ARGENTINA: Una Alianza con fatiga temprana

La Alianza, en el gobierno de Argentina desde hace ocho meses, cumplió hoy tres años de vida en medio de la decepción de muchos votantes que confiaban en un rápido y profundo proceso de reforma social.

"Yo esperaba mucho más de la Alianza, y lo que me preocupa no es que no haya tenido tiempo suficiente sino que no está decidida a cambiar las cosas como había prometido", fue el resumen más claro de esa desilusión, expresado a IPS por Francisco Dos Reis, directivo de una pequeña industria.

Las encuestas de opinión revelan que el gobierno de Fernando de la Rúa ha perdido apoyo popular en forma constante desde que asumió el 10 de diciembre.

La misma tendencia a la baja presenta la imagen de los dirigentes más representativos de la coalición conformada por la socialdemócrata Unión Cívica Radical (UCR) y el centroizquierdista Frente País Solidario (Frepaso).

De la Rúa, que al asumir tenía una imagen positiva cercana a 70 por ciento en casi todas las consultas, hoy oscila entre 40 y 54 por ciento, mientras que su gestión es calificada de "incorrecta" por la mayoría de los encuestados.

Lo mismo ocurre con otros destacados fundadores de la Alianza. Es el caso de la ministra de Desarrollo Social, Graciela Fernández Meijide, considerada hasta el año pasado una de las dirigentes con mayor prestigio, quien no llega hoy a los dos dígitos de apoyo, según un estudio de la firma Analogías.

La Alianza nació el 2 de agosto de 1997 del acuerdo entre la centenaria UCR y el Frepaso, una agrupación integrada por pequeños partidos de centro y de izquierda, para constituirse en forma rápida en la principal oposición al gobierno de Carlos Menem (1989- 99).

Pero los principales responsables de este acuerdo político fueron De la Rúa, el actual jefe de Gabinete, Rodolfo Terragno, y el ex presidente Raúl Alfonsín (1983-89), los tres de la UCR, y los frepasitas Fernández Meijide y el hoy vicepresidente Carlos Alvarez.

Precisamente, Alfonsín, el único del grupo que no integra el gobierno, es quien conserva un perfil crítico y mantiene buena aceptación entre los argentinos.

Con esa libertad que brinda el estar afuera del gobierno, el ex mandatario le puso una calificación de "siete" a De la Rúa, en la escala de uno a 10, y lo acusó de ser "lento" para encarar las reformas sociales más urgentes.

Alfonsín identificó, entre otras cosas, la falta de planes para luchar contra la pobreza creciente, que afecta a más de un tercio de la población, y para abatir el alto desempleo que llega a 15,4 por ciento de los argentinos económicamente activos.

El conglomerado de partidos se había planteado en su origen que su agenda coincidiría en un 100 por ciento con las preocupaciones de la mayoría de la población, como son el desempleo, la inseguridad, la corrupción, la crisis de la educación y la salud y el repliegue del Estado en áreas sociales y económicas.

Con este mensaje, la Alianza ganó los comicios legislativos sólo a dos meses de nacer, al imponerse sobre el entonces gobernante Partido Justicialista (peronista).

A partir de ahí, De la Rúa fue elegido candidato a la Presidencia, en comicios internos de la Alianza, y en octubre de 1999 ganó las elecciones nacionales.

Pero desde que De la Rúa asumió el gobierno, sus gestos y decisiones no parecen haber satisfecho las expectativas que la propia Alianza había creado en sus adherentes cuando estaba en el llano. Hoy, parecen lejanos los fracasos del gobierno de Menem, dijo iba a reparar.

El nuevo gobierno consumió sus primeras energías en atender el profundo desequilibrio fiscal heredado de Menem, calculado en unos 10.000 millones de dólares.

Ante ello, debió apelar a un recorte de los salarios de la mayoría de los funcionarios estatales, a aumentar los impuestos y lanzar una reforma de las leyes laborales.

Ninguna de estas medidas eran las más esperadas por sus votantes, y los propios dirigentes de la Alianza aseguran que fue una medicina amarga que creían no haría falta aplicar. Por eso ahora piden más tiempo para que se evalúen sus logros y fracasos.

"No es que el poder haga virar a la derecha a la centroizquierda", se justificó hace poco el vicepresidente Alvarez, uno de los más cuestionados por su aparente abandono del pensamiento progresista.

