El debilitamiento del sindicalismo en México, donde paradójicamente se tiene una de las mayores centrales obreras del mundo, se traduce en la paupérrima situación de millones de trabajadores.
Cincuenta y cinco por ciento de los con cien millones de habitantes de México está en edad laboral, y 66,5 por ciento de de los trabajadores obtienen en promedio 7,5 dólares diarios, según informes oficiales.
La situación salarial es fiel reflejo de la profunda crisis del sindicalismo oficial mexicano, cuya entidad emblemática, la Confederación de Trabajadores de México (CTM), se apresta a celebrar 64 años sumamente debilitada.
Constituida el 24 de febrero de 1936, la CTM ha tenido como sello distintivo a lo largo de su historia sus estrechos vínculos con el poder. En 1938 adhirió al Partido Revolucionario Institucional (PRI), que permanece en el poder desde 1929, profesando obediencia sin reparos a las políticas gubernamentales.
La central, que aglutina a más de 6.000 sindicatos, vio disminuir su presencia en la vida económica y política del país, debido a la política neoliberal implementada desde hace 18 años.
La debilitada presencia sindical en los espacios de representación popular responde asimismo al rechazo de un electorado que revela cansancio ante las frecuentes denuncias de privilegios y enriquecimiento de numerosos dirigentes de los trabajadores.
Mientras en la legislatura de 1979-1982 había 86 diputados pertenecientes a centrales sindicales que representaban 22 por ciento del parlamento, en la actual (1997-2000) hay 41, sólo ocho por ciento.
En estos momentos, la CTM concentra 54,5 por ciento de los contratos colectivos de trabajo en el país y ha presentado 56,8 por ciento de los emplazamientos a huelga, pero una proporción mínima de esos pronunciamientos dan lugar realmente a paros. te. En 1999 declaró la huelga en 0,5 por ciento de los casos.
Sin embargo, una unión de trabajadores surgida en los últimos años para hacer contrapeso al sindicalismo oficial, se mantiene sin alcanzar una fuerza representativa de los trabajadores del sector formal.
El privado Grupo de Economistas Asociados (GEA) considera que la aguda crisis del sindicalismo mexicano repercute en la creciente debilidad para defender y promover los intereses de los trabajadores.
En el norteño estado de Nuevo León, el más industrializado del país, la sindicalisación de trabajadores pasó de 28,8 a 22,8 por ciento, según datos de la universidad estatal.
"El sindicalismo enfrenta un aislamiento social y político en aumento, que ha provocado que los temas laborales pierdan importancia y no formen parte de la agenda nacional", advirtió Guillermo Valdés, consultor de GEA.
En sus proyecciones para este año, GEA consideró que el empleo mejorará ligeramente en relación con 1999.
México requiere 1,5 millones de nuevas plazas laborales al año, y para el 2000, según GEA, se anticipa 1,6 por ciento de nuevos empleos en la industria manufacturera, donde aumentaron globalmente uno por ciento en 1999.
El año pasado, las empresas de madera, papel y minerales no metálicos observaron contracción del empleo. La industria maquiladora de exportación, donde se creó un promedio de 12,2 por ciento de empleos entre enero y noviembre, GEA pronosticó un crecimiento de empleo de 15,6 por ciento para este año.
El promedio de aumento salarial en 1999 fue de 18,99 por ciento, según otros análisis privados, mientras que la inflación se ubicó cerca de 13 por ciento, de acuerdo con el Banco de México (central).
Aumentos de tarifas de servicios públicos y de productos de alto consumo, como refrescos y torillas de maíz, amenazan sin embargo el poder adquisitivo de los trabajadores.
Frente a las bajas perspectivas de empleo y los modestos aumentos de salarios, los dirigentes sindicales deben asumir nuevos roles.
Los sindicalistas deberán apostar a "que la empresa gane con la productividad de sus trabajadores, pero éstos también se beneficien del éxito de la empresa", afirmó Sergio Tapia, director de Consultores Asociados.
El salario mínimo, equivalente a cuatro dólares diarios, aumentó 10 por ciento a partir de este mes, una medida adoptada por las autoridades del Trabajo al margen de los sindicatos.
Los llamados gobiernos populistas negociaban los incrementos salariales con los sindicatos, indicó Tapia. Pero con "la apertura de los mercados, ese enfoque cambió hacia una limitación de los intereses de la parte obrera", en concordancia con "una política que pondera el control de la inflación". (FIN/IPS/pf/ag/if/00