DESARROLLO: FMI, un tigre que cambia sus manchas

El Fondo Monetario Internacional (FMI) se preocupará más en la supervisión del sistema financiero mundial y menos en los préstamos, dijo hoy el presidente de la institución, Horst Koehler.

«Mi ambición no es tener más y más programas de crédito sino ubicar la prevención de crisis y la vigilancia en el centro de nuestras actividades», dijo Koehler en la apertura oficial de la reunión anual conjunta del FMI y el Banco Mundial en la capital de la República Checa.

«La atención del Fondo debe concentrarse con claridad en la promoción de la estabilidad macroeconómica como condición esencial para el crecimiento sostenido», dijo Koehler, quien asumió la Presidencia de la institución financiera internacional en mayo.

«Yo persigo este objetivo: el Fondo debe concentrarse en alentar políticas monetarias, fiscales y cambiarias adecuadas así como reformas estructurales», agregó.

Desde la crisis financiera que surgió en Asia en 1997 y se propagó a todo el mundo, los países industrializados, que poseen la mayoría de los votos en el FMI, procuran convertirlo en una institución de vigilancia que asesore a los inversores privados que se aventuren en los mercados emergentes.

Algunos también pretenden que el Fondo se transforme en un prestamista de último recurso en tiempos de crisis.

Para alcanzar sus nuevos objetivos, el FMI ya está tomando medidas para evaluar la vulnerabilidad de los países, con criterios internacionales y códigos en materia de política monetaria y fiscal, sistema bancario y regulaciones contables.

Estos criterios pueden ser impuestos a los países en forma de condiciones para el otorgamiento de préstamos.

No es claro el modo en que el FMI procura limitar su función como prestamista, pero anunció hace poco que abreviaría los períodos de repago de sus créditos más utilizados para desalentar su uso excesivo.

El período para los créditos de contingencia («stand by») se acortaría del actual máximo de cinco años a uno solo, y el del crédito de facilidades ampliadas se reduciría de 10 a siete años.

El FMI soporta creciente presión de movimientos civiles y países que reclaman un profundo alivio de la deuda externa de las naciones más pobres. Junto con el Banco Mundial, es responsable del programa denominado Iniciativa para los Países Pobres Altamente Endeudados.

El año pasado sumó a sus funciones la Facilidad para la Reducción de la Pobreza y el Crecimiento, también en conjunto con el Banco Mundial.

Los críticos afirman que estos programas le dieron a ambas organizaciones herramientas para manejar hasta el mínimo detalle programas enteros de desarrollo dedicados a las naciones pobres, así como para extender recetas microeconómicas a través de programas de ajuste estructural.

El problema es si muchos de los criterios y códigos que el FMI impulsa y que han sido aplicados por los países industrializados son adecuados para los países pobres, dado que se encuentran en distintas etapas de desarrollo, observó en un informe Angela Woods, del no gubernamental Proyecto Bretton Woods.

También es discutible si los países en desarrollo son capaces de implementar esos criterios o códigos o si debe darse prioridad al combate contra la pobreza.

Las funciones y operaciones del FMI han evolucionado de manera considerable desde su creación 55 años atrás, cuando su principal actividad era promover la estabilidad financiera internacional y alentar el crecimiento económico.

El informe de la Comisión Melzer, solicitado por el Congreso de Estados Unidos este año, propuso que el FMI deje la financiación a largo plazo al Banco Mundial y retorne a su papel original.

La Comisión también propuso que el FMI niegue financiación de emergencia en épocas de crisis a menos que los países cumplan con ciertas condiciones. Cabe recordar que Estados Unidos es el principal contribuyente, y por tanto con mayor influencia, en el organismo multilateral.

El FMI está mejorando su Línea de Crédito de Contingencia (LCC), que es un fondo habilitado a países de medianos ingresos que cumplan la condición de mejorar su economía. Creada el año pasado, la LCC no tuvo gran recepción.

La LCC pone la asistencia financiera a disposición de los países preocupados por la posibilidad de contagiarse, pero que no están ante una crisis inminente.

«Hay poca coherencia y coordinación entre las propuestas de reforma» del FMI, señaló Wood.

La activista sostiene que el organismo sólo intenta conformar a todos aceptando las tareas que se le asignan, sin importar si tiene la capacidad para desempeñarlas.

El resultado es que el FMI «tiene prioridades en conflicto y mecanismos inadecuados para resolver diversos problemas financieros», sostuvo.

Aunque la LCC ofrece una protección a los mercados emergentes, los países más pobres no tienen un fondo equivalente al que puedan recurrir en épocas de crisis financiera, aunque muchas desregularon sus mercados y reciben inversiones extranjeras.

Una de las fallas del proceso de reformas es que los países en desarrollo tienen poco poder para dirigirlo. Por ejemplo, Africa controla sólo cinco por ciento de los votos en el FMI, frente al 45 por ciento de los siete países más ricos del mundo reunidos en el Grupo de los Siete (G-7).

Los países pobres deben tener mayor influencia en el FMI y el Banco Mundial para que éstos puedan resolver los problemas de los países más pobres y permitir que la globalización beneficie a todos, exhortó el ministro de Finanzas de Sudáfrica, Trevor Manuel.(FIN/IPS/tra-en/gm/sm/mj-aq/dv/00

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