El Ministerio del Interior de Rusia consideró perdida la guerra contra drogas como la heroