Los españoles concurrirán este domingo a las urnas, en elecciones generales marcadas por un clima de apatía y sin que se esperen grandes cambios frente a las de 1996, que llevaron al gobierno al centroderechista José María Aznar.
A diferencia de todas las campañas electorales realizadas desde que en 1976 comenzó la transición hacia la democracia, no se registraron mitines masivos ni un gran entusiasmo en las calles.
Una de las razones de esa apatía reside en la ausencia de debate entre los partidos sobre sus programas, lo que se prometió en anteriores campañas, lo que se cumplió y lo que se promete para el futuro.
Los principales candidatos apostaron por discretas convocatorias, casi todas ellas en espacios cerrados.
Tampoco hubo debate en televisión entre los dos principales candidatos a presidir el nuevo gobierno, Aznar, del Partido Popular (PP), y el opositor Joaquín Almunia, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
Según todas las encuestas, el PP repetirá su triunfo de marzo de 1996 y también volverá a quedarse sin mayoría absoluta, por lo que deberá buscar aliados en otros partidos menores para lograr que el Congreso legislativo vuelva a designar a Aznar presidente del Consejo de Ministros.
La ausencia de debate se suma a campañas publicitarias de formato más parecido al de las ofertas comerciales que a un diálogo con los electores acerca de sus necesidades y a la manera de satisfacerlas. Pero esa apatía de los ciudadanos se debe también a un sistema electoral que se está quedando obsoleto.
En España, las listas de candidatos a diputados son cerradas y las elecciones internas en los partidos constituyen una excepción.
Además, las elecciones internas que tuvieron más repercusión, las del PSOE en 1999, quedaron sin efecto porque el aparato partidario obligó al candidato elegido, Josep Borrell, a renunciar. Almunia, que había sido derrotado en los comicios, ocupó su lugar.
Cuando se inició la transición tras la muerte del dictador Francisco Franco en noviembre de 1975, quienes dirigieron la transición a la democracia justificaron las listas cerradas con el argumento de que era necesario fortalecer a los partidos, todos ellos en pleno proceso de organización y desarrollo.
La Unión de Centro Democrático (UCD), que llevó al gobierno al ex dirigente franquista Adolfo Suárez (1977-1981), era un conglomerado de partidos y grupos unidos por el ejercicio del poder.
Mientras, el PSOE y el Partido Comunista (PC) salían de un largo período de clandestinidad y represión, y aunque ambos contaban con apoyos externos de variada índole, su desarrollo dentro de España era muy débil.
Por eso hubo consenso en considerar adecuadas las medidas orientadas a permitirles fortalecer su organización y disminuir en todo lo posible la acción de las fuerzas centrífugas. Las listas cerradas y el sistema electoral, aún vigentes, contribuyeron a su fortalecimiento.
Hoy sucede todo lo contrario. Los partidos han consolidado sus estructuras pero su militancia es limitada y pasiva. Así, en las elecciones internas del PSOE votaron solamente 200.000 afiliados, en un país con 40 millones de habitantes.
Otro hecho que aleja a los ciudadanos de la política es el funcionamiento del Congreso legislativo. Los parlamentarios deben solicitar autorización a su grupo para intervenir o formular cualquier pregunta al gobierno.
Obtenida la autorización, la pregunta pasa por escrito a la Mesa de Portavoces y ésta, si la aprueba, la traslada al gobierno para que uno de sus miembros la conteste la semana siguiente.
De esta manera, se produce un debate superficial en el que preguntas, respuestas, repreguntas y nuevas respuestas están tan preparadas de antemano que las sesiones resultan insulsas, aburridas y poco informativas para los ciudadanos.
Asimismo, una gran cantidad de sesiones parlamentarias se celebran con notorias y masivas ausencias, al extremo de que alguna vez se pudo contar a los asistentes con los dedos de las manos.
Uno de los señalados por tal motivo en esta campaña electoral es el ex presidente del gobierno y actual diputado, el socialista Felipe González, quien en los cuatro años de legislatura sólo asistió tres veces al Congreso.
Si los hechos suceden como anticipan las encuestas, ganará el PP, sin mayoría absoluta, seguido del PSOE.
A gran distancia aparecerán los nacionalistas moderados de Cataluña y la coalición Izquierda Unida (IU, basada en el Partido Comunista). Después, otros partidos regionales minoritarios, en primer lugar los vascos y los canarios.
La única sorpresa que podría sobrevenir y que ha motivado una gran movilización policial preventiva es un atentado de la organización ilegal vasca ETA, que, junto con su aliado político, la coalición Euskal Herritarrok, se pronunciaron por la abstención activa. (FIN/IPS/td/mj/ip/00


