Las autoridades de la ciudad de México decidieron comprar cuatro salas de cine para reservarlas a la exhibición de películas nacionales, una producción que requiere cirujía mayor para curar las heridas causadas por décadas de abandono.
La decisión abrió paso a una polémica que involucra a actores, productores, intelectuales, críticos y políticos, en un país donde la presencia de la producción nacional en las carteleras es de apenas cuatro por ciento.
El Poder Legislativo de la ciudad asignó nueve millones de dólares para la compra de los cines Futurama, Bella Epoca, Pecime y París con el fin de exhibir cine mexicano, como alternativa a las empresas que dominan la exhibición de películas.
Tres grandes exhibidores determinan qué ver y por cuánto tiempo, por lo que el gobierno local puso en marcha una propuesta planteada por la popular actriz mexicana María Rojo para diversificar la oferta cultural al público capitalino.
En su calidad de presidenta de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, la protagonista de "La tarea" y "Rojo amanecer" explicó que las salas que pasarán a manos del gobierno capitalino serán una alternativa a los exhibidores.
Pero esa compra desató una polémica que colocó en el centro de la crítica al gobierno de la capital, en poder del centroizquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD).
En una difícil cohabitación con el gobierno federal, en poder del Partido Revolucionario Institucional (PRI) los últimos 71 años, la administración de la capital sostiene que apoyará la recuperación del cine, por considerarlo un arte y una industria generadora de empleo.
El diputado José Alfonso Rivera, del PRI, consideró que la decisión de la gobernadora capitalina, Rosario Robles, establecía prioridades erróneas para esta ciudad, una de las más grandes del mundo.
En cambio, Marcela Fernández, secretaria general de la sección de autores del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica, dijo a IPS que rescatar la producción del sector es una necesidad urgente.
Tras más de dos decenios de mantener "congelado el precio de la entrada al cine, incluida en la canasta básica por considerárselo el único espectáculo popular, las salas que administraba el Estado jamás se pudieron rehabilitar", señaló Fernández.
Con los bajos ingresos "llegó el deterioro de las producciones nacionales, que de un promedio anual de 100 películas hasta los años 80 cayó hasta las 10 o 12 que se realizan ahora".
En 1992, "en plena fiebre privatizadora", el entonces presidente Carlos Salinas vendió "en paquete las salas de cine, los estudios América y la televisora estatal", recordó la sindicalista.
Mientras, las autoridades de comercio aumentaron las entradas de cine, "justo con la llegada al país de dos grandes exhibidores de películas de capital extranjero", agregó.
"Llama la atención que eso no haya ocurrido cuando el cine mexicano desfallecía", añadió. El precio por ver una película oscila entre tres y 3,5 dólares.
El crítico de cine Gustavo García consideró positivo el proyecto de rescatar el cine como espacio social, pero expresó su preocupación por la falta de definición de largo plazo para esa industria.
La crítica Raquel Tibol dijo no estar segura de que "sea con salas de proyección" que mejorará la producción mexicana. "La recuperación depende de los directores, de argumentos renovados y propuestas que conozcan el gusto del público", agregó.
El escritor Carlos Mosiváis sostuvo que la idea del gobierno de la ciudad es buena siempre que "se amplíe a un mosaico de cine de calidad". "No se produce en el país suficiente cine de calidad que pueda estar siempre presente en las salas", afirmó.
Para el investigador Jorge Ayala, lo importante "es tener alternativas a las cadenas monopólicas de exhibición". "Yo, como espectador, me siento asfixiado por las trasnacionales que exhiben (la producción estadounidense) 'Novia fugitiva' ('Runaway bride', con Julia Roberts y Richard Gere) en 50 salas", dijo.
"Quiero ver cine brasileño, griego o austríaco. No sólo de Tom Hanks vive el cine, y el estadounidense es el peor", señaló Ayala.
La propia María Rojo afirmó que la inversión en cines es solo una alternativa, pues "ni con una ley la industria cinematográfica mexicana se va a salvar en el corto plazo".
La producción mexicana ha vivido unos pocos buenos momentos desde los años 40, en la llamada "década de oro" que exportó películas con la presencia de luminarias de la talla de Dolores del Río, María Félix y Pedro Armendáriz.
El cine de corte popular es fundamental en la historia del cine en México. Con estrellas como Mario Moreno "Cantinflas" o Pedro Infante, las películas cómicas, con célebres luchadores o cabareteras, fueron rubro principal de una industria con fuertes ingresos económicos.
Pero ahora los actores se quejan de cobrar, en la mayoría de los casos, unos 1.100 dólares por encarnar un papel protagónico. Demián Bichir, por ejemplo, recibió 6.000 dólares por su participación en la exitosa "Sexo, pudor y lágrimas". (FIN/IPS/pf/mj/cr/00


