Los grupos de reflexión sobre la condición masculina son ya una realidad en Argentina y en Uruguay, aunque las sociedades de ambos países están lejos de haber comenzado a desterrar los arraigados y "tangueros" comportamientos machistas.
El fenómeno está bastante más extendido en Argentina, donde los grupos de ese tipo ya se cuentan por decenas e incluso hay seminarios universitarios que abordan la temática.
En Uruguay, en cambio, la problemática de la "condición del varón" y de la "perplejidad" de los hombres ante la evolución de las tendencias de comportamiento está recluida en unas pocas instituciones, a cargo en particular de psicólogos y sociólogos.
De todas maneras, "es importante que en países como los rioplatenses, donde la cultura machista está tan asentada y se expresa en manifestaciones tan populares como el tango, se den estas reflexiones", señala el psicólogo y sexólogo uruguayo Arnaldo Gomensoro.
Gomensoro es uno de los autores del libro "La nueva condición del varón", una investigación realizada en base a cerca de 300 entrevistas realizadas a habitantes de Montevideo de sexo masculino, por lo general pertenecientes a la clase media y con un nivel educativo relativamente alto.
En los varones se detecta "sobre todo un malestar, un no saber cómo enfrentar los cambios que se les han venido encima a partir del mayor protagonismo adquirido por la mujer en todos los planos, desde el laboral al sexual", sostiene otro de los participantes en el estudio, el médico Carlos Güida.
"Hay en ellos un deseo de cambiar en la superficie, de camuflarse, pero sin ir a lo profundo", agrega Güida, ejemplificando ese tendencia dominante con el caso de un entrevistado que confesó "hacerse el tierno frente a las mujeres sólo para conquistarlas".
Mientras las mujeres han conquistado nuevos campos y cuestionan al hombre no sólo por el papel que ocupa en la pareja y en la sociedad en general sino por el que ellas mismas han asumido hasta ahora, los varones "se sienten mal y la mayoría reacciona parapetándose en sus viejos esquemas", dice Gomensoro.
Una constatación similar efectúa el argentino Sergio Sinay, que desde principios de esta década coordina grupos de varones.
"Los hombres argentinos están desorientados", indica Sinay, mientras el psicoanalista Guillermo Villaseca sostiene que "los varones son hoy en este país una población en riesgo, al tener unas pautas de 'normalidad' extremadamente rígidas que les impiden cuestionarse".
Ello se puede ver en conductas que van desde negarse a efectuar tareas domésticas hasta el depósito en la mujer de la responsabilidad exclusiva de "cuidarse" en las relaciones sexuales, pasando por resentimientos mal disimulados en caso de que la pareja perciba mayores ingresos, destaca Villaseca.
"Los más avanzados son aquellos que asisten a los grupos de reflexión o acuden a consultas psico o sexológicas porque se dan cuenta de que 'algo no va' en ellos y tienen un vago deseo de cambiar", observa por su lado el uruguayo Daniel Corsino, otro de los autores de "La condición del varón".
"Son una minoría que tiende a crecer sobre todo entre la población de 20-40 años, pero minoría al fin", concluye.
Los que intentan cambiar no tienen un camino fácil, como lo comprueba cotidianamente Robert Parrado, quien reúne la condición de policía y de psicólogo, así como también la de animador del grupo Renacer, que aporta asistencia a hombres golpeadores.
Parrado admite ser mal visto entre sus colegas policías, muchos de los cuales se cuentan entre los que castigan física o psicológicamente a sus parejas.
De una manera u otra, "la sociedad castiga a quienes quieren cambiar o pretenden asumir, por ejemplo, tareas 'propias del otro sexo'. Son muy a menudo las propias mujeres las que se revelan más machistas porque también ellas están marcadas por siglos de historia", señala.
Paralelamente, también es verdad que "hoy las mujeres denuncian más que antes los hechos de violencia de que son víctimas, lo cual es en sí mismo un cambio positivo y ha contribuido a generar la necesidad de un debate sobre la relación entre ambos sexos", opina Parrado.
La violencia doméstica en Uruguay es una realidad, si no más extendida, por lo menos más "evidente" ahora que hace unos pocos años, agrega.
Güida indica por su lado que muchas de las mujeres adolescentes a las que atiende en una clínica de la periferia de Montevideo hoy prefieren vivir sin pareja a seguir siendo golpeadas.
"Antes su aspiración era casarse y criar hijos. Ahora aspiran a que un hombre las embarace y que después se vaya, porque están seguras de que en un momento u otro su vida va a ser un infierno de golpes o agresiones", afirma.
Entre muchos de los que aceptan integrar un grupo de reflexión sobre la condición masculina hay una historia de amor propio malherido.
A esa situación los varones pueden llegar "sea por razones 'culturales' (un mayor protagonismo de la mujer en la pareja) o más directamente económicas, como el crecimiento del desempleo", dice Güida.
La desocupación, que afecta a más de 14 por ciento de la población activa argentina y cerca del 12 de la uruguaya, echó por tierra el estereotipo del hombre "proveedor" de la familia.
Tanto en Argentina como en Uruguay más de un cuarto de los hogares tienen como jefa a una mujer, en buena parte de los casos en razón de que el hombre perdió su empleo.
"Hay condiciones objetivas más que suficientes para que el hombre se vea cuestionado en sus papeles tradicionales", constata Gomensoro. "A veces faltan las subjetivas".
En Uruguay, iniciativas como los grupos de reflexión o autoayuda masculinos son todavía muy minoritarios para que haya una verdadera tendencia de cambio.
En Argentina, los avances son mayores, con la multiplicación reciente de esos grupos por todo el país, la aparición de cátedras universitarias sobre el tema de "lo masculino y lo femenino", e incluso series de televisión que tratan esas problemáticas.
"Las sociedades resisten, los propios hombres resisten, pero en el a menudo tan pacato Río de la Plata hay sectores que se movilizan para que también en este plano de las relaciones entre los sexos las cosas cambien", afirma Gomensoro. (FIN/IPS/dg/ag/hd/99