La necesidad de un debate sobre las consecuencias del uso de los organismos genéticamente modificados en la salud humana y el ambiente, en el que participen gobiernos y sociedad civil, fue planteada por científicos de América Latina y Europa.
El tema fue tratado en el curso de un seminario sobre "Tecnología Genética", organizado a fines de septiembre en Montevideo por el Instituto Cultural Goethe, patrocinado por Alemania.
En ese marco se presentaron ponencias sobre distintas aplicaciones de la biogenética, así como reflexiones acerca de los vínculos entre la ética y la genética.
Las intervenciones referidas a los organismos genéticamente modificados y sus aplicaciones en la agricultura y la industria de la alimentación fueron las que generaron mayor debate.
También merecieron fuerte polémicas los planteos referidos a los aspectos legales del asunto, sobre todo con proyección a las negociaciones en curso sobre el Protocolo de Bioseguridad de la Organización de las Naciones Unidas.
El argentino Alberto Díaz, director de la carrera de Biotecnología de la Universidad de Quilmes, afirmó que la genética "se ha convertido en una tecnología, más que en una ciencia".
"Lo que se encuentra en discusión son las aplicaciones industriales de los organismos genéticamente modificados", agregó.
Díaz estimó que esa tecnología "toca temas demasiado importantes para la humanidad, como por ejemplo nuevas tesis acerca del determinismo genético de ciertas características de las personas".
"Hasta se podría llegar a utilizar la manipulación genética para modificar comportamientos humanos o, peor aun, para obtener respuestas previsibles a determinados estímulos", subrayó.
Argentina "está jugada a los transgénicos, pues 80 por ciento de sus cultivos de soja, que abarcan cuatro millones de hectáreas, son con organismos genéticamente modificados", aseveró.
La perspectiva de que Europa deje de comprar la producción de soja argentina precisamente por la presencia de organismos genéticamente modificados en ella "está provocando una gran conmoción en los productores" locales, informó Díaz.
Daniel Pagliano, de la Unidad de Biotecnología del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria de Uruguay, defendió, en cambio, el uso de esta tecnología.
Uruguay se está haciendo eco del "gran desarrollo que está teniendo en el mundo la biología vegetal", y "la aplicación nacional de técnicas de combinación de genes es ya una rutina", indicó.
Para Pagliano, el objetivo de estas investigaciones es "hacer llegar a los cultivadores mejores condiciones de producción", y por ello se están "fabricando plantas que puedan resistir condiciones ambientales de estrés".
Informó, además, que en Uruguay se está experimentando con distintas variedades de trébol para dotar de resistencia a un virus que ataca las cosechas de este forraje, así como a herbicidas.
La diputada Ulrike Höfken, del Partido Verde de Alemania, rebatió a Pagliano, a quien acusó de comparar de manera errónea "la tecnología transgénica con la convencional, pues en la primera se borran las barreras entre las especies".
"No estoy contra la tecnología genética, pero pienso que existe un debate previo sobre la responsabilidad de quienes fabrican estos productos, porque no todo lo posible es necesariamente deseable", resaltó.
Para la legisladora ecologista, "es necesario definir qué problemas puede solucionar esa tecnología y los riesgos que puede hacer correr a la salud humana y al ambiente, algo que quienes la defienden no parecen ser muy conscientes".
Lo principal "es afianzar la seguridad alimentaria, porque si las resistencias artificiales de esos cultivos extendidos por todo el mundo llegaran a fallar, se generaría una hambruna planetaria", enfatizó Höfken.
Con respecto a la salud humana, la diputada alemana dijo que "se ha constatado la creciente aparición de alergias como consecuencia del uso de esos organismos".
"Esta manipulación tiene efecto en varias características de los vegetales. Por ejemplo, se ha probado que en chauchas transgénicas existía un exceso de estrógenos", precisó.
Höfken agregó que el éxito económico de esta operación es muy cuestionable, "ya que no reduce costos, como alegan las empresas, sino que los aumenta".
La diputada concluyó llamando a que se produzca "una discusión a nivel social, en todos los países, sobre la conveniencia de estos productos".
El abogado alemán Dan Leskien, asesor de la asociación ambientalista Amigos de la Tierra, aseguró que en Europa "la legislación en materia de organismos genéticamente modificados es muy buena, pero cuando se observa la práctica las cosas dejan que desear".
"Se deben intensificar los controles sobre la aplicación de las legislaciones vigentes en Europa, pero sobre todo responder a la pregunta de sí estos productos son realmente necesarios para la humanidad", observó. (FIN/IPS/dg/dm/dv en/99