(Arte y Cultura) POESIA-COLOMBIA: La voz wayuu gana resonancia

El premio de poesía otorgado por la cubana Casa de las Américas al escritor Miguel López permitió proyectar la cultura wayuu más allá de su asentamiento en La Guajira y de las propias fronteras de Colombia.

En La Guajira, región desértica del norte colombiano, muy pocos sabían que López era escritor, hasta que la prensa divulgó su triunfo en Cuba con el libro "Encuentro en los senderos de Abya Yala".

López era conocido en esa zona por sus trabajos audiovisuales transmitidos por Señal Colombia, canal cultural de la televisión nacional, y por emisoras regionales, en los que la temática de la cultura indígena era una constante.

Abya Yala en lengua kuna (indígenas de la región del Darién, limítrofe con Panamá) significa "tierra en plena madurez", que en el poemario de López no tiene fronteras ni líneas divisorias.

"Encuentro en los senderos de Abya Yala" resume voces de los mapuches chilenos, quechuas peruanos, sáchiras ecuatorianos, nahua chicimeca mexicanos, los Kogis y Kuna colombinos, y de los wayuu de Venezuela, con los que los wayuu colombianos comparten la esquina norte de América Latina, recogidas por López en sus viajes de encuentro con sus raíces.

El jurado de Casa de las Américas, para otorgarle en enero el premio de poesía en su versión 2000, consideró que el trabajo del indígena wayuu es "un texto poético construido como un tejido minucioso de las características y las señales particulares de la América originaria".

La palabra antigua de López, se encuentra en versos que le hablan a la hoguera: "estamos alrededor de tu fuego encontrando las palabras/del silencio: ese donde anidan los pájaros del festín de la mañana".

También en los que rescata sus raíces: "Somos el ritual de un olvido recobrado/Hemos llegado hasta aquí hasta los leños ardientes de tu fogón/ para volver a reconocernos en los esfumados rostros del pasado".

López expresa su canto a la tierra en "hoy la vida tiene un nuevo aliento en Abya Yala; sonríen los elementos y reciben su tributo del padre de los fuegos, el propiciador de los viajes y los abrazos, la germinadora de semillas (…) son los espíritus dadores de Amerindia, en cuyos caminos perviven los nichos altares, a veces invisibles, en donde el instante es ofrenda del infinito".

El escritor laureado nació en 1965 en Carraipia, localidad fronteriza con Venezuela y cuyo nombre wayuu significa en español "casa del alcaraván", ave de hábitos nocturnos de la zona.

En Carraipia inicia su relación con la poesía a través del entorno de una de las regiones colombianas más destacada por sus paisajes, que van desde el rojizo desierto hasta el verde-azul del mar Caribe y su riqueza cultural indígena.

Posteriormente se traslada junto a sus padres a Riohacha, principal centro urbano de la península de La Guajira, hasta el momento en que es enviado a estudiar a Medellín, en el centro- oeste del país.

La nostalgia de los paisajes de su pasado que le produce Medellín, una ciudad rodeada de montañas, le hacen surgir las preguntas que lo llevarían a la poesía.

"Comenzaron a salir las respuestas en forma de poesía (…), era el madero al cual me asía para no naufragar en la soledad en que me encontraba rodeado de montañas", recordó López a IPS.

Antes de lograr el título profesional al que sus padres aspiraban, López decide regresar a Riohacha, donde "todo se hizo transparente y comencé a escribir, a recibir y a transmitir mis vivencias a través de la voz wayuunaiki (dialecto de los wayuu)", que le permite pasar del sobrecogimiento de la soledad al redescubrimiento de su universo.

"El encuentro con la raíz definió el tono de mi poesía", afirmó. No obstante, en esa época (comienzos de la década de los 90) no tenía el propósito de publicar, entre otros asuntos, porque "no había una clara conciencia de la literatura wayuu.

López comentó que "los lingüistas aún no logran ponerse de acuerdo sobre la existencia de una literatura indígena", y menos sobre la de los wayuu, que ha privilegiado la tradición de la oralidad.

Algunos académicos consideran que la poesía es una expresión heredada de Europa, que no fue cultivada por los pueblos originarios de América y, en consecuencia, creen que no hay poesía indígena sino sólo poetas indígenas.

López comenzó a escribir con el nombre de Vito Apushana, con el que se convirtió en una leyenda ya que se conocían sus trabajos, como "Contrabando de sueños con alijunas (hombre blanco) cercanos", pero nadie lo había identificado.

Permaneció bajo la sombra poética de Vito Apushana hasta enero, cuando la revista Jepiriana, publicación cultural del Fondo Mixto del departamento de La Guajira, reveló su identidad y lo sacó de esa especie de clandestinidad.

Para López, Vito Apushana es "la representación de las voces antiguas, el personaje del nordeste, del ocaso, es el espíritu poético de los indígenas wayuu (…) Puedo ser yo pero también puede ser mi tía materna".

El ministro de Cultura, Juan Mejía, señaló que el jurado de Casa de las Américas, al otorgarle el premio en poesía, reconoció en López "la voz de su pueblo" y la situó "junto a la de otros hombres y mujeres que comparten con él "la sagrada misión" de preservar su cultura. (FIN/IPS/yf/dm/cr/00

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