El llamado tercer sector, ámbito de las organizaciones no gubernamentales (ONG), emplea en Brasil a 1,1 millones de personas, representa 1,5 por ciento del producto interno bruto y es motivo de investigaciones y de cursos universitarios de capacitación.
Se trata de un mundo de cerca de 220.000 instituciones sin fines de lucro, como fundaciones, centros de estudio y asociaciones comunitarias, feministas o ambientalistas, que en 1995 movieron unos 10.900 millones de reales (una suma casi igual de dólares, en ese momento).
Los datos son del Instituto de Estudios de Religión (ISER), que también forma parte del tercer sector y realizó su trabajo en el marco de un informe internacional de la universidad estadounidense John Hopkins.
Además de los 1,1 millones de empleados remunerados, el tercer sector engloba en Brasil a 333.000 voluntarios de actividad permanente y principal en esa área.
Ese sector crece mucho más que la economía, pese a las dificultades que enfrenta en esta década, destacó la antropóloga Leilah Landim, coordinadora en Brasil del informe de la universidad estadounidense.
En efecto, de 1991 a 1995 creció 44,3 por ciento, frente a un incremento de 19,8 por ciento del producto interno bruto (PIB).
La tendencia es de persistencia del fuerte aumento, dada la creciente adhesión de los empresarios mediante proyectos propios en el área social o contribuciones voluntarias a las organizaciones existentes.
En comparación con Estados Unidos, donde se calcula que el tercer sector ya representa diez por ciento del PIB, Brasil tiene mucho que avanzar.
Un tercio del personal ocupado en el tercer sector de Brasil se dedica a la educación, mientras que las actividades en las áreas de salud, cultura y asistencia social emplean cada una entre 15 y 16,4 por ciento del total, aunque con fuerte aumento de las dos últimas.
Pero las ONG no tuvieron una vida fácil en esta década. Muchas, especialmente las que dependían de la ayuda externa, enfrentaron dificultades o sucumbieron.
Los aportes del exterior cayeron bruscamente, tanto por la reducción del apoyo europeo como por la apreciación hasta enero, cuando se produjo una devaluación, de la moneda nacional ante las divisas extranjeras a causa de los planes de estabilización.
Además, hubo campañas contra la credibilidad especialmente de ONG de asistencia a los niños abandonados. Los críticos argumentaban, por ejemplo, que en algunas ciudades había tantos vluntarios de ayuda como niños abandonados, pero éstos continuaban en las calles.
Las grandes conferencias mundiales de la Organización de las Naciones Unidas, especialmente la de Medio Ambiente y Desarrollo, que tuvo lugar en Río de Janeiro en 1992, hicieron multiplicar las ONG, pero varias desaparecieron en seguida.
Pasada la euforia, las instituciones sobrevivientes, fundaciones y asociaciones comunitarias o filantrópicas, buscan desarrollar una gestión eficaz, especialmente en la captación de recursos.
En respuesta a esa realidad, la Fundación Getulio Vargas, una escuela superior de administración de Sao Paulo, creó el Centro de Estudios en Administración del Tercer Sector (CEATS), que ofrece cursos semestrales a los que ya asisten más de 500 gestores.
Los fundadores y activistas de las ONG se concentran en sus objetivos, las actividades sociales, y ese hecho determina una gran demanda de profesionales administrativos, explicó Luiz Carlos Merege, coordinador del CEATS.
Dos universidades de Sao Paulo, una católica y otra del gobierno estadual, también incluyen capacitación para gestores de organizaciones sin fines de lucro en sus cursos de graduación y posgrado.
La eficacia de tales cursos es puesta en duda por Stephen Kanitz, un consultor de empresas que investiga las ONG y cada año selecciona las 50 que considera mejores, concediéndoles el premio "Bien eficiente" y calificándolas de ese modo para obtener donaciones de empresas.
Las instituciones del tercer sector son muy pequeñas para pagar a profesionales de administración a tiempo completo, pero en su nivel presentan una buena gestión, afirmó Kanitz. (FIN/IPS/mo/ff/dv/99
