El tema de la droga tiene dos escenarios en Perú: la batalla contra la producción y el tráfico de cocaína, y la lucha para contener la expansión del consumo, en especial entre los jóvenes.
En la lucha contra la producción y exportación de pasta básica de cocaína, el gobierno ha obtenido en los últimos años el reconocimiento de la comunidad internacional por haber reducido en casi 60 por ciento los cultivos ilegales de coca.
Pero pese a la intensa campaña desplegada durante más de una década, el consumo de drogas muestra un constante incremento, convirtiéndose en uno de los problemas más graves en la sociedad peruana.
«El gobierno, con apoyo de la comunidad internacional, destina cientos de millones de dólares para combatir la producción y exportación de cocaína, acción que protege a la población de otros países, pero no consigue prevenir el consumo local», dijo Matilde Borea, asesora social de un municipio limeño.
Por su parte, Ricardo Soberón, experto en políticas sobre control de drogas e interdicción, comentó que la rápida expansión del consumo de drogas en Perú está creando una nueva criminalidad que se expresa en mayor violencia delictiva.
En Lima, una ciudad de ocho millones de habitantes, «en los últimos 12 meses han aumentado los centros de microcomercialización de drogas y surgieron numerosos nuevos puntos de redistribución de cocaína y pasta básica de cocaína», agregó el experto.
Un grupo de médicos del Hospital Almenara, dirigido por los psiquiatras Humberto Napurí y Carlos Lizarraga, presentó una explicación sobre el fracaso de la campaña de prevención de drogas, en el Congreso Latinoamericano de Psiquiatría, realizado del 21 al 23 de septiembre en Lima.
La campaña de prevención antidrogas en Perú fracasa hasta ahora por un importante error estratégico, que consiste en considerar a la drogadicción como un vicio y desconocer que se trata de una enfermedad, según Napurí, jefe del Servicio de Farmacodependencia del Hospital Almenara.
«Tras 16 años de intensivos esfuerzos de prevención antidrogas en las principales ciudades de Perú, resulta evidente que la campaña no ha conseguido los resultados propuestos, pues el consumo entre adolescentes y maduros jóvenes aumentó considerablemente en ese lapso», afirmó el experto Alberto León.
La prevalencia del consumo de drogas ilícitas en Lima aumentó de nueve por ciento en 1995 a 16,1 por ciento en 1999, señaló el Centro de Información y Educación para el Consumo de Drogas (Cedro), la principal organización no gubernamental (ONG) dedicada a la prevención.
Un estudio epidemiológico realizado en 1998 por el Ministerio de Educación con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para la Fiscalización Internacional de las Drogas (PNUFID), reveló que el consumo es poco significativo en el nivel primario, pero es «preocupantemente creciente» en la educación secundaria.
Según dicho estudio, 20,91 por ciento de adolescentes declararon conocer la marihuana, 26,47 por ciento la pasta básica de cocaína y 17,42 por ciento los pegamentos de uso industrial.
«La constatación de este fracaso obliga a las autoridades, y a las ONG que participan en la lucha contra el consumo de drogas, a buscar explicaciones para rectificar la estrategia hasta ahora seguida», comentó el sociólogo Raúl Serrano, investigador de Cedro.
«Si bien todos los recursos parecen insuficientes frente a las crecientes dimensiones del problema, desde el punto de vista técnico, la difusión de la campaña es excelente (…) pero los resultados no se dan», añadió el experto.
Según cifras aportadas por diversos organismos gubernamentales y ONG, la adicción a las drogas entre jóvenes y adultos jóvenes de Lima creció 10 por ciento en los últimos cuatro años.
El estudio realizado por el equipo del Hospital Almenara encontró que la mayor parte de los jóvenes que consumen drogas regularmente en la capital peruana conocen la campaña gubernamental para disuadir el consumo.
«Es evidente que dichos jóvenes han sido blanco de la campaña, pues recuerdan y pueden repetir las frases destinadas a disuadirlos de consumir drogas, pero es obvio que hacen caso omiso de ella», señaló Napurí.
«En consecuencia, encontramos necesario establecer por qué la campaña de persuasión antidrogas no obtiene los resultados para los que fue diseñada, para proponer la corrección de sus lineamientos generales», añadió.
Las encuestas realizadas por el equipo psiquiátrico revelaron que entre los estudiantes de secundaria en colegios estatales de Lima, el 58,8 por ciento considera la drogadicción como un vicio, y sólo el 15 por ciento la reconoce como un enfermedad.
El 80 por ciento de los jóvenes suponen que para dejar la droga se necesita «fuerza de voluntad» y únicamente el 12,4 por ciento opina que es conveniente recurrir a la ayuda médica.
Entre los factores de iniciación en el consumo de droga, los jóvenes encuestados señalaron que el 66,7 por ciento lo hace «por problemas personales» y el 26,8 por ciento para «imitar a sus amigos».
«Estas respuestas revelan un error de concepto en la campaña de propaganda disuasiva, que se basa en la frase 'a las drogas dile no', como si el problema fuera un asunto de voluntad, es decir una decisión que debemos recomendar a los jóvenes que adopten», comentó Lizarrraga.
«Si seguimos considerando la drogadicción únicamente como un vicio, seguiremos basando la campaña en una apelación a los valores éticos, que son importantes pero insuficientes en este caso», añadió.
El médico concluyó que si se modifica el enfoque y se considera la drogadicción como una enfermedad, se obtendrá de los padres, educadores e incluso de los propios jóvenes, «mejores condiciones para que recurran a la atención médica necesaria». (FIN/IPS/al/ag/ip he/00