La inesperada amnistía otorgada a prisioneros políticos por el nuevo rey de Marruecos, Mohammed VI, el día de su asunción al trono, generó grandes expectativas de cambio político en esta nación norafricana.
Sin embargo, analistas locales se muestran cautos, porque las reformas democráticas en Marruecos deben pasar a través del despiadado cono de sombra del anterior reinado de Hassan II.
Algunos dicen que Mohammed pretende establecer una monarquía moderna, a prueba de tentaciones republicanas, según el modelo español.
En una medida aparentemente destinada a disociarse de los antecedentes de su padre en materia de derechos humanos, Mohammed VI perdonó a 7.988 prisioneros políticos, en su mayoría jóvenes, en tanto 38.224 reclusos obtuvieron una reducción de sus condenas.
La amnistía fue cálidamente acogida por las familias de los presos, que el fin de semana se precipitaron a las puertas de las cárceles de todo el país para recibir a los liberados.
"Es ese gran interés que el nuevo rey muestra por los pobres y los jóvenes el que asegura la estabilidad de Marruecos después de la muerte del rey Hassan", declaró Amina, quien fue a recibir a su hermano de 27 años a la puerta de la prisión de Zaki, en Sale, la ciudad gemela de Rabat.
La prensa marroquí publicó fotos de los excarcelados y sus familiares celebrando la decisión real. Entre los presos liberados figuran activistas de la proscripta asociación Al-Adl Wa Al-Ihssan (Justicia y Caridad), cuyo líder, el jeque Abdeslam Yassin, se encuentra bajo arresto domiciliario en Sale.
"La preocupación y el deseo de realizar más cambios por parte del nuevo rey está por verse", declaró Najib, un joven visiblemente instruído, con tono cauteloso.
En su discurso a la nación, una semana después de haber sido proclamado rey de Marruecos, tras la muerte de su padre Hassan II, Mohammed VI anunció que construirá un país donde, bajo el imperio de la ley, se fortalezcan los derechos humamos y la democracia.
Sin embargo, la sociedad civil marroquí y organizaciones no gubernamentales (ONG), cuyo número aumentó en los últimos años de reinado de Hassan, siguen adoptando una política de "ver para creer", absteniéndose de formular comentarios definitivos.
"El rey señaló los problemas de Marruecos. Queremos ver qué hará el gobierno acerca de las cuestiones señaladas por el rey", declaró un miembro de la independiente Organización de Derechos Humanos de Marruecos (ODHM). "Lo que es cierto es que las cosas comenzaron a moverse…"
Observadores políticos en Rabat opinaron que el decreto real de amnistía es una clara señal que anticipa más cambios fundamentales.
"El nuevo rey no tiene más remedio", apuntó Mostapha Alawi, director de un diario local que fue prohibido en la época de Hassan. "Está obligado a implementar cambios democráticos genuinos para hacer que Marruecos se sintonice con el siglo XXI".
"Hassan no fue un rey, fue un sultán. Hay una gran diferencia entre rey y sultán", expresó. "El sultán es la persona más poderosa del país, aquella que hace todo".
Las reformas políticas y económicas que Hassan proclamó haber iniciado son una fachada destinada a agradar a los funcionarios del Banco Mundial y círculos financieros y empresariales del extranjero, que se sentían incómodos de tratar con un gobierno involucrado en graves violaciones de derechos humanos, según observadores.
Al mismo tiemnpo, Hassan cultivó una estrecha relación con Estados Unidos y mantuvo vínculos culturales y de negocios con cientos de miles de judíos marroquíes que emigraron a Israel, lo cual le dió un papel privilegiado en el conflicto de Medio Oriente.
"Mohammed debe aprovechar el hecho de no tener las manos manchadas con sangre", manifestó un alto funcionario de gobierno.
Hassan, el más longevo de los gobernantes mediorientales hasta que falleció de un ataque cardíaco el 23 de julio, fue famoso por su brutal represión de la oposición izquierdista, que trató de asesinarlo en dos oportunidades.
Acosado por un sentimiento de inseguridad, Hassan descargó su puño de hierro sobre la sociedad en los años 60, sofocó las libertades cívicas y arrojó a la elite de la joven generación de políticos dentro de la cárcel de Tazmammart, que no figura en la lista de prisiones del país y se encuentra en el desolado desierto meridional.
Debido a la presión internacional, Hassan comenzó a mostrar signos de clemencia a principios de los años 90, liberando a cientos de presos y pagando inmenizaciones a las familias de aquellos que fueron dados por desaparecidos en la época más sombría.
"El rey Hassan no fue un verdadero demócrata debido a sus sentimientos de inseguridad", apuntó el funcionario.
Además de sus negativos antecedentes sobre derechos humanos, Hassan dejó a su hijo un país aquejado por diversos males sociales y económicos, que afectan sobre todo a la población juvenil.
Sistemas educativos y de salud deficientes, un alto índice de desempleo (20 por ciento en la actualidad) y una costosa guerra de 23 años para controlar el Sahara Occidental pusieron a Marruecos muy por detrás de sus vecinos y socios en la Unión del Mahgreb, Argelia y Túnez, en materia de desarrollo.
"Es una vergüenza para un país como Marruecos tener más de 50 por ciento de analfabetos a fines del siglo XX", expresó Mohammed Najili, un analista económico.
El éxodo de miles de personas desesperadas por falta de empleo, especialmente jóvenes, hacia Europa, es la consecuencia más notoria del caos social marroquí. En ocho años, más de 300.000 marroquíes trataron de cruzar las turbulentas aguas del estrecho de Gibraltar en dirección a Europa.
Algunos de esos "harragas", aquellos que dejan todo detrás para buscar una vida más digna en Europa, triunfaron en su gran escape y pasaron a integrar la legión de ciudadanos de segunda clase en la parte septentrional del Mediterráneo.
Otros, menos afortunados, perecieron en el intento, tratando de escapar de la policía española.
La participación de Mohammed en varias acciones caritativas en favor de los pobres durante la época que estuvo a la sombra de su autocrático padre generó grandes expectativas entre los jóvenes.
"Tenemos la esperanza de que el rey Mohammed mantenga su preocupación por los pobres y la juventud", declaró Toufik Khouni, de 28 años, quien recordó cuando el soberano era todavía príncipe heredero y distribuyó víveres y ropas entre los pobres, y buscó empleos para muchos que hacían cola frente a su casa en Sale.
"Hassan fue el rey de los ricos. Yo espero que Mohammed sea el monarca de los pobres", manifestó Khouni.
Hassan, que era el hombre más rico del país, con vastos intereses comerciales y agrícolas, promovió una nueva elite de ricos inversores, especialmente en la ciudad de Fez, en el centro de Marruecos, y la legó a Mohammed. Su lema era "hazte poderoso pero no toques a los políticos".
El nuevo rey, que trabajará con el gobierno de centro-izquierda del primer ministro socialista Abderrahmane Youssoufi, que estuvo en la cárcel por disidente, podría encontrar obstáculos en un puñado de poderosos miembros de la vieja guardia que ayudaron a su padre a reinar durante 40 años.
Los ministros del palacio redujeron considerablemente el margen de maniobra del gobierno, que suscitó expectativas cuando asumió en 1998 pero se vió obligado a aceptar especialmente al ministro del Interior, Driss Basri, cuya autoridad está en segundo lugar después del rey.
No se sabe exactamente de qué manera personajes como Basri encajarán en la supuesta nueva era de cambios encabezada por Mohammed VI. (FIN/IPS/tra-en/naa/ak/ego-mlm/hd/99