/BOLETIN-AMBIENTE/ MEXICO-EE UU: Los frijoles de la discordia

Un tipo de frijol, cultivado por siglos en México, es desde 1999 patente exclusiva de una empresa de Estados Unidos, ante lo cual surge la pregunta de si se trata de un caso biopiratería o es sólo el fruto de honestos esfuerzos de la firma extranjera.

Patentar un frijol mexicano demuestra que la biopiratería puede llegar a extremos absurdos, dijo a IPS Silvia Ribeiro, representante para América Latina de la no gubernamental Fundación Internacional para el Avance Rural (RAFI, por sus siglas en inglés).

Biopiratería es un término acuñado por grupos ecologistas para definir la presunta práctica de firmas del Norte industrializado de registrar como propios conocimientos ancestrales sobre plantas y otros seres vivos originarios del Sur en desarrollo.

Portavoces del gobierno de México anunciaron a fines de octubre que promoverán un juicio en Estados Unidos para defender el patrimonio de su frijol, anular la patente entregada en este caso a la firma estadounidense POD-NERS y respaldar a los agricultores.

En América Latina se discute lo que en el argot científico se conoce como bioprospección, que impone algunos candados legales a esas prácticas, pero la mayoría de los expertos coinciden en que aún hay mucho por hacer.

Con la bioprospección se recolecta, clasifica y, si es del caso, altera los principios activos o derivados de especies vegetales y animales para obtener con ellos medicamentos, alimentos y sustancias para elaborar decenas de productos comerciales.

La reacción del gobierno de México a la patente entregada en Estados Unidos siguió al bloqueo impuesto desde comienzos de año a la venta de frijol amarrillo mexicano en el país vecino del norte.

La exportación se detuvo debido a un acción legal interpuesta por POD-NERS, la cual aduce que el frijol amarrillo vendido por los mexicanos infringe una patente que les pertenece en forma exclusiva.

En 1994, el presidente de POD-NERS, Larry Proctor, compró un paquete de frijoles en el norte de México y lo llevó a su país.

De ese paquete seleccionó los granos amarillos y los cultivó, luego tomó los de mejor aspecto hasta lograr, mediante cruces, lo que describió como una población uniforme y única de frijoles amarillos.

En 1996 solicitó la patente, que le fue otorgada en abril de 1999 con el nombre de Enola.

Proctor aduce que en Estados Unidos es ilegal que cualquier otra firma o persona compre, venda u ofrezca frijoles amarillos, pues viola su propiedad, creada y registrada luego de un «largo trabajo».

Cuando se informó la causa del bloqueo de algunas ventas de frijol «no lo podíamos creer, pensamos que era una broma», comentó Rebecca Gilliand, presidente de la empresa estadounidense Tutulli Produce, una importante compradora de frijol amarrillo mexicano.

«Es claro que Proctor no logró una variedad exclusiva de frijol, lo único que hizo fue cultivar algunas semillas de forma normal y hacer cruces, tal como se lo hace en México desde hace siglos», afirmó Ribeiro, de RAFI.

El estatal Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias de México realizó un estudio del código genético de la variedad Enola y concluyó que es idéntica a otras cultivadas en este país.

Los frijoles son en el territorio mexicano, desde la época prehispánica, una de las principales fuentes de alimentación de sus habitantes.

México deberá gastar unos 200.000 dólares en el proceso judicial en Estados Unidos para comprobar que Enola no merece una patente y que ésta debe ser anulada, dinero perdido para demostrar algo lógico y obvio, dijo Ribeiro.

RAFI, con sede en Canadá, se dedica a investigar y realizar campañas contra la biopiratería en los países en desarrollo.

Ribeiro agregó que lo ocurrido con Enola es una demostración de lo frágiles o inexistentes que son las normas internacionales para regular las patentes de seres vivos y de lo desprotegido que están los países en desarrollo frente a la biopiratería.

«La patente de Enola es apenas un caso más de una larga lista de abusos», sostienen documentos de RAFI.

Frijoles mexicanos, arroz del sudeste asiático, quinua boliviana, ayahuasca amazónica y garbanzos de la India son algunos de los casos notorios de solicitudes de propiedad intelectual presentados en los países industrializados. (FIN/IPS/dc/dm/en/00

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