Niños de Africa son abandonados en las ciudades de Ceuta y Melilla, enclaves de España en el norte de ese continente, por padres que pretenden lograr con artilugios legales la residencia en la Unión Europea (UE).
Bieye Mbaki, natural de la República Democrática de Congo (ex Zaire) de cuatro años de edad, está desde el lunes en un centro de protección de menores de Ceuta.
Ese día fue encontrado en las calles de la ciudad, solo y con un pequeño cartel colgado del cuello, en el que constaba su identidad y el número de teléfono móvil de su padre.
Bieye es el tercer niño abandonado en Ceuta que las autoridades españolas detectan en menos de un mes. Otros dos ya se reencontraron con sus padres, que habían ingresado antes al enclave, sin visado y burlando la vigilancia policial.
La legislación española protege a los niños y no permite expulsar a inmigrantes menores de edad. Por extensión, tampoco puede expulsarse a sus padres, y España está obligada, por lo tanto, a regularizar su residencia.
Al obtener la residencia legal, estos inmigrantes pueden, además, pueden trasladarse para residir en cualquier otro país de la UE.
La muralla aún sin terminar que separa Marruecos de la ciudad de Ceuta, en la costa del mar Mediterráneo cerca del estrecho de Gibraltar, tiene un costo total superior a 50 millones de dólares.
Consta de cuatro cercos paralelos de alambradas, con una carretera perimetral en elre medio, alambres sensores y de púas y 17 torretas de vigilancia equipadas con cámaras térmicas, aire acondicionado, teléfonos, computadoras y focos de iluminación.
Además de sus propias leyes, los acuerdos de la UE le imponen a España el papel de guardián del extremo occidental de su frontera sur, sobre el estrecho de Gibraltar y zonas adyacentes.
Las leyes españolas están en camino de ser modificadas para que se reconozca a los inmigrantes los derechos laborales que en la actualidad se les niegan. Pero será difícil que eso abra las puertas para facilitar el ingreso de un mayor número de inmigrantes.
Habitantes del Africa subsahariana y de los países árabes del Magreb, en el norte del continente, procuran ingresar a Europa empujados por la marginación y la pobreza.
Los más arriesgados son los jóvenes, "que toman sobre sí la responsabilidad de ayudar a sus familias", afirma Abdel Ahmed Beyuki, presidente de la Asociación de Trabajadores Inmigrantes Marroquíes (ATIM).
Sólo por la valla de Ceuta se introducen irregularmente entre 20 y 25 inmigrantes cada día, según fuentes policiales. Además, otros ingresan por la ciudad de Melilla, al este de Ceuta, y otros se lanzan a la aventura de cruzar el mar Mediterráneo en frágiles embarcaciones, denominadas "pateras".
Los que no logran pisar suelo español y se los detiene en el mar son enviados de inmediato al lugar del que partieron.
Pero si llegan aunque sea a una playa deshabitada, son detenidos y alojados en los denominados "centros de acogida", custodiados por la policía, hasta ser expulsados, una vez cumplidos los trámites administrativos.
En los centros de acogida de Ceuta se aglomeran 1.050 naturales de Africa subsahariana y 90 argelinos.
La expulsión de inmigrantes ni siquiera toma en cuenta la necesidad de mano de obra en el sector agropecuario. Propietarios de camposse quejan de imposibilidad de obtener peones para la cosecha. Un empresario madrileño de la construcción, Miguel de la Red Sánchez, se manifestó avergonzado por esa situación.
De la Red narró, en una carta al matutino El País, su experiencia al querer contratar a Mustapha, un marroquí que tiene permiso de trabajo como empleado doméstico. El Ministerio de Trabajo negó la posibilidad de que se lo contratara como obrero sin cambiar ese permiso.
El empresario concurrió a una oficina de esa repartición. Allí se encontró "con el desagradable panorama" de unos 300 extranjeros esperando en la calle desde las tres de la madrugada, mientras los españoles pasaban delante de ellos y eran atendidos primero.
Para el trámite de cambiar un permiso por otro lo hicieron comprar una solicitud, llenarla y entregarla. Entonces, le informaron que "en unos meses", siete u ocho, podría contratar a Mustapha.
"Me avergüenzo del trato que mi país da a los que vienen buscando un puesto de trabajo, buscando igual que hicieron mis abuelos yendo a Alemania o a América", sostuvo De la Red.
También manifestó verguenza porque los inmigrantes "solo ocupan los puestos de trabajo que los españoles no quieren, como en el campo o en la construcción".
Mientras, en el Congreso de los Diputados se ha comenzado a tratar un proyecto de ley sobre el trabajo de los inmigrantes, que reemplazaría a la aprobada en 1985, bajo el gobierno del socialista Felipe González.
Según el borrador, al que tuvo acceso IPS, la ley reconocerá a los extranjeros el derecho a afiliarse a sindicatos, a la cobertura social (salud y jubilación) y al seguro de desempleo, de los que actualmente están privados.
No obstante, se seguirá vinculando el permiso de residencia al de trabajo, para el cual primero deben presentar un contrato o un compromiso de contratación. (FIN/IPS/td/mj/pr hd/99