/Perspectivas 2000/ DROGAS: Amenazas en el umbral del nuevo milenio

El mundo seguirá enfrentando en las primeras décadas del próximo siglo el fenómeno del narcotráfico, un problema social cada vez más peligroso que los expertos consideran de muy difícil solución.

La creciente masificación del consumo de drogas es un problema de salud pública mundial y las dimensiones de su comercio ilícito perturban la estabilidad de algunos países productores y generan situaciones de riesgo para la seguridad internacional.

"Lamentablemente, el consumo de drogas se ha convertido en parte crítica de la cultura social, en un fenómeno negativo que la globalización contribuye a extender", señaló Patrice Vandenberghe, representante del Programa de las Naciones Unidas para la Fiscalización Internacional de Drogas (Pnufid).

"Ya no se puede afirmar que el abuso de drogas ocurre sólo en grupos marginados o principalmente del mundo industrializado occidental, pues forma parte de una subcultura juvenil y aparece como respaldo de supervivencia de jóvenes desfavorecidos en contacto con la vida callejera y la delincuencia", añadió.

Para revertirlo, considera que serán necesarias, además de enérgicas políticas gubernamentales, un avance en el plano de los valores y la cultura de la humanidad.

Existen tres estupefacientes de origen vegetal: cannabis, coca y amapola.

De la primera se elaboran la marihuana y el hachis, que ocupan el primer lugar en número de adictos en el mundo, con 140 millones de consumidores, de la coca se obtiene la cocaína, consumida regularmente por 13 millones de personas, y la amapola, de la que se derivan el opio, la morfina y la heroína.

Estas últimas, consideradas "drogas malditas" por su mayor capacidad para generar adicción y porque hacen mayor daño a la salud, con consumidas por unos ocho millones de personas.

Existen otros tipos de drogas, denominadas de laboratorio o sintéticas, como las anfetaminas, estimulantes y los alucinógenos, uno de ellos conocido como "éxtasis", cuyo consumo se expande.

Estas drogas, que pueden ser fabricadas artesanalmente, son las más consumidas en algunos países, como Japón y Filipinas, y en otros, como Nueva Zelanda, Suecia y Gran Bretaña, ocupan el segundo o tercer lugar.

En Estados Unidos, el más importante mercado mundial, según un informe del Instituto Nacional de Fiscalización de Drogas de ese país, las anfetaminas ocupan el primer lugar entre los estudiantes del decimosegundo grado de enseñanza en algunos estados.

El mercado ilícito de las drogas sintéticas es todavía mucho menor que el de las de origen vegetal, pero crece continuamente.

Según el último Informe Sobre Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), el comercio ilegal de estupefacientes en el mundo mueve 400.000 millones de dólares al año.

Esta cantidad, sólo superada por el gasto militar de todo los países del mundo, representa más del doble de los ingresos de la industria farmacéutica mundial y es 10 veces mayor que el total de la cooperación destinada a los países en desarrollo.

El 90 por ciento de la utilidad del comercio ilícito de drogas queda en manos de los intermediarios, según investigadores, y el comercio mundial es manejado por las bandas transnacionales que organizan su transporte y abastecen a las organizaciones delictivas que lo distribuyen en los mercados de consumo.

Por su gigantesca capacidad financiera, su metodología de corrupción e intimidación, y su avidez por el poder político, el narcotráfico se ha convertido en una grave amenaza para la seguridad internacional.

En los países productores, los narcotraficantes "invierten" en política, financiando subrepticiamente campañas electorales para adquirir influencia y tratan de crear condiciones para proteger las áreas sembradas de cannabis, coca o amapola apoyando a grupos insurgentes, para crear "territorios liberados".

Esta alianza entre narcotraficantes y movimientos políticos subversivos ha creado un nuevo término, "narcoterrorismo", que inicialmente pareció una calumnia contra las organizaciones guerrilleras.

La droga financia no solamente a los movimientos guerrilleros revolucionarios, sino también a movimientos separatistas y alienta conflictos étnicos o religiosos.

Jefes militares o paramilitares en Birmania, Líbano, Afganistán o Colombia son a menudo "barones de la droga", que protegen plantaciones ilegales y rutas del comercio clandestino.

En 1988, un año considerado clave por los analistas de la geopolítica de la droga, una serie de procesos políticos favorecieron la expansión de su producción o marcaron sus niveles de apogeo.

El derrocamiento de un régimen democrático en Birmania dio lugar ese año a una asociación entre la nueva Junta Militar y grupos étnicos que controlan la producción de opio en ese país, alianza que mejoró sus posibilidades productivas y comerciales.

La retirada de las fuerzas soviéticas de Afganistan ese mismo año dejó el campo libre a líderes locales, algunos de los cuales financiaron sus actividades y compras de armas sembrando amapola.

También en 1988 tuvieron su apogeo los carteles de Cali y Medellín, que pusieron en jaque al gobierno de Colombia, en tanto que en Perú el movimiento guerrillero Sendero Luminoso, financiado con la coca del selvático valle del Huallaga, desestabilizó casi la tercera parte del país.

El llamado "Triángulo de oro", conformado por Laos, Tailandia y Birmania, era considerado el emporio del opio, pero esa situación está variando como consecuencia de los procesos políticos en Afganistán y Birmania.

Actualmente, cerca del 80 por ciento del opio y la heroína que se vende ilegalmente en el mundo procede de los campos de amapola situados en esos dos países, y Kun Sa, líder de las guerrillas birmanas del pueblo shan, es considerado el mayor traficante de opio en el mundo.

Los mayores productores de cannabis son Marruecos, con 80.000 hectareas sembradas, seguido de Pakistán y Afganistán, cuyos cultivos conjuntos ascienden a otras 80.000 hectáreas.

También se produce cannabis en Líbano, Mexico y Colombia, y comienza a inquietar la expansión de su cultivo en las repúblicas de la extinta Unión Soviética.

En cuanto a la cocaína, el 98 por ciento procede de Bolivia, Colombia y Perú, países en donde las plantaciones ilegales de coca superan en conjunto las 200.000 hectáreas.

"El narcotrafico es un problema para la seguridad hemisférica, no sólo porque desestabiliza a los gobiernos, sino también porque desestimula las inversiones y bloquea el desarrollo", dijo el general retirado Edgardo Mercado Jarrín, presidente del Instituto de Estudios Estratégicos y Geopolíticos de Perú.

En 1996, una Conferencia Interamericana de Ministros de Defensa celebrada en Argentina aprobó la propuesta de Estados Unidos para incluir en la Declaración de Bariloche un párrafo que define al "narcoterrorismo como una de las nuevas amenazas mundiales no militares".

A partir de esa definición, Estados Unidos o cualquier otro país podría decidir unilateralmente una intervención militar en una nación aduciendo que su gobierno no está en condiciones de controlar al narcotráfico en su territorio. (SIGUE/2-E

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