Un año después del fracaso de la tercera conferencia ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) persiste el mismo clima hostil de Seattle respecto de unas nuevas negociaciones para ampliar la liberalización de la economía internacional.
Los países industrializados alientan la nueva ronda mientras las naciones en desarrollo la condicionan a la previa superación de los desequilibrios causados por la Ronda Uruguay y a la concertación de un orden del día que atienda sus intereses.
El director general de la OMC, Mike Moore, reconoció que este año se consiguieron apenas «progresos modestos» en la búsqueda del entendimiento que permitiría la convocatoria de una nueva ronda de negociaciones.
A pesar de esos escasos avances, Moore sostuvo que ahora existe «cierta flexibilidad en las capitales, que no había hace seis meses, ni siquiera hace tres».
Pero el clima que se respiraba al cierre del año en la sede de la OMC, en Ginebra, era muy diferente del ambiente moderadamente optimista que describió el director de la organización.
La mayoría de los países en desarrollo y algunos de los industrializados evaluaron que el tema de una nueva ronda había quedado signado esta vez por el fracaso de la negociación más importante desarrollada durante 2000, sobre la aplicación de los acuerdos de la Ronda Uruguay.
La OMC dedicó este año 800 horas de consultas a la cuestión de la implementación, que condensa los problemas que afrontan los países pobres a la hora de aplicar los acuerdos aprobados en Marrakesh en 1994.
En ese punto de implementación figuran aspiraciones caras a los intereses de los países en desarrollo, como la apertura de mercados para exportaciones textiles, las medidas antidumping o el tratamiento especial y diferenciado para esas naciones.
Pero el 15 de diciembre, cuando concluyeron las negociaciones, se presentó un acuerdo que apenas contempla en forma marginal unos pocos de los temas reclamados por los países del Sur.
El resultado de la prolongada negociación fue considerada decepcionante por el representante de un país en desarrollo. Un delegado de Brasil evaluó que el acuerdo fue «casi inexistente» y el propio presidente del Consejo General, Kare Bryn, de Noruega, admitió sus alcances «apenas modestos».
Los negociadores de los países en desarrollo consultados estiman que el fracaso de la OMC en el tema de implementación se convirtió en un antecedente determinante para evaluar la posibilidad de la nueva ronda.
La cuestión de la implementación se seguirá discutiendo durante 2001 en sesiones especiales del Consejo General y en múltiples consultas informales. Se estima que la marcha de esa negociación reflejará el ambiente de la OMC para la nueva ronda.
A lo largo del año, el mayor impulso a la idea de la nueva ronda provino de la Unión Europea, que introdujo un ligero cambio en su discurso al proponer que las negociaciones tengan en cuenta las necesidades de los países en desarrollo.
Los europeos tienen interés en un amplio debate de numerosos temas comerciales que les permita balancear la incómoda situación que atraviesan en la negociación de agricultura y, aunque en menor medida, de servicios.
Desde enero de 2000, en la OMC se discute la profundización de la liberalización en agricultura y servicios, en las denominadas negociaciones mandatadas, porque fueron decididas en el acuerdo de Marrakesh.
La OMC ha criticado a la Unión Europea, Suiza, Japón y otros países, porque gravan con elevados aranceles las importaciones agrícolas de naciones en desarrollo y también industrializados, y subvencionan sus propias exportaciones agrícolas y sus productores ineficientes.
Para poder mantener ese esquema proteccionista o para introducirle sólo ligeros retoques, los europeos necesitan la nueva ronda que les permita otorgar concesiones en otras áreas a cambio de la persistencia de su política agrícola.
Para Estados Unidos, la mayor potencia del sistema comercial, la cuestión de la nueva ronda es en apariencia menos apremiante. Washington pretende negociar los temas de servicios financieros y de la industria de la tecnología de la información.
Durante la presidencia de Bill Clinton, Washington insistió para que se introdujeran en las negociaciones de la OMC algunas cuestiones no comerciales, como los derechos laborales y la protección del ambiente.
Con el próximo gobierno de George W. Bush puede disminuir la presión que Estados Unidos ejercía por esos temas, estimaron negociadores en Ginebra.
La cuestión de la nueva ronda está sujeta también a otras variables políticas, como las elecciones presidenciales y parlamentarias francesas, la ampliación de la Unión Europea o el ingreso de China a la OMC.
La convocatoria de las nuevas negociaciones puede decidirse en la cuarta conferencia ministerial de la OMC, que debería sesionar a fines de 2001. El Consejo General de la institución se reunirá a principios de enero para decidir la fecha y la sede de la conferencia ministerial.
Moore, que concluye sus funciones en agosto del 2002, declaró que espera convocar a la nueva ronda de negociaciones durante su mandato. (FIN/IPS/pc/ag/if/00