Organizaciones ambientalistas aplaudieron en Chile la prohibición de un peligroso plaguicida y acusaron a empresarios forestales de haber presionado a las autoridades en un intento de impedir esta medida.
La Alianza por una Mejor Calidad de Vida, que incluye a la filial chilena de la Red de Acción en Plaguicidas, felicitó este jueves al Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) por su resolución de prohibir el uso del pentaclorofenol (PCF) en este país.
El SAG, dependiente del Ministerio de Agricultura, acogió finalmente las denuncias que desde 1993 venían realizando las cinco organizaciones que conforman la Alianza por una Mejor Calidad de Vida a propósito de los efectos del PCF.
Según los ambientalistas, la decisión de las autoridades fue postergada por acciones de la Corporación de la Madera (Corma), organismo empresarial que reúne a las grandes compañías forestales de Chile.
"Rechazamos categóricamente la posición de la Corma, que por años se ha opuesto y presionado para que no se prohibiera este producto", denunció la Red de Acción en Plaguicidas en una declaración pública.
El presidente de Corma, Fernando Raga, se opuso a la decisión del SAG con el argumento de que el pentaclorofenol impide que aparezcan manchas azules en la madera, "situación que es impresentable ante el mercado", según dijo.
Esas declaraciones "nos parecen inadecuadas y sin ningún respeto por las personas y el ambiente", comentaron los activistas, que cuestionan permanentemente los métodos de explotación en gran escala de los bosques chilenos.
El PCF es un fungicida preservante de la madera que contiene dioxinas, las impurezas altamente tóxicas que hicieron noticia cuando la Unión Europea (UE) prohibió en junio el consumo de pollos y huevos belgas, contaminados por estos compuestos.
El pentaclorofenol está prohibido en Alemania, Checoslovaquia, China, Dinamarca, la Comunidad de Estados Independientes (ex URSS), Suecia y Suiza, y severamente restringido en Estados Unidos y en la mayoría de los países de la UE.
El PCF, catalogado como un estrógeno ambiental, causa alteraciones en el sistema endocrino, deprime el sistema inmunológico y es además neurotóxico, según estudios médicos difundidos por los ambientalistas.
Las dioxinas de este plaguicida provocan malformaciones congénitas, y daños al hígado, riñones y el sistema nervioso. Los trabajadores expuestos al PCF pueden sufrir dermatosis, cloroacné y otras afecciones a la piel.
Este fungicida causa también alteraciones en los ecosistemas, ya que sus desechos se acumulan en napas subterráneas de agua y en los suelos con una alta persistencia, fenómeno que se conoce como bioacumulación.
En 1996, se consignó en la región del Maule, unos 400 kilómetros al sur de Santiago, la muerte de un niño de 16 años que trabajaba temporalmente en faenas de dosificación de maderas con PCF.
En la región del Bío-bio, entre 500 y 700 kilómetros al sur de la capital, se comprobó que todos los trabajadores expuestos al PCF mostraban síntomas de daño, con neuralgias, inflamación de mucosas, dolores abdominales, náuseas y problemas urinarios en 60 por ciento de los casos.
En esa misma región, el uso masivo de pentaclorofenol contaminó en noviembre de 1998 el río Chillán, provocando una gran mortandad de peces. También allí, una fumigación aérea con PCF para controlar una polilla maderera mató miles de cangrejos en 1996.
Los ambientalistas responsabilizaron a la Corma de no haber desarrollado a tiempo alternativas a este fungicida, con técnicas de secados de madera y el empleo de sustitutos menos tóxicos, tras las primeras denuncias de 1993 sobre los daños del PCF.
La Alianza por una Mejor Calidad de Vida y la Red de Acción en Plaguicidas exhortaron a la organización empresarial a que incentive a sus asociados para que reduzcan de forma efectiva el uso de plaguicidas en el sector forestal y apliquen tecnologías limpias. (FIN/IPS/ggr/mj/en/99