El estreno en Perú de la obra teatral "Galileo Galilei", del alemán Bertolt Brecht, producida por la Universidad Católica de Lima, refleja la rectificación histórica del Vaticano respecto del científico italiano, en una puesta en escena que critica el autoritarismo y la ortodoxia.
Para la Iglesia Católica, sólo desde 1992 es oficial que la tierra gira alrededor del sol.
Ese año, el Vaticano anuló oficialmente la sentencia dictada en 1633 contra Galileo, quien había afirmado que la tierra giraba en torno del sol, algo que cualquier niño sabe ahora pero entonces era un atrevimiento contra la ortodoxia de una ciencia controlada por las instituciones religiosas.
Sin duda, los dignatarios católicos ya no creen, desde hace muchos años, que la tierra es el centro del universo ni están dispuestos a incinerar en la hoguera a quien diga lo contrario, pero esa era la verdad oficial del Vaticano hasta la anulación de la sentencia contra el astrónomo Galileo Galilei.
Brecht, que era marxista, escribió "Galileo Galilei" en 1939 como manifiesto contra el nazismo, y la reescribió en 1947 para convertirla en un alegato contra Estados Unidos, que en 1945 había lanzado la bomba atómica contra las inermes ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.
La puesta en escena de Lima, bajo la dirección de Luis Peirano, pone el acento en la crítica ética a las dictaduras, en momentos en que un sector importante de la ciudadanía combate contra la aspiración reeleccionista del presidente Alberto Fujimori, acusado de autoritarismo.
En 1633, Galileo fue sometido al tribunal de la Santa Inquisición por desafiar la verdad religiosa en nombre de la verdad científica. Fue hallado culpable, condenado al aislamiento y, para evitar la pena de muerte, fue obligado a humillarse y abjurar públicamente de sus afirmaciones.
Once años después, murió ciego, confinado en la villa de Arcetri, acompañado sólo por su hija Virginia.
En 1992, 13 años después que el papa Juan Pablo II anunciara su intención de reivindicar a Galileo Galilei, el astrónomo italiano dejó de ser un hereje proscripto por la Iglesia Católica.
La tierra era el centro del universo según una concepción religiosa de acuerdo con la cual Dios completó la creación en seis días, Adán fue creado del barro y su compañera, Eva, extraída de una costilla del primer hombre.
Cuando fue imposible rechazar la verdad científica, según la cual el planeta tierra es un punto en un universo inconmensurable, la Iglesia Católica permaneció atada a esa versión por la vigencia de la sentencia contra Galileo.
Esa rectificación histórica y jurídica fue empeñosamente buscada en el siglo XX por investigadores de la propia Iglesia Católica, acallados y censurados por los sectores conservadores del Vaticano que exhibieron la misma arrogancia autoritaria y ortodoxa que amenazó con incinerar a Galileo.
En 1943, la jerarquía romana objetó una biografía de Galileo Galilei que le hacía justicia al astrónomo herético y en 1960 el sacerdote francés Louis Duhalde trató de que el Concilio Vaticano adoptara una posición moderna, pero el papa Juan XXIII murió sin acceder a este pedido.
Sólo en 1979 Juan Pablo II anunció su voluntad de reconsiderar el "caso Galileo", tras siete reservados debates internos. En 1992 el astrónomo italiano fue reivindicado plenamente y la Iglesia le pidió perdón en público.
"Conocí la obra hace 30 años, en Alemania. Quedé fascinado y aguardé la ocasión para montarla. Mi versión es inevitablemente personal, como lo son todas las versiones, y no escapa al contexto nacional", dijo Peirano, el director de la puesta en escena de "Galileo" en Perú.
"Si bien el teatro no es la vida real, es una tribuna libre donde los hombres pueden explicar sus pasiones y normas", agregó.
Salomón Lerner, rector de la Pontificia Universidad Católica de Perú, sostuvo que "la teoría expuesta por Galileo ponía en crisis un antiguo sistema de creencias sobre el cual se había fundamentado la civilización.".
"Cuando así lo observamos comprendemos que en el juicio contra Galileo no era mayor la honestidad del acusado que la del acusador… La desgracia de los inquisidores fue no haber sido capaces de admirar la grandeza de una nueva manera de encontrar la verdad que se abría ante sus ojos", concluyó. (FIN/IPS/al/mj/cr/00