La creciente concentración de poder y riqueza en la industria del petróleo es perjudicial para el ambiente, las comunidades y los consumidores de todo el mundo, advirtieron activistas tras el anuncio esta semana de la unión de dos grandes empresas petroleras.
Chevron Corporation acordó el día 15 adquirir a Texaco Inc. por 36.000 millones de dólares, lo que dará lugar a la cuarta mayor compañía petrolera del mundo.
La propuesta de adquisición coincide con precios récord del petróleo en una década y ganancias también récord de las empresas petroleras.
Se prevé que ambas firmas serán obligadas a vender parte de sus activos para obtener la aprobación de la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos.
Aunque todavía queda un largo camino por recorrer antes de la aprobación, lo más probable es que ésta sea concedida sin obstáculos, dado que fusiones aún mayores de compañías petroleras obtuvieron la luz verde.
British Petroleum Amoco y ARCO (Atlantic Richfield Company) obtuvieron en abril la aprobación de la Comisión Federal de Comercio para la combinación de sus compañías, que creará un grupo valuado en 200.000 millones de dólares.
Y a fines de 1999, el organismo aprobó la fusión de Exxon Corporation y Mobil Corporation por 82.000 millones de dólares.
Grupos de defensa de los consumidores y del ambiente temen por igual la concentración de poder resultante de estas fusiones.
Los activistas arguyen que las uniones están deshaciendo la historia al reponer algunas de las piezas del imperio de Standard Oil, que fue dividida en 34 empresas por la Corte Suprema de Estados Unidos en 1911.
Exxon era originalmente Standard Oil de Nueva Jersey, mientras Mobil era la Standard Oil de Nueva York. Atlantic Refining era una de las empresas resultantes de la división de Standard Oil, y en 1965 se cambió su nombre por el de ARCO.
Standard Oil de California fue redenominada Chevron, mientras Standard Oil de Indiana fue redenominada Amoco. En 1987, Standard Oil de Ohio fue adquirida por British Petroleum.
Esta tendencia hacia la consolidación aumenta el poder de las grandes empresas para influir en políticas de ambiente y energía, advirtió Wenonah Hauter, directora del Proyecto de Energía del Ciudadano Público.
La mayoría de las empresas recientemente fusionadas participaron de campañas contra el acuerdo internacional sobre cambio climático conocido como Protocolo de Kyoto, que exige a los países industrializados reducir sus emisiones de gases de invernadero, causados por la combustión de carbón y petróleo.
La influencia de las compañías petroleras sobre los legisladores estadounidenses a través de contribuciones económicas para las campañas y movimientos de presión impide la ratificación del protocolo, y a medida que se unen, su opinión es todavía más dominante.
En lugar de disminuir el uso de petróleo, esas poderosas firmas «influyen en las políticas públicas para que haya más subsidios y exoneraciones impositivas para la industria petrolera, y presionan para perforar áreas ambientalmente sensibles», dijo Hauter.
Además, la consolidación mundial de la industria petrolera facilita el mantenimiento de los precios altos a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), señaló James Love, director del Proyecto de Consumidores sobre Tecnología, con sede en Washington.
«OPEP se beneficia de la concentración de poder de las petroleras, porque les facilita el control de las acciones privadas e incluso solicitar cooperación de los principales actores privados», declaró Love a la prensa.
Algunos políticos también expresaron preocupación por las fusiones.
«Dado que las ganancias de las empresas petroleras aumentaron más de 300 por ciento el año pasado, cabe preguntarse si la industria no se está volviendo demasiado poderosa», declaró Chris Lehane, portavoz del vicepresidente y candidato presidencial demócrata Al Gore, tras el anuncio de la unión de Chevron y Texaco.
Pese a la vinculación familiar de Gore con Occidental Petroleum, el candidato presidencial adoptó un discurso populista y advirtió varias veces en su campaña que las compañías petroleras han adquirido demasiado poder.
Grupos ambientalistas afirmaron que la fusión de Chevron y Texaco unió a dos «empresas criminales» con malos antecedentes en materia de ecología y derechos humanos.
Ambas compañías enfrentan demandas judiciales en Estados Unidos por operaciones en el exterior supuestamente causantes de violaciones a los derechos humanos y abusos ambientales.
«Las autoridades raramente consideran estos hechos cuando deben aprobar fusiones y adquisiciones, pero deberían hacerlo», exhortó Danny Kennedy, director ejecutivo de Project Underground, un grupo ambientalista con sede en California.
Chevron enfrenta un juicio ante un tribunal federal, acusado de proveer al ejército de Nigeria armas que fueron utilizadas para atacar a manifestantes contra las empresas petroleras en 1998.
Así mismo, Chevron está acusada de ayudar a los militares en un ataque contra las aldeas de Opia e Ikeny, en la región del delta del Níger.
Mientras, Texaco enfrenta una acción colectiva presentada por grupos indígenas de Ecuador que acusaron a la empresa de contaminar deliberadamente su hábitat.
Según Judith Kimerling, una abogada que documentó el impacto del desarrollo petrolero en la Amazonia ecuatoriana en su libro «Crudo amazónico», Texaco descargó cada día más de 16 millones de litros de líquido altamente tóxico en la selva tropical, mientras extraía miles de millones de litros de crudo.
Los demandantes arguyen que Texaco, que niega todos los cargos, ignoró todas las normas industriales y en lugar de reinyectar los desechos en el suelo, los virtió en pozos mal hechos y finalmente los residuos se filtraron hacia ríos y arroyos.
Paulina Garzón, del Centro de Derechos Económicos y Sociales, de Quito, trabajó junto a comunidades indígenas en la documentación del impacto ambiental de las operaciones de Texaco.
«Ahora, lo primero que aclaran las empresas petroleras cuando llegan a Ecuador es que ellas no son como Texaco», dijo Garzón. (FIN/IPS/tra-en/dk/mlm/en-if/00