INDIA: Corrupción política traba ayuda a víctimas de ciclón

Richnia, de 87 años, habitante de la aldea de Baradia, en India oriental, quedó parcialmente ciega hace poco tiempo, pero su vida jamás ha sido tan oscura como ahora en este distrito arrasado por el último ciclón.

Su hijo y una vaca eran el consuelo de su vejez, pero ambos desaparecieron, según le contaron los vecinos, desde que el ciclón agitó el 29 de octubre el mar de la bahía de Bengala y barrió miles de aldeas como Baradia, en el estado de Orissa.

Richnia, desesperada y deprimida, permanece sentada junto a los restos de su choza de paja sin hablar ni comer, porque ha perdido el deseo de vivir.

A pocos metros de distancia, otra anciana, Champa, de 85 años, trata con fatiga de mantener encendido un fuego agonizante para recalentar unos restos de arroz. Su hijo Dibakar y ella sólo han comido arroz hervido y sal desde el ciclón.

Hasta que el desastre devastó aldeas aquí y en otros 13 distritos, Jagatsinpur era bastante próspera comparada con el resto de Orissa, sumido en la pobreza más abyecta. Las granjas surgieron en los últimos 20 años, y en las aldeas se cultivaba coco y arroz.

Ahora, ninguna palmera ni árbol alguno ha quedado en pie en las aldeas. La mayoría de los terratenientes y trabajadores agrícolas perdieron todo en el ciclón.

"Si no hubiera ocurrido el ciclón habría ganado 50 rupias (un poco más de un dólar) por día en la cosecha", dijo Dibakar, el hijo de Champas, que es jornalero.

"En un año normal, habría podido trabajar seis o siete meses, pero debido a la destrucción de los cultivos no voy a tener nada que hacer por mucho tiempo", agregó. Muchos kilómetros de tierras cultivables se han salinizado, lo que impide plantar por lo menos en los próximos seis meses.

Con la muerte de unas 10.000 personas y 350.000 cabezas de ganado en las 8.000 aldeas afectadas por el ciclón, la devastación en Orissa es abrumadora.

La mastodóntica tarea de rehacer y reconstruir el estado, que ya era uno de los más pobres de India, podría durar décadas, según cálculos de expertos independientes y agencias de las Naciones Unidas.

El proceso ni siquiera ha comenzado. Una vacilante administración estatal ha estado luchando durante un mes para poner en marcha tareas de salvamento y una política de rehabilitación.

Las decisiones fueron tomadas apresuradamente sin tener en cuenta la manera de ponerlas en marcha, lo cual sólo consiguió agudizar el sufrimiento de los sobrevivientes.

A mediados de noviembre, el gobernador Giridhar Gomango, del Partido del Congreso, anunció un plan de rehabilitación de 21 puntos que incluía una compensación en efectivo de 1.500 dólares a las familias de cada víctima fatal, la mitad de la suma para los que perdieron la casa y 45 dólares a los que sólo sufrieron daños en el hogar.

El plan también preveía la libre distribución de piezas de polietileno, mantas y linternas a todos los damnificados.

Sin embargo, el plan no fue puesto en marcha. El invierno avanza y millones de sobrevivientes del ciclón viven al aire libre, sin una manta o ropa de abrigo para cubrirse.

Aparte de la aparición de enfermedades causadas por agua contaminada por los cadáveres de personas y animales, los casos de pulmonía están en aumento a lo largo de toda la costa, especialmente entre ancianos y niños.

Alrededor de 2,7 millones sábanas de polietileno para refugio provisorio de sobrevivientes sin techo fueron solicitadas, pero sólo se repartieron 30.000.

Tras las quejas por la mala administración en el reparto de sábanas, el gobierno estatal suspendió la semana pasada al comisario encargado de la ayuda acusándolo de corrupción, pero la decisión fue anulada el martes por el gobernador Gomango.

Su gobierno se mostró renuente o incapaz de trabajar junto con organizaciones no gubernamentales (ONG) nacionales e internacionales que realizan tareas de asistencia, con el resultado de la acumulación del material de ayuda enviado desde distintas partes del país y el exterior al ejecutivo estatal.

Muchas ONG han recurrido a la distribución de materiales tradicionales para construir viviendas, adquiridos en zonas del estado no afectadas por el ciclón. Fue también la opción menos costosa, porque la paja para levantar una choza tiene un precio equivalente a dos piezas de polietileno, que sólo brindan refugio temporal.

El primer ministro indio, Atal Bihari Vajpayee, encargó a su ministro de Defensa que coordinara las tareas gubernamentales de ayuda. En vez de trabajar mancomunadamente, la Fuerza de Tareas se intercambia acusaciones.

Orissa tiene previsto realizar las elecciones estaduales el año próximo, y los partidos políticos de oposición en el estado, incluido el Bharatiya Janata de Vajpayee, confían en obtener votos ante la disconformidad general con el Partido del Congreso y con el gobernador, a quien se le exige la renuncia.

El desastre se ha transformado en una oportunidad para las dos partes de ganar puntos políticos. Atrapados en el medio se encuentran millones de personas sumidas en la pobreza, que sobrevivieron a la furia del ciclón pero ahora afrontan un futuro desesperante. (FIN/IPS/tra-en/ak/an/ego-mlm/dv-ip/99) —— (*) Ajay Kanchan trabaja para la organización humanitaria británica Oxfam-India. Escribió este artículo como colaboración independiente para Inter Press Service

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