Edmond Reginold, un sacerdote católico de gruesas gafas, usa su sotana sólo en la iglesia o cuando viaja a Wanni, el área controlada por los rebeldes Tigres para la Liberación de la Patria Tamil, 350 kilómetros al norte de la capital de Sri Lanka.
El hábito religioso permite a Reginold entrar y salir de una región que ha sido escenario de las peores batallas durante los 17 años de guerra civil. Los separatistas Tigres y las tropas gubernamentales lo dejan circular dentro y fuera de Wanni.
Reginold es una figura familiar en Wanni, cuando se desplaza en su pequeña motocicleta propulsada con querosene en busca de niños, mujeres y ancianos traumatizados por la violencia étnica.
"Esta gente necesita mucha ayuda", afirmó el sacerdote durante uno de sus visitas a Colombo. Con la colaboración de un grupo de voluntarios, dirige el único centro de apoyo psicológico en Wanni.
Casi 500.000 personas viven en el territorio controlado por los Tigres, que luchan por la creación de un estado independiente para la minoría étnica tamil en el norte y el oriente de esta nación insular del Océano Indico.
La mayoría de la población de Sri Lanka pertenece a la etnia cingalesa, que controla el gobierno y el ejército, pero no ha podido sofocar la rebelión.
Wanni está sometida hace diez años a un severo bloqueo económico, con el que las autoridades pretenden cortar el apoyo a los los guerrileros tamiles.
Reginold se contaba entre las 350.000 personas que huyeron hace cinco años a Wanni desde la septentrional península de Jaffa, tras sangrientos combates entre el ejército y los insurgentes. Jaffa era el baluarte de los Tigres, pero cayó en manos de las tropas gubernamentales.
Muchos residentes de Wanni fueron obligados más de una vez a reasentarse. El ejército lucha hace cuatro años en esa área contra los Tigres para despejar la carretera que lleva a Jaffna.
La batalla ha obligado a decenas de miles de civiles buscar refugio temporal en templos y escuelas.
"Todo este tiempo hemos trabajado estrechamente con la población (de Wanni). Muchas personas que sufrían severa depresión intentaron suicidarse», dijo Reginold, un consejero profesional entrenado. Su equipo está compuesto por 10 mujeres y 10 hombres, todos jóvenes, a quienes formó para la tarea.
El sacerdote usa la pintura y la música como terapia para los niños. "Es muy eficaz. Los dibujos revelan si sus autores padecen algún traumatismo", explicó. La guerra civil ha dejado huérfanos a miles de niñas y niños en Wanni.
Durante la sesión de terapia, la mayoría de los niños dibujan escenas de guerra y quedan asombrados ante la imagen de un tren. Una vía férrea corre a través de Wanni, pero ellos jamás habían visto ningún ferrocarril, pues la línea está cerrada desde que comenzaron las hostilidades.
"Cuando nos concentramos en los niños, lo hacemos sobre toda una generación", dijo Reginold, quien tambien perdió a un familiar en la guerra.
El sacerdote y su equipo buscan sus pacientes en hospitales, escuelas y hogares para ancianos. En las escuelas, hablan con los alumnos, identifican sus problemas y les explican cómo pueden superarlos.
Tambien realizan cursos para maestros preescolares, trabajadores de la salud y asistentes que atienden niños en sus casas, para ayudarlos a enfrentar problemas psíquicos.
"Hablamos de una vasta área. Los pacientes no pueden venir a nuestro centro, porque el transporte es otro problema deprimente en Wanni. Nuestros consejeros identifican los casos sobre el terreno y me informan", explicó. Su centro terapéutico es una simple choza de barro con techo de hojas de palma.
Los integrantes de su equipo cubren entre 30 y 40 kilómetros diarios en bicicleta para visitar a quienes necesitan ayuda. Las motocicletas son muy costosas, porque el litro de querosene se vende a 2,70 dólares.
El alto precio del carburante es resultado del embargo económico impuesto por el gobierno a las zonas en que se concentran los guerrilleros separatistas. En el resto del país, el querosene se vende a menos de un décimo de lo que cuesta en Wanni.
El bloqueo ha afectado los medios de subsistencia locales y la atención médica básica. La prohibición de vender equipos de pesca y fertilizantes agrícolas ha hecho difícil a los lugareños ganarse la vida.
La mayoría de los residentes de Wanni son campesinos o pescadores que huyeron de Jaffna cuando esa ciudad portuaria cayó en manos del gobierno.
La venta de gasolina y diesel está racionada. Tambien está prohibido vender baterías eléctricas, por temor a que caigan en manos de los rebeldes, como tambien algunos medicamentos y equipos médicos. Miles de niñas y niños sufren desnutrición, los hospitales están colmados y los médicos son escasos.
Para Reginold, mantener su contacto con Colombo es crucial. El sacerdote llega a la capital cuando puede. Una vez que consigue el permiso de los rebeldes, toma un pase militar de un día para entrar en Vavuniya, el bastión más cercano del ejército, donde debe solicitar otro salvoconducto para seguir su viaje en dirección sur, a Colombo.
Esta vez le demandó más de 10 días obtener el pase en Vavuniya. En Colombo, apenas llega, debe registrarse en la comisaría policial del área donde tiene previsto permanecer. Para cualquier otro habitante de Wanni, semejante peregrinar es un sueño imposible.
Pero todos esos trámites «valen la pena», afirma Reginold. «Compro libros para mis colegas y encuentro a personas que empeñadas en la misma tarea que yo», explicó. (FIN/IPS/trad- eng/rs/mu/ego-ff/hd/00