Diputados europeos de derecha, centro e izquierda unieron sus voces en el parlamento de Portugal para entonar un himno de paz a pedido de la maestra Margherite Burankitse, de Burundi, galardonada con el Premio Norte-Sur.
Burankitse, una tutsi que salvó la vida de numerosos niños hutu, logró así la realización del sueño de muchos que aspiran a ver algún día un mundo sin divisiones.
«Ella es la prueba viva de cómo una actitud individual, puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte para miles de seres humanos», dijo el presidente de Portugal, Jorge Sampaio.
Cuando Sampaio y el presidente del parlamento unicameral, Antonio de Almeida Santos, le entregaron el premio que determina el Consejo de Europa, Burankitse, de 44 años, optó por no pronunciar un discurso y, en cambio, invitar a los legisladores a cantar por la paz en el mundo, en particular en Africa.
Maggie, como es conocida Burankitse, compartió el premio de este año con el ex presidente y ex primer ministro portugués Mario Soares, líder histórico del socialismo en este país, varias veces encarcelado por la dictadura del «Estado Novo» (1926-1974) encabezado por Antonio de Oliveira e Salazar.
«Lo que nos falta es amor. Parecemos robots», dijo Burankitse a IPS al explicar su informalidad que exhibió en el parlamento portugués el viernes. Creyó necesario «convidar a todos los presentes a darse las las manos y a cantar por la paz», sostuvo.
«Lo que más necesitamos en el mundo de hoy es respetarnos los unos a los otros» porque «el otro» es siempre «un hermano», dijo.
La tutsi Burankitse se distinguió por salvar miles de vidas de niños, muchos ellos hijos de guerrilleros de etnia hutu, mayoritaria en Burundi, quienes combaten a la elite tutsi en el poder.
La historia de la guerra civil en Burundi «ha sido terrible, pues existe un puñado de personas que no desea abandonar sus privilegios».
«El problema podría empezar a encontrar una vía de solución si muchos países no vendiesen armas a las fracciones rivales de este guerra olvidada, que ya causó más de 300.000 muertes», afirmó Burankitse.
«Muchas veces yo pregunto a los gobernantes para qué necesitan de armas, si es para defender al pueblo o para proteger su propio poder», sostuvo la activista, quien sufrió en 1993 la pérdida de su familia, masacrada por una banda de campesinos hutu.
A pesar de ello, insistió en que «la historia nos obligará» a hutus y tutsis «a compartir el país, porque el ser humano es sagrado, tiene sólo un Dios, sea cristiano, musulmán o cualquier otro».
En su largo trayecto desde 1993, Burankitse logró apoyo económico internacional para la construcción de 76 residencias dedicadas a la reintegración social de miles de niños.
Este es el segundo premio internacional que recibe, luego del concedido por el gobierno de Francia en 1998, en ocasión de los 50 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero esos galardones no son para ella un salvavidas.
Dos veces por semana, Burankitse arriesga su vida recorriendo peligrosos caminos, atravesando varias aldeas donde incluso las más temerarias entre las organizaciones no gubernamentales suspendieron toda actividad por falta de seguridad.
Lo hace «porque no podemos continuar como estamos». «Somos todos hijos de una misma patria, tutsis y hutus, siete millones de cristianos, todos hijos de Dios».
Para Mario Soares, el galardón que recibió es «un gran honor», pues es compartido «con una voz de Africa, una voz expontánea de ese continente que tanto amamos».
Soares compartió varias veces las celdas de la dictadura de Salazar con líderes independentistas de las entonces colonias portuguesas de Africa (Angola, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Mozambique y Santo Tome-Principe), de la ex India portuguesa (Goa, Diu y Damao) y de Timor Oriental.
Esas relaciones aún perduran medio siglo después.
Ya en 1970, exiliado en Francia, «comparecí ante el Consejo de Europa para ofrecer mi testimonio contra el gobierno portugués por las masacres en Wiryamy», en Mozambique, ocurridas dos años antes, recordó Soares a IPS.
El Centro Norte-Sur del Consejo de Europa, con sede en Lisboa, «fue una idea de mi amigo» el fallecido ex canciller aleman Willy Brandt» y su acción «es de vital importancia para que en Europa, se conozca la realidad del Sur del mundo, tantas veces relegado y olvidado». (FIN/IPS/mdq/mj/ip hd/00