El plagio cometido en su primera novela por una conocida periodista de España destapó también el trabajo de los «negros», como se denomina en este país a los escritores «fantasma», que redactan obras para que las firmen otros.
El semanario Interviú reveló en su última edición que la popular periodista Ana Rosa Quintana, presentadora del programa «Sabor a ti» del canal de televisión Antena3TV, plagió párrafos enteros de una novela estadounidense en su libro «Sabor a hiel», publicada por la editorial Planeta.
Al defenderse, Quintana dijo que su computadora le jugó una mala pasada, fruto de su falta de experiencia informática, y que unos escritos que tenía solo para documentarse se le escaparon y aparecieron en el texto que finalmente envió a Planeta.
Anunció también que, aunque ya se habían vendido más de 100.000 ejemplares, saldría una nueva versión con las correcciones correspondientes.
El máximo ejecutivo de Planeta, José Manuel Lara, señaló a su vez que su empresa confía plenamente en sus autores y no puede hacerse responsable de los originales que recibe. «Es imposible controlar que estos plagios no se repitan», agregó.
La explicación de Quintana no resiste la comparación entre lo escrito por la estadounidense Danielle Steel en la novela «Album de familia» y lo que aparece en «Sabor a hiel».
Steel, por ejemplo, escribió: «Si me colgaran una barquilla de los tacones, me podrían alquilar para hacer vuelos turísticos sobre Los Angeles». El libro de Quintana dice: «Si me colgaran una barquilla de los tacones me podrían alquilar para hacer vuelos turísticos sobre el palacio de Oriente y el Madrid de los Austrias».
La frase es idéntica, excepto los nombres de lugares, la ciudad estadounidense de Los Angeles en la novela de Steel y madrileños en «Sabor a hiel».
Este no es el único ejemplo. En 24 de las 236 páginas hay párrafos que parecen copiados, casi todos de manera textual, aunque se cambiaron los nombres de los personajes, también para españolizarlos.
Ante tantas evidencias, el interrogante no es si Quintana plagió, sino «si escribió el libro», observó el escritor Juan José Millás.
«Lo de Ana Rosa es un plagio consciente, un calco que ningún escritor se habría atrevido a perpetrar con tanta insolencia», sostuvo Millás en un artículo publicado en el matutino madrileño El País.
Ese tipo de plagio «sólo lo hace el 'negro', que recibe poco dinero y ninguna gloria por el trabajo que lleva a cabo para otro».
El también periodista y escritor Raúl del Pozo admitió haber trabajado de «negro», así como Carlos Luis Alvarez, «Cándido», presidente de la Asociación de Periodistas Europeos.
Cándido contó en sus memorias que en 1956 escribió el libro que bajo el título de «Los mártires de la Iglesia» fue publicado bajo la firma de fray Justo Pérez de Urbel, un sacerdote que luego fue abad del Valle de los Caídos, donde está la tumba del ex dictador Francisco Franco, a 80 kilómetros de Madrid.
El descubrimiento del plagio en «Sabor a hiel» hizo que afloraran muchos recuerdos de situaciones similares.
El propio Cándido recordó que el escritor y filósofo Eugenio D'Ors escribió de
Cándido recordó una chiste del escritor y filósofo Eugenio d'Ors (1881-1954), según el cual el ministro franquista Eduardo Aunós (1894-1967) habría tenido una gran cultura si leyera todos los libros que había escrito o firmado.
El periodista Francisco Perejil citó a Alejandro Sawa (1862- 1909), quien le reclamó a Rubén Darío (1867-1916) en una carta el pago de numerosos artículos que había escrito para que el poeta nicaragüense los firmara como suyos.
Pero los «negros» no solo trabajan para escritores y periodistas.
En mayo de 1983, el rey Juan Carlos de España leyó en Brasil un discurso idéntico a un artículo firmado por el entonces presidente del gobierno español, Felipe González, publicado en el semanario francés Le Monde Diplomatique pocos días antes.
Un periodista que cubría la gira advirtió el «plagio». Un funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores español usó el mismo texto para el discurso, quizás pensando que Brasil está lejos de Francia y que nadie se daría cuenta.
En el ambiente periodístico y literario se comenta que muchas grandes firmas utilizan «negros». Tanto, que el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua hace años que en una de las acepciones de la palabra «negro» define: «El que hace trabajos literarios que firma otro».
Los anglosajones, según el escritor catalán Octavi Martí, son menos racistas a la hora de denominar a quien escribe por un salario para que otro firme: «ghost writer». Traducido al español como «escritor fantasma», ese término se emplea en toda América Latina, si bien no es aceptado por la Academia.
Los chilenos lo designan con un cierto humor: «medio pollo».
«Fantasma», «medio pollo» o «negro», quien escribió para Ana Rosa Quintana le hizo un flaco favor. (FIN/IPS/td/mj/cr/00