Un programa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) concede préstamos a agricultores en Afganistán para que sustituyan el cultivo de amapolas, utilizadas para producir opio, por cosechas que no estén prohibidas.
Más de una docena de hombres barbudos sorben "tarakhe", el tradicional té negro con dulces, mientras charlan sentados en círculo en su aldea natal del distrito de Swinhar, 45 kilómetros al este de Jalalabad.
Los hombres discuten la manera de amortizar los préstamos que les otorgó la agencia reguladora de narcóticos de la ONU para que dejen de cultivar amapolas.
Jalalabad es la capital de la provincia oriental afgana de Nangarhar, una de las principales regiones productoras de la amapola opiácea del país. La provincia suministra casi un cuarto del total de la producción de Afganistán.
Según el último informe anual del Departamento de Estado de Estados Unidos sobre el tráfico internacional de drogas, Afganistán produjo 1.670 toneladas de opio en 1999, casi un cuarto más que el año anterior.
Por esa razón, el Programa Internacional de Control de las Drogas de la ONU (UNDCP) escogió a Shinwar, entre las cuatro zonas del país, para demostrar que dejar de cultivar opio no perjudica a los agricultores locales.
Según la estadística anual sobre amapola opiácea del UNDCP, en 1999 se cultivaron 90.983 hectáreas de amapola en 104 distritos de las 18 provincias de Afganistán. Las cifras de este año aún no están listas.
"Sé que producir opio no es bueno, pero otros cultivos no son tan rentables. Mi familia solamente puede sobevivir si plantamos amapolas", dijo Catheli Anwarullah.
Su padre, Sayed Gul Bacha, quien tiene 100 años de edad, heredó la tradición de cultivar amapolas de su padre, y él se la pasó a su hijo Anwarullah.
La familia posee tres vacas y un pequeño trozo de tierra. Según Anwarullah, la amapola da 15 veces más dinero que si plantara trigo en el mismo lugar. La tentación de cultivar amapolas es aun mayor en granjeros con terrenos más grandes.
Pese a todo, los campesinos en esta región comienzan a descubrir que pueden obtener un ingreso decente de otras cosas que no sean el cultivo de opio. Posiblemente, los cinco hijos de Anwarullah no sigan la tradición familiar.
El UNDCP intenta apartar a los campesinos del cultivo de la amapola, no solamente ofreciéndoles préstamos para plantar cereales, sino también iniciativas para mejorar el nivel de vida rural en la región.
Desde 1997, el UNDCP ha ofrecido préstamos con facilidades a campesinos como Anwarullah para alentarlos a que cultiven alimentos y no narcóticos.
Según Mohammad Naseeb, funcionario de la agencia en Jalalabad, el dinero del préstamo recuperado por los campesinos será usado en la compra de un generador eléctrico para la aldea.
Los aldeanos deberán pagar por el consumo eléctrico y el dinero generado por las cuentas de electricidad será empleado como un fondo flexible para proyectos de desarrollo rural, dijo Naseeb.
Según Mohammad Hassan Hameed, funcionario de desarrollo rural de UNDCP, el Plan de Acción de Control de Drogas en Shinwar tiene dos objetivos. Uno es terminar con el cultivo de la amapola opiácea aumentando el ingreso con fuentes alternativas, y el otro es elevar el nivel de vida de la gente.
El programa de 1,8 millones de dólares pretende imponer otro tipo de cultivos mediante la restauración de sistemas tradicionales de riego, oportunidades para producir ganado en pie, provisión de agua potable y escolaridad básica para los niños.
"Hemos rehabilitado el sistema Karez (irrigación tradicional con pozos subterráneos y canales), así como el canal de riego de Nangarhar, lo cual ha dado como resultado más agua para los granjeros", dijo Hameed.
La invasión soviética de 1979 a Afganistán y la posterior guerra civil provocó graves daños a los sistemas de irrigación de todas las zonas de esta nación eminentemente rural.
Según Naseeb, los esfuerzos están dando resultados. El agua que surge de los canales de riego tiene un caudal de casi 500 a 1.454 litros por segundo. El área regada aumentó en un quinto y ahora es de 1.200 hectáreas.
"Este año hubo una reducción de 20 por ciento en el cultivo de la amapola en relación a los años anteriores debido al compromiso de los granjeros del distrito de Shinwar", aseguró.
Por otra parte, la escasez de agua que afecta vastas zonas del país tambien perjudicó las plantaciones de amapola, por lo cual este año la cosecha será inferior. Aunque la amapola necesita menos agua que otros cultivos, siempre requiere lluvias para madurar, explicó un campesino.
Sin embargo, abandonar una tradición secular no será fácil, como explicó Said Afsar, un granjero que cultiva amapolas. "Estoy dispuesto a no cosecharlo más si hay una fuente alternativa que asegure mi sustento y el de mi familia".
Los esfuerzos para eliminar las plantaciones de amapola también deben tener en cuenta el tráfico internacional de drogas, que también depende del opio afgano, abundante y barato, para producir heroína.
Hubo numerosos casos de granjeros que reincidieron en el cultivo de amapola para poder pagar los préstamos contraídos, tras varias temporadas adversas.
El UNDCP señaló tambien que los conflictos internos en Afganistán debilitaron los frenos sociales y legales para el cultivo de la amapola.
"Si bien muchos campesinos consideran que producir opio es prohibido por el Islam, eso no evita que planten amapolas. Como cultivo tradicional, el producto fue usado antes con propósitos medicinales", según el informe del organismo.
No obstante, se produjo un gran auge en la plantación de amapolas en los años 80, porque el opio comenzó a ser requerido por la industria ilegal de estupefacientes debido a que es el principal ingrediente de la heroína y el producto base de la morfina. (FIN/IPS/tra-en/ny/mu/ego/aq/ip/00