La organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW) denunció cinco casos de represión en China contra tibetanos que manifestaron su oposición a la ocupación de Tibet.
Uno de ellos, Badzra Trinley, un monje de 30 años, recuerda como fue golpeado con varas de bambú y torturado con descargas eléctricas en una prisión china.
Baldes de agua helada fueron arrojados sobre su cuerpo desnudo en pleno invierno y grilletes puntiagudos le inmovilizaban las manos por encima de los hombros.
El crimen de Badzra consistió en atreverse a repartir consignas en favor de la independencia de Tibet una noche de verano de 1994.
Todo ocurrió cerca del monasterio de Labrang, en la provincia de Gansu, una de las grandes instituciones religiosas tibetanas fuera de Tibet, donde Badzra estudió para convertirse en un monje budista.
La Oficina de Seguridad Pública, la policía china, acusó a Badzra de ser un espía del gobierno tibetano en el exilio. Dijeron que repartió literatura independentista y, por lo tanto, era un criminal subversivo.
Tras una parodia de proceso judicial en 1996, Badzra fue condenado a dos años y siete meses de cárcel.
HRW, la principal organización de derechos humanos de Estados Unidos, conoció su historia en la ciudad india de Dharamsala, donde tiene su sede el gobierno tibetano en el exilio.
Después de su excarcelación, Badzra fue sometido a una vigilancia y un aislamiento tan intensos que su vida en China se hizo insoportable. Viajó a India sin decir una palabra a sus familiares y amigos para protegerlos del acoso de la policía local.
La historia de Badzra es una de las cinco contenidas en el informe "Perfiles de Tibetanos en Exilio", que HRW dio a conocer la semana pasada y que señala que la intolerancia china hacia la actividad política tibetana se extiende hasta las provincias de Sichuán, Sansú, Yunnan y Qinghai.
La mitad de los tibetanos bajo el poder chino viven en esas provincias, conocida como "Tibet oriental", situada fuera de la Región Autónoma Tibetana.
Aunque es casi del tamaño de la región autónoma, Tibet oriental recibe muy poca atención de la comunidad internacional.
HRW afirma que activistas tibetanos fueron sentenciados a años de cárcel por pegar carteles que exigen el retiro de China de Tibet, escribir cartas en favor de prisioneros y difundir los discursos del líder espiritual en el exilio, Dalai Lama.
El informe también describe cómo la policía torturó a los activistas cuando los interrogó y continuó intimidándolos luego de su excarcelación.
"Las violaciones de derechos humanos en Tibet Oriental estuvieron fuera de la pantalla del radar mundial hasta que dos extranjeros y su traductor tibetano resultaron detenidos aquí", explicó Sidney Jones, directora para Asia de HRW.
A mediados de agosto, el australiano Gabriel Lafitte, su compañero estadounidense Daja Meston y Tserin Dorje, un tibetano al que contrataron como intérprete, fueron detenidos por agentes de seguridad chinos en el remoto distrito de Dulán, en la provincia de Qinghai.
El trío intentaba investigar un controvertido programa del Banco Mundial que pretende reubicar a 60.000 musulmanes y campesinos Han en tierras donde nómadas tibetanos y mongoles llevan a pastorear a su ganado.
En junio, Estados Unidos, el mayor accionista del Banco Mundial, objetó el proyecto durante la reunión de directores del organismo. La mitad de los directores votaron en contra del programa que muchos consideran perjudicará a la población tibetana y el ambiente circundante.
Ante la inesperada oposición, el gobierno chino prometió acceso irrestricto al proyecto "en cualquier momento y sin supervisión oficial".
Sin embargo, cuando los dos especialistas y su traductor tibetano visitaron el área, fueron detenidos por la policía.
Meston, de 29 años, según se informó, se fracturó la espalda cuando cayó desde la ventana de un tercer piso durante el interrogatorio policial.
Posteriormente, fue trasladado a Hong Kong para recibir tratamiento médico. Su colega australiano también fue liberado y enviado de regreso a Melbourne, mientras el tibetano se encuentra todavía incomunicado.
Las detenciones de agosto muestran cuánto preocupa a China el acceso de extranjeros a zonas políticamente inestables, en parte porque salen a relucir denuncias de prácticas abusivas.
Gabriel Lafitte, un experto en tierras de pastoreo de la Universidad de Melbourne, fue interrogado en Xining, la capital provincial de Qinhai, mientras una delegación australiana de alto nivel estaba en la ciudad para discutir sobre derechos humanos.
"Su detención fue una burla a la delegación, que ni siquiera pudo verlo", dijo un diplomático occidental en Beijing.
Australia renunció a intentar que la ONU apruebe resoluciones de condena contra China en materia de derechos humanos. En cambio, junto con otros gobiernos occidentales, ahora propone entablar "diálogos bilaterales" sobre esos problemas.
"El arresto de los dos especialistas sobre Tibet y su traductor en Qinhai logró llamar la atención internacional porque estaban involucrados extranjeros", señaló Jones, de HRW.
"Sin embargo, el arresto de activistas locales en esas regiones orientales de Tibet merecen el mismo interés e igual condenación", manifestó. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/ego/aq/hd/99