BRASIL: Combatir lavado de dinero es la mejor arma antidrogas

Luchar con eficacia contra el narcotráfico es muy sencillo, ya que sólo basta reprimir el lavado de dinero, afirmó hoy el general Alberto Cardoso, jefe del Gabinete de Seguridad Institucional (GSI) de Brasil.

Atacar el movimiento financiero ilegal significa «golpear donde ese tipo de crimen es más vulnerable», explicó el militar en rueda de corresponsales extranjeros, ante los cuales también restó importancia a los efectos que pueda acarrear la ejecución del plan antidrogas de Colombia en la frontera brasileña.

También ubicó a «la prevención, la reducción de la demanda», como otra acción indispensable para el éxito en la lucha contra las drogas ilícitas.

El GSI, directamente vinculado a la Presidencia de Brasil, comprende a la Agencia Brasileña de Inteligencia, organismo de informaciones para defensa del Estado, y la Secretaría Nacional Antidrogas, que coordina acciones preventivas y de tratamiento de drogadictos.

La secretaría, creada en 1998, respondía en un comienzo también por la coordinación de la represión a las drogas hasta que este año pasó a la órbita del Ministerio de Justicia, como parte de un Plan Nacional de Seguridad Pública.

El general Cardoso también se refirió al llamado Plan Colombia, de lucha contra el narcotráfico en ese país con ayuda especial de Estados Unidos.

Señaló que el gobierno brasileño encara ese programa como cualquier otra cuestión interna y «soberana» de un país vecino, al que Brasil apoyará si se lo solicita y en lo que considere de acuerdo a sus intereses.

Es «muy baja la probabilidad» de que ocurran consecuencias serias para Brasil a partir de esa ofensiva colombiana contra el narcotráfico, evaluó Cardoso.

A pesar de ello existe preocupación en Brasilia respecto de los posibles efectos de la ejecución del programa colombiano, como el ingreso de traficantes y el traslado de la producción de drogas a territorio brasileño, el cruce posible de las fronteras por campesinos amenazados por el conflicto y daños al ambiente.

El temor surge del uso de hongos para destruir plantaciones de coca, que pueden contaminar las nacientes de ríos que componen la gran cuenca amazónica y cuyas aguas fluyen hacia este país, señaló el general.

Sin embargo, el gobierno colombiano de Andrés Pastrana aseguró que no empleará esa arma bacteriológica, añadió.

El componente militar constituye una parte del plan de Pastrana, que tiene un costo de 7.500 millones de dólares y que contempla además la recuperación de la economía y la reducción de la pobreza, en especial en áreas de producción de coca.

Las fuerzas armadas colombianas, asistidas por Estados Unidos, se encargarán de apoyar la destrucción de las plantaciones, lo cual puede provocar reacciones de los traficantes de drogas y de las guerrillas.

Esa ofensiva se desarrollará probablemente a partir de enero, en los departamentos colombianos de Putumayo y Caquetá, lejanos de la frontera con Brasil, observó el general Cardoso.

Agregó otros factores que hacen muy limitadas la probabilidad de extensión del conflicto en ese país a Brasil. Señaló la capacidad de respuesta de sus militares, lo inadecuado del suelo brasileño para la producción de coca y el desinterés de la guerrilla en abrir un frente de lucha en el exterior de Colombia.

Las fuerzas armadas brasileñas tienen destacados en la Amazonia unos 22.000 efectivos, 6.000 de ellos en las fronteras, a lo cual se han agregado algunos controles policiales, pero siempre de acuerdo al nivel moderado de riesgos en la región, informó el jefe del GSI.

La ayuda de 1.300 millones de dólares de Estados Unidos para el Plan Colombia responde a su «genuino interés en estancar la oferta de drogas que amenazan las estructuras sociales y la democracia», opinó el general.

El narcotráfico es un crimen internacional practicado por grupos que «buscan ejercer control social» y desarrollan sus estrategias, comentó.

Por eso, calificó de «terrorismo» algunas acciones de traficantes en Río de Janeiro, que este año asesinaron decenas de policías.

Es evidente la intención de «actuar psicológicamente sobre sectores determinados, atemorizándolos, eliminando personas seleccionadas», una característica de la acción terrorista, explicó.

Cardoso opinó que la violencia que afecta la sociedad en Brasil y en otros países, en gran parte vinculada al consumo de drogas, es producto de la «pérdida de valores éticos».

El consumismo ganó terreno antes ocupado por las religiones, «en occidente y en el oriente occidentalizado», generando el abandono de los «principios trascendentales de la vida, la dimensión espiritual», lamentó.

Atacar la raíz de los problemas exige una «cruzada» para el restablecimiento de los valores, «sin ser moralista», opinó. Para eso recomienda educación y fortalecimiento de la familia y de las religiones. (FIN/IPS/mo/dm/ip/00

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