Un estudio de la Facultad de Medicina de la universidad estadounidense de Harvard, que se dio a conocer esta semana, indicó que muchos medicamentos donados a países en desarrollo en los últimos años eran inapropiados e incluso perjudiciales.
Se comprobó además que en numerosos casos el beneficio fue mayor para los donantes que para los destinatarios de los medicamentos. Las empresas farmacéuticas que realizaron donaciones recibieron significativas exenciones impositivas, y las organizaciones de caridad lograron atraer más contribuciones.
El estudio de Harvard cubrió el período 1994-1997, se concentró en la actividad de dos agencias estadounidenses de ayuda cuyos nombres no fueron revelados, e incluyó trabajos de campo en Armenia, Haití y Tanzania.
La investigación indicó que entre 10 y 42 por ciento de los medicamentos donados, según los casos, no estaban incluidos en las listas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) o del país receptor.
En promedio, cerca de 30 por ciento tenían fecha de vencimiento en un plazo menor de un año, y seis por ciento en un plazo menor de 100 días, violando las directivas de la OMS.
Dos de las nueve organizaciones de salud consultadas dijeron que la mitad de los medicamentos que recibieron ya no estaban vigentes.
Muchas organizaciones en Armenia obtuvieron grandes cantidades de "remedios combinados" que contenían un analgésico y un descongestivo, para su empleo en pacientes que no necesitaban ambos fármacos.
El problema de la donación de medicamentos inadecuados sigue vigente, según el estudio. Durante el conflicto de Kosovo, por ejemplo, la OMS comprobó que muchos medicamentos donados para los refugiados en Albania y Macedonia eran inútiles, porque su vigencia había caducado o porque el personal de salud local no los conocía.
En el estudio de Harvard se indicó, de todos modos, que gran parte de las donaciones de medicamentos beneficiaron a los destinatarios, pese a los problemas registrados, y se señaló que debería existir una supervisión más estricta de estas actividades por parte de organismos internacionales como la OMS.
También debe tenerse en cuenta que las donaciones, aun cuando resultan eficaces, no pueden corregir el problema fundamental de la relación entre la pobreza, la falta de desarrollo y el descenso de los niveles de salud.
Para comenzar, debe haber un cambio de dirección en lo que parecen ser las fuerzas motrices del negocio de donación de medicamentos, que no corresponden a las necesidades de los países y las poblaciones pobres.
Los grandes fabricantes de medicamentos reciben exenciones impositivas por ser donantes, cuando en realidad se deshacen de existencias indeseables de productos, y las grandes instituciones de caridad buscan satisfacer a sus patrocinadores financieros, mostrando que son muy activas en todo el mundo.
El estudio de Harvard comprobó, por ejemplo, que quienes llevan medicamentos personalmente a Haití, en respuesta a pedidos locales específicos, resultan una mejor fuente de ayuda para ese país que agencias estadounidenses de asistencia que siempre dicen que tienen un contenedor lleno de fármacos "listo para salir".
La investigación fue patrocinada por la Sociedad para la Calidad de las Donaciones Médicas, un grupo formado por siete companías farmacéuticas estadounidenses y seis organizaciones de ayuda, con la finalidad de realizar mejores aportes.
El cumplimiento de tal objetivo requerirá una estrecha cooperación entre ese grupo, los donantes en general, la OMS y los países receptores.
La mayoría de los observadores piensan que es necesario un mayor esfuerzo global para movilizar los beneficios de la ciencia y la tecnología, y hallar respuestas perdurables a los problemas de salud que afectan a los países en desarrollo más pobres.
La OMS y varias agencias de las Naciones Unidas están desarrollando una campaña para "hacer retroceder a la malaria", una enfermedad que afecta a entre 300 y 500 millones de personas al año, en su mayor parte en Africa subsahariana, y que según datos de la OMS causa anualmente la muerte un millón de muertes.
Los promotores de la campaña identificaron como uno de sus objetivos principales el desarrollo de nuevos medicamentos y vacunas, además de tareas tradicionales como las vinculadas con la educación sanitaria de las poblaciones y la mejora de los sistemas de salud.
Los observadores señalaron, sin embargo, que las compañías farmacéuticas no quieren gastar en Investigación y Desarrollo los cientos de millones de dólares que serían necesarios para descubrir una vacuna contra la malaria.
Es improbable que esos estudios se realicen, porque los beneficiarios del Sur no están en condiciones de pagarlos, y las firmas que fabrican medicamentos buscan aportar los máximos beneficios a sus accionistas.
Fue significativo que el estudio de Harvard se conociera el mismo día en que el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton dijo a integrantes de la asociación estadounidense Veteranos de Guerras en el Extranjero que el Congreso de ese país debería aprobar más fondos de ayuda exterior para "prevenir guerras".
Estados Unidos es el mayor deudor de la Organización de las Naciones Unidas, a la que debe 1.600 millones de dólares. Si Washington cumpliera con esa obligación, las organizaciones internacionales estarían en mejor posición para ayudar a prevenir las enfermedades y el subdesarrollo.
La directora de la OMS, Gro Harlem Brundtland, señaló que "en la mayoría de los casos, las enfermedades y las muertes por infecciones pueden ser evitadas con gastos relativamente pequeños".
Los problemas se agudizan, sin embargo, porque los agentes patógenos desarrollan resistencia a los medicamentos, el aumento de los viajes incrementa los contagios, y aparecen nuevos tipos de enfermedad, todo lo cual exige una responsabilidad global en el esfuerzo contra la mortalidad evitable.
"Es posible que dispongamos de poco tiempo para realizar rápidos progresos", advirtió Brundtland. (FIN/IPS/tra- en/cr/mk/ego/mp/he dv/99)