Al explicar el porqué de algunas medidas consideradas antipopulares dijo:

Alvarez justificó esas medidas antipopulres indicando que "se piensa que el equilibrio fiscal es patrimonio de los conservadores y no es así".

"El tema de la reforma impositiva fue una decisión audaz, porque afecta a buena parte de nuestro electorado para salvar a los que menos tienen", aseguró.

El gobierno emitió sus señales más coherentes, respecto del discurso previo, en la lucha contra la corrupción y al achicar gastos superfluos de la administración anterior, pero esta línea, que al principio contrastó muy fuertemente con el estilo de Menem, se agotó pronto como fuente de rédito político.

Para algunos funcionarios, es sólo una cuestión de tener más tiempo. Si el país recupera la confianza externa y vuelven las inversiones, se retomará la senda del crecimiento, que se había perdido en el último año y medio de recesión, y aumentarán las fuentes de trabajo.

Sin embargo, muchos no creen en esa fórmula, comenzando por un amplio número de votantes que manifiesta estar "decepcionado" con la Alianza y con sus dirigentes más progresistas, como Alvarez y Fernández Meijide.

Alvarez, acostumbrado a tener un contacto directo con la gente, admitió que ahora evita algunas salidas para no chocar con argentinos "enojados" por la marcha del gobierno.

Algunos de ellos lo increpan por la falta de logros o, lo que le resulta raro, ya no lo saludan en la calle, aseguró.

La expectativa de máxima de los que criticaban a la Alianza desde la izquierda parece estar cumpliéndose: la coalición está logrando detener la sangría de recursos que se iban por concepto de la corrupción o despilfarro y parece decidida a mejorar la administración de los recursos.

Pero siempre en el mismo rumbo económico iniciado en los años 90 por el gobierno de Menem. Ahí es donde comienzan las dudas de muchos votantes, quienes creen que con esa estrategia son escasas las posibilidades de mejorar el empleo y aumentar los recursos del Estado para mejorar la educación y la salud.

"Para explicar el rumbo elegido, el gobierno apela a descripciones fatalistas", consideró el analista político José María Pasquini.

"La idea es que la herencia es nefasta, pero debemos asumirla porque cualquier modificación espantaría a los capitales en masa", ironizó.

Si entre las opciones después de Menem estaba la de continuar el mismo rumbo o la de cambiarlo, el gobierno de De la Rúa habría apostado por la primera y, en este sentido, chocó de inmediato con una sociedad cansada de ajustes que esperaba lo prometido, es decir "un cambio".

Menem, en sus 10 años de gestión, vendió las empresas públicas, redujo la plantilla de la administración del Estado, abrió la economía, frenó la inflación y, por efecto de estos cambios estructurales, también generó el cierre de empresas y aumentó el desempleo.

El diario británico Financial Times mencionó en una nota publicada en julio que en Brasil, donde el gobierno de Fernando Henrique Cardoso transita su segunda gestión, se asiste a una "fatiga de reformas económicas" que bien podría extenderse a otras economías del Cono Sur de América.

Las reformas en Brasil también tuvieron un alto costo social, y los cambios logrados en la economía no compensan los sacrificios de los que más sufrieron esas transformaciones, explicó el artículo. Esta disyuntiva es similar en los dos países que integran el Mercosur junto a Paraguay y Uruguay.

Cardoso finalizará su segundo mandato en el 2002, y las expectativas de cambio social se acumulan en su entorno, mientras que las empresas grandes y las consultoras financieras le recomiendan, como a De la Rúa, profundizar el rumbo neoliberal de la economía para poder atender las demandas sociales.

De hecho, Cardoso también mantiene una imagen deteriorada entre la población, a pesar de que su gobierno pudo superar la crisis generada por la devaluación de la moneda respecto del dólar de enero 1999, recuperó el crecimiento, aumentó sus exportaciones y está logrando incrementar el empleo,

Expertos apuntan que la diferencia entre Cardoso y De la Rúa es que este último recién llega al gobierno. Pero para los argentinos el paso del tiempo y sus dificultades para alcanzar el bienestar no se miden por el lapso de la gestión de un presidente. (FIN/IPS/mv/dm/ip/00

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