Las mujeres de Burundi refugiadas en campamentos de Tanzania sufren violencia conyugal y ataques sexuales de otros refugiados y hombres tanzanios, denunció hoy la organización de defensa de los derechos humanos Human Rights Watch (HRW).
El informe de 151 páginas publicado este martes elogia al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) por haber mejorado la situación de las mujeres en los campamentos durante los últimos dos años, pero insiste en que debe hacerse mucho más para protegerlas contra la violencia y los abusos.
"Cuando las mujeres de Burundi huyeron del conflicto interno de su país, esperaban encontrar seguridad y protección en los campamentos de refugiados", apuntó Chirumbidzo Mabuwa, autor del informe.
"Por el contrario, esas mujeres escaparon de un tipo de violencia para encontrarse con abusos peores en los campamentos de refugiados en Tanzania", agregó.
Ambos problemas -abusos maritales y ataques sexuales de otros hombres- se derivan en su mayor parte de la situación desigual de las mujeres en la sociedad burundiana, especialmente en áreas rurales como aquellas de donde huyeron la mayoría de las refugiadas, dice el informe.
Por ejemplo, las mujeres burundianas son las únicas responsables de obtener alimentos y leña, actividades que, en un remoto campamento de refugiados, pueden conducirlas a lugares peligrosos donde resultan vulnerables a los ataques.
Los hombres, por su parte, son tradicionalmente responsables de la construcción de la casa y de ganar dinero para el sustento, actividades que les son negadas por su condición de refugiados.
La frustración resultante, unida a un sentimiento de fracaso por la falta de protección adecuada a la familia, crea una mezcla explosiva.
Según varios estudios sobre familias de refugiados, la sensación de impotencia que aflige a los hombres en esa situación puede llevarlos a cometer violencia doméstica como una manera de recobrar el sentido del poder y el control.
Además, la sociedad tradicional de Burundi permite a los maridos usar el castigo físico para «disciplinar» a sus esposas cuando consideran que han actuado mal.
Los mecanismos comunitarios de mediación usados en los campamentos normalmente respaldan los poderes del marido, si bien el "abashingatahe", o árbitro, puede ordenarles que dejen de golpear a sus mujeres y las compensen con dinero o ropas.
El nuevo informe, titulado "En Busca de Protección: Violencia Doméstica y Sexual en los Campamentos de Refugiados de Tanzania", se divulgó en medio de negociaciones de paz en Arusha entre el gobierno del presidente Pierre Buyoya y más de una docena de partidos políticos tutsis y hutus.
Los observadores confiaban en que las conversaciones, que cuentan con la mediación del ex presidente sudafricano Nelson Mandela, podrían haber alcanzado un acuerdo de coparticipación de poderes a fines de agosto, cuando el presidente estadounidense Bill Clinton realizó su último viaje a Africa.
Se estima que murieron más de 200.000 personas durante la guerra civil de Burundi, que enfrentó al gobierno y el ejército liderado por tutsis con insurgentes hutus.
La composición demográfica de ese país centroafricano montañoso y densamente poblado, con 6,5 millones de personas, es similar a la de la vecina Ruanda, donde los tutsis constituyen el 14 por ciento de la población.
Alrededor de 320.000 burundianos, en su mayoría hutus, escaparon a la noroccidental Tanzania, donde viven en nueve campamentos de refugiados supervisados por ACNUR y el gobierno local. Ocho organizaciones no gubernamentales (ONG), tanzanianas e internacionales, también trabajan en los campos.
HRW comenzó a estudiar la situación en los campamentos en 1997 y llevó a cabo su primera misión allí a mediados de 1998. El grupo y otras ONG comprobaron que las mujeres burundianas sufrían altos niveles de violencia doméstica y agresiones sexuales, incluso violaciones de los propios refugiados y de habitantes locales.
La mayor parte de la violencia no doméstica se produce cuando las mujeres realizan sus tareas diarias, como la recolección de leña y verduras, o buscan trabajo en las aldeas vecinas.
Según un sondeo de 1998, realizado por Refugiados Internacionales, una de cada cuatro burundianas fue víctima de violaciones o intimidaciones sexuales.
A raíz de los informes de las ONG, ACNUR comenzó a corregir el problema de la agresión sexual mediante programas para llamar la atención sobre la violencia de género, asesoramiento a las víctimas y seguimiento de casos de violación con la policía y los tribunales, con auxilio de dos abogados tanzanianos.
HRW dijo que todas esas medidas constituyen "un paso en la dirección correcta" que, si resulta exitoso, podría ser incorporado a otros programas de ACNUR.
No obstante, el gobierno tanzaniano fue más lento en su respuesta, y el personal de los tribunales con jurisdicción sobre los campamentos se mostró incapaz de tratar casos de violencia contra mujeres.
"Reconocemos que durante décadas el gobierno tanzaniano ha abierto generosamente sus fronteras a cientos de miles de refugiados procedentes de Africa subsahariana, compartiendo sus limitados recursos e infraestructura", dijo Mabuwa.
"Sin embargo, sus obligaciones jurídicas internacionales exigen que brinde a esas mujeres refugiadas una asistencia legal mejor de la que poseen actualmente", agregó.
Sobre la cuestión de la violencia conyugal, que sigue vigente, Tanzania tampoco tiene una política con la cual responder al problema, dice el informe.
"En este punto, el único consejo que brinda ACNUR a su personal es ignorar virtualmente los casos de violencia doméstica", observó LawShawn Jefferson, subdirector de la división de derechos femeninos de HRW y uno de los investigadores del estudio.
"Es un problema cuyas consecuencias superan largamente las posibilidades de Tanzania", dijo.
Una de las principales causas de la violencia doméstica en los campamentos ha sido la distribución de los víveres que se entregan a cada jefe de familia.
En algunos casos, los jefes de familia, que tradicionalmente controlan los ingresos del hogar, venden alimentos por dinero, o los dan a sus nuevas amantes o segundas familias que formaron en los campamentos, dejando en completa indigencia a sus esposas e hijos, apuntó el informe. (FIN/IPS/tra-en/jl/da/ego/mlm/hd/00