridos en incidentes en Cisjordania.
El soldado israelí que mató a Fátima no hizo ninguna advertencia antes de abrir fuego, aseguraron Rose y Nasser. Este último dijo que el disparo provino de casi cien metros, aunque Rose aseguró que fue a una distancia aun menor.
El ataque se produjo cuando el auto, el cuarto en una línea de 14 vehículos palestinos, giró hacia un camino de tierra que es frecuentado para burlar una cercana barricada del ejército israelí.
La barricada está destinada a mantener a los árabes fuera de la principal ruta que atraviesa Beit Dajan, Beit Furik y llega al asentamiento judío de Elon Moreh.
Miles de palestinos usan atajos todos los días para eludir las barricadas israelíes cuando se dirigen a sus hogares. Esto se debe a que la mayoría de las rutas entre las aldeas y pueblos fueron cerradas a partir del levantamiento popular.
Activistas defensores de los derechos humanos afirmaron que la muerte de Fátima no es un caso aislado. Para ellos, el ejército israelí está fracasando en la tarea de investigar los abusos de sus soldados y, como consecuencia, estos continúan cometiéndolos. Los que pagan son palestinos inocentes, afirman.
Noga Kadmon, de la organización de derechos humanos israelí B'Tselem, afirmó que la falta de una investigación seria en el ejército «fomenta el espíritu de legitimación». «Si los soldados cometen abusos y no son sancionados, se crea la convicción de que estos actos no están prohibidos», afirmó.
El ejército israelí niega estas acusaciones y afirma su interés en investigar la conducta de sus integrantes, pues cualquier abuso puede hechar más leña al fuego en el conflicto y fomentar la ira palestina.
En algunos casos, los soldados israelíes fueron disciplinados por sus jefes. Los castigos incluyeron suspensiones y transferencias a otras unidades, aseguró el coronel Rafowicz.
«Estamos tratando con terroristas y personas que quieren atacarnos, por lo que debemos defendernos. No hay una intención de convertir a personas inocentes en víctimas. Toda vida humana es importante y tenemos que hacer todo para preservarla», afirmó.
Pero Alex Fishman, analista de asuntos militares del periódico Yediot Ahronot, escribió la semana pasada que los comandantes del ejército israelí se oponen a las investigaciones internas contra sus soldados por miedo a que desmoralicen a sus tropas.
Las críticas por la liviandad con que Israel maneja estos casos se incrementaron la semana pasada, cuando la justicia decidió que un colono judío llamado Nachum Korman debía cumplir seis meses de servicio comunitario por haber golpeado hasta la muerte a un niño palestino de 10 años, llamado Hilmi Shousha.
Korman atacó a Shousha luego de que su aldea de Husan, en Cisjordania, fuera atacada con piedras por parte de un grupo de palestinos.
Moshe Negbi, comentarista de la estatal Radio Israel, calificó la decisión judicial de «repugnante». «La sangre palestina se está haciendo cada vez más barata», señaló. (FIN/IPS/tra-en/bl/sm/rp/aq/hd/00