/BOLETIN-AMBIENTE/ EEUU: Española protesta desde hace 19 años por el desarme nuclear

Día y noche, desde hace 19 años, la inmigrante española Concepción Picciotto ocupa un pequeño espacio en el pavimento frente a la Casa Blanca de Estados Unidos, desafiando el frío, el calor y el acoso policial en una cruzada personal por el desarme nuclear.

Picciotto mantiene la vigilia diaria por la paz mundial desde 1981, cuando Ronald Reagan entró por primera vez a la Casa Blanca como presidente. En noviembre, otro mandatario será elegido para sustituir a Bill Clinton, pero la activista seguirá en su lugar.

"Voy a continuar el tiempo que sea para detener las pruebas y la proliferación de las armas nucleares. Sacrifico y soporto muchas cosas, pero vale la pena", aseguró.

Su lucha diaria contrasta con la vida de Clinton, su vecino en la avenida Pennsylvania que ejerce enorme poder e influencia desde la mansión de 132 habitaciones y 200 años de antigüedad.

Picciotto, de 55 años, fue testigo de políticas como la Guerra de las Galaxias de Reagan, la firma de un tratado prohibiendo las pruebas nucleares en 1996 y la propuesta de Clinton de instalar un escudo misilístico por valor de 60.000 millones de dólares.

Tres meses después de que Picciotto instalara su campamento de protesta en enero de 1981, Reagan anunció su Iniciativa de Defensa Estratégica, apodada Guerra de las Galaxias, que consistía en instalar un sistema misilístico de defensa para proteger a Estados Unidos de un ataque nuclear.

El sistema misilístico de Clinton, que también pretende defender a Estados Unidos de la amenaza nuclear, podría estar listo en el 2005. Su construcción comenzaría en enero del 2001.

Para 1995 el gobierno de Clinton había acumulado más de 3.000 ojivas nucleares Trident, el mayor arsenal del mundo, apuntadas a una larga lista de objetivos en el mundo.

"Estados Unidos no desea el desarme atómico sino la supremacía nuclear", según el activista canadiense F.H. Knelman.

El presupuesto estadounidense de defensa fue de 285.000 millones de dólares en 1994, la extinta Unión Soviética gastó 77.000 millones y los presupuestos combinados de Iraq, Irán, Libia y Siria totalizaron 9.000 millones, informó Knelman.

"Algo debe hacerse para reducir y eliminar el peligro impuesto a la humanidad por esa locura nuclear", dijo Picciotto.

Picciotto se considera una "testigo" y cree con firmeza que su iniciativa ha tenido un impacto internacional ya que aproximadamente 6.000 turistas que visitan todos los días la Casa Blanca la ven empuñando sus carteles.

"Gente de todo el mundo dicen haberme visto por televisión y escuchado mi mensaje…, me hacen sentir muy satisfecha", dijo.

Sin embargo, su existencia no es fácil. Su presencia frente a la Casa Blanca es una fuente de irritación y fastidio para las autoridades federales. Desde que llegó a la cuadra en 1981, el Servicio de Parques Nacionales decretó una impresionante cantidad de reglas para limitar su capacidad de protesta.

Los coloridos carteles de Picciotto no pueden exceder los dos metros de altura y el pavimento directamente frente a la Casa Blanca está vedado a las manifestaciones, por lo cual se vió obligada a instalarse calle por medio en 1983.

Tampoco le está permitido acostarse a dormir por la noche en su improvisado campamento, ya que se considera ilegal, y por ese motivo fue arrestada ocho veces.

Son esas restricciones a su libertad que Picciotto califica de "tortura". La primera enmienda constitucional le garantiza el derecho de expresión, pero las disposiciones federales limitan el alcance de su protesta.

Picciotto es una mujer pequeña, de 1,60 metros de altura y con gran dominio del inglés a pesar de su perceptible acento español. Nació en Vigo y emigró a Estados Unidos cuando tenía 18 años. Trabajó en el consulado de España en Nueva York, se enamoró de un hombre de negocios italiano y se casó a los 21 años.

Pero una amarga separación le costó la casa, su hija y su trabajo. La batalla legal la llevó a Washington, donde buscó la ayuda de su congresista. Como no tuvo éxito, trasladó la lucha a los portones de la Casa Blanca.

Allí conoció a otros manifestantes, especialmente su amigo William Thomas, que influyó en su cruzada contra las armas nucleares. Desde entonces, los guardias frente a las puertas de la Casa Blanca toleran su pasiva protesta.

Si Picciotto pudiera tener cinco minutos con su nuevo vecino, el mandatario electo en noviembre, le diría que Estados Unidos debe liderar el camino al desarme nuclear y hacer que el mundo cese las pruebas atómicas.

La activista dijo que seguirá en la avenida Pennsylvania hasta que el mundo sea tan seguro como para suspender su protesta. Pero como el escudo nuclear estadounidense aún sigue en la etapa de prueba y otras potencias amenazan con escalar la carrera armamentista, probablemente permanecerá aquí por mucho tiempo. (FIN/IPS/tra-en/ab/da/ego/aq/ip/00

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