Muchas son las faltas del fútbol: falsificación de pasaportes y de documentos probatorios de edad, evasión de divisas, tributos y aportes previsionales y tráfico de adolescentes, son algunas de las denuncias bajo examen en Brasil.
La actuación desde hace un mes de dos comisiones parlamentarias de investigación, una de senadores y la otra de diputados, estimuló a la prensa a hurgar también en el asunto. Además, autoridades fiscales, monetarias y policiales buscan irregularidades en sus áreas de interés.
Los clubes que dominan el fútbol profesional de Brasil evadieron pagos a la seguridad social por 218,5 millones de reales (114 millones de dólares) en los últimos años, aseguró a la comisión del Senado el ministro de Previsión Social, Waldeck Ornelas.
Considerados instituciones sin fines de lucro, los clubes tienen fijada una contribución a la seguridad social inferior que las empresas y además, utilizan varios artificios para no pagar lo debido, denunció Ornelas. Por ejemplo, los altos salarios son ocultados.
En estas condiciones, la evasión fiscal parece generalizada. Muchos fubolistas conocidos, como Romario, atacante decisivo para que Brasil fuera campeón mundial en 1994, y directores técnicos, aparecen como deudores de millones al fisco.
Otra área en que desaparecen sumas millonarias es la transferencia de jugadores al exterior. En este caso, se movilizó el Banco Central, ya que se trata de dólars que no se suman a las reservas internacionales de un país con dificultades en las cuentas externas.
Las cantidades declaradas por los clubes son claramente inferiores a las que divulga la prensa deportiva, que usualmente ofrece las informaciones más detalladas y precisas. Las noticias de la prensa facilitan a la autoridad monetaria la tarea de identificar irregularidades.
Más de cien futbolistas transferidos al exterior de 1992 a 1997 están bajo investigación del Banco Central, por sospecha de que no todo el producto de esas operaciones está asentado en la contabilidad oficial. En muchos casos, la desviación se hace a través de los «paraisos fiscales» del Caribe.
Los fraudes pueden ascender a cien millones de dólares, según sospecha el presidente de la comisión investigadora del Senado, Alvaro Dias. Una sola transacción, la venta en 1997 al Betis de España del atacante Denílson, tuvo un costo de 30,5 millones de dólares.
Ante la prohibición de que los equipos de la Unión Europea alinearan cada uno en el terreno de juego a más de tres jugadores procedentes de países ajenos al bloque, algunos intermediarios falsificaron pasaportes. Con documentación portuguesa, los brasileños podrían esquivar la restricción.
Pero el crimen no fue perfecto. El fraude se conoció a principios de este año, cuando un futbolista cedido por nueve millones de dólares al club inglés Arsenal no pudo desembarcar en Gran Bretaña con su pasaporte portugués y tuvo que volver a Brasil.
Desde entonces, al menos otros siete casos fueron descubiertos, con el resultado de expulsiones o procesos judiciales. La Policía Federal brasileña interroga a agentes intermediarios, como el uruguayo Juan Figer, residente en Brasil, y jugadores y dirigentes de clubes involucrados, buscando desnudar la red.
La posibilidad de altas ganancias hizo proliferar este nuevo tipo de hombre de negocios, cazador y vendedor de talentos, que aprovecha la informalidad aún dominante en el mundo deportivo. Algunos son dueños del «pase» de jugadores, un vínculo que tiene cotización en el mercado según las potencialidades reconocidas al futbolista.
En Brasil, sólo hay 19 intermediarios acreditados por la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), pero 300 actúan irregularmente, aseguró Leo Rabello, uno de los agentes habilitados, en su testimonio ante la CPI.
Los intemediarios irregulares perpetran un delito grave, una suerte de tráfico de menores, promoviendo la emigración de adolescentes prometedores para entrenarse y profesionalizarse en equipos europeos. Es un delito que debe ser investigado, dijo Rabello.
La expectativa de fama y buenos ingresos en el rico mercado europeo atrae a muchos jóvenes, pero los fracasos y la consecuente marginación son más frecuentes, y ese hecho preocupa a las autoridades.
La FIFA prohibirá la transferencia internacional de jugadores menores de 18 años, anunció el presidente de la federación, el suizo Joseph Blatter.
La comisión investigadora de la Cámara de Diputados intenta aclarar un contrato que despertó sospechas, el que se refiere al papel de la empresa transnacional de calzado deportivo Nike como patrocinadora de la selecciónpa brasileña de fútbol.
Nike paga casi 400 millones de dólares por diez años, a partir de 1996, por concepto de publicidad, gastos en promoción y suministro de indumentaria y calzado. A cambio, tiene derechos sobre 50 partidos de la selección fuera de los torneos oficiales, en los diez años.
Los dirigentes del fútbol brasileño tuvieron que negociar una reducción de la cantidad de partidos, pues los términos originales del contrato habrían obligado a un esfuerzo excesivo a la selección en este y el próximo año, ya que está en disputa la serie sudamericana de clasificación para la Copa Mundial de 2002.
Lo que más preocupa a los parlamentarios es la injerencia de Nike en la selección. La compañía multinacional exige la presencia en los partidos de jugadores que tienen contratos personales con ella.
Un ejemplo sería Ronaldo, alineado en el Inter de Italia y que se recupera de una grave lesión en la rodilla. Muchos periodistas sospechan que Ronaldo fue obligado a jugar el partido final del Campeonato del Mundo de 1998, en París, por presión de la Nike.
El astro de la selección brasileña había sufrido convulsiones horas antes del partido, pero igual entró en el terreno de juego para enfrentar a Francia, que obtuvo el triunfo. (FIN/IPS/mo/ff/cr/00