ARGENTINA: Recambio generacional y de estilo en la capital

Dos jóvenes dirigentes asumen este domingo el gobierno de la capital argentina, y el cambio no parece ser sólo de figuras o de partidos. Algunos analistas aguardan un nuevo estilo de actuación política.

"Gente nueva, vida nueva" fue uno de los lemas de la campaña proselitista que llevó al triunfo a Aníbal Ibarra, un abogado de 42 años, secundado por Cecilia Felgueras, de 36, que tiene una maestría en administración pública. Ambos pertenecen a la Alianza, que desde diciembre administra el gobierno nacional.

La capital de Argentina tiene unos 11 millones de habitantes y es el segundo en población de los 23 distritos del país. Su producto interno bruto representa 26 por ciento del nacional y equivale casi al de Chile, y sus ciudadanos tienen el mejor nivel de ingresos de todo el país.

Esa será la plataforma a la que se subirán este domingo los dos jóvenes dirigentes. Los llamados en forma peyorativa "dinosaurios de la política", los dirigentes tradicionales, estarán observando vigilantes y con cierto recelo por haber sido desplazados después de muchos años de reinado.

"El nuevo perfil generacional del gobierno de Buenos Aires integra ya un nuevo capítulo en la historia de la formación de la dirigencia política argentina", comentó el politólogo Oscar Landi, quien destacó que, además, de la edad, los nuevos líderes tienen una mayor preparación en administración y en comunicación.

Una de las características que acompañan y potencian este fenómeno de dirigentes jóvenes es el surgimiento en Argentina de coaliciones que van restando influencia a los partidos políticos más importantes, opinó Landi.

La Alianza se formó sobre la base de uno de esos partidos, la Unión Cívica Radical, y de otras agrupaciones de centro y de izquierda que integraban el Frente País Solidario.

"Las coaliciones suponen identidades más blandas que las de los partidos, y abren brechas de ascenso a jóvenes dirigentes que las culturas partidarias tradicionales en general no ofrecen", señala Landi en un ensayo que tituló "La generación XY".

El principal adversario de Ibarra en las elecciones de mayo fue el ex ministro de Economía Domingo Cavallo, quien también integró una coalición, Encuentro por la Ciudad. Su compañero de fórmula fue Gustavo Béliz, de 37 años, otro joven en ascenso dentro de la política.

Landi considera que Ibarra y Felgueras son los exponentes más destacados de una generación que tomó distancia por la fuerza de los políticos tradicionales.

La brecha que separa a las dos generaciones es un "eslabón perdido", dijo, en alusión a la franja de dirigentes víctimas del terrorismo de Estado durante la dictadura (1976-1983).

Ibarra es abogado y fue fiscal federal. Renunció a ese cargo en la justicia en 1990, cuando el entonces presidente Carlos Menem (1989-1999) indultó a los ex comandantes de la dictadura. Junto con otros fiscales, Ibarra consideró que la medida era anticonstitucional, y volvió a abrazar la profesión de abogado.

Fue al volver a su estudio que el actual vicepresidente, Carlos Alvarez, lo convocó para crear un nuevo partido. Alvarez acababa de abandonar el Partido Justicialista, al que pertenece Menem, también por su desacuerdo con el perdón a los militares condenados por graves violaciones de derechos humanos.

Así, las formas tradicionales de la política argentina, que requerían de líderes capaces de movilizar multitudes mediante apasionados discursos, hacen un lento repliegue. Apenas 14 por ciento ven con buenos ojos a los políticos, según la encuestadora Centro de Nueva Mayoría).

La coherencia, el contacto directo con la gente, la honestidad y el rechazo a la impostación de muchos políticos de la vieja guardia fueron empujando al ascenso a este nuevo pelotón de dirigentes que se destacan por su preparación académica más que por su militancia política.

Ibarra logró en los años 90 aumentar su prestigio entre los vecinos de Buenos Aires, que lo tienen como a uno más. Algunos periodistas se sorprenden cuando los hijos del nuevo jefe de gobierno, de 9 y 11 años, interrumpen una y otra vez las entrevistas sin que el padre se incomode.

Es que Ibarra está divorciado, y si bien volvió a formar pareja con su ex mujer, atraviesa las vicisitudes de cualquier padre moderno separado, sin disimularlas. "Es capaz de aparecerse a una reunión con los hijos, porque ese día le toca tenerlos", comentó a IPS una persona de su entorno.

Tras el triunfo de mayo, Ibarra, su mujer y sus hijos viajaron a Cuba de vacaciones. Allí, el presidente Fidel Castro lo invitó a cenar a su residencia. Ibarra fue con toda la familia. El menor de sus hijos se durmió, aburrido por la conversación, y el mayor le hizo sugerencias a Castro.

"Este niño va a llegar lejos si se dedica a la política", se sorprendió el presidente cubano, que conversó con Ibarra y su familia hasta la mañana siguiente.

La anécdota muestra a un hombre "raro" para la política tradicional, que no hubiera permitido que sus hijos fueran a esa cena y mucho menos que dialogaran con Castro. Los hijos de Ibarra, además, van a la escuela pública, institución que los políticos eluden en general, conscientes de su deterioro.

Su compañera de fórmula también es un "rara avis". Felgueras llegó a ser una dirigente de confianza del presidente Fernando de la Rúa sin ser familiar o amiga de ningún político varón, sólo por sus méritos en la gestión de gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

Felgueras trabajó en el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, cuando lo encabezaba De la Rúa. Primero lo hizo en el área de cultura y luego, en desarrollo social.

Desde allí, impulsó una política abierta a la participación de los ciudadanos en las distintas áreas, y trabajó muy articuladamente con las organizaciones no gubernamentales.

Uno de los dirigentes que trabajó más cerca de Felgueras es Darío Lopérfido, otro político muy joven que saltó del área de cultura del gobierno de la ciudad a secretario de Medios y Comunicación del gobierno nacional.

Pese a su modernidad, Ibarra y Felgueras tuvieron un encontronazo en julio con las organizaciones feministas que les cuestionaron por haber formado el gabinete con 11 hombres como secretarios (ministros locales).

Los dirigentes prefirieron destacar que en la conformación de ese equipo había una constelación de dirigentes de distintos partidos, seleccionados con un criterio político muy amplio, un hecho que tampoco era muy habitual hasta ahora.

Poco después, para reafirmar este criterio, Ibarra pujó con otros dirigentes de su partido —incluido el presidente— para designar a un dirigente de su confianza en la Presidencia del Banco Ciudad, que maneja un presupuesto millonario.

El elegido fue un joven economista y el descartado un banquero con larga experiencia. (FIN/IPS/mv/mj/ip/00

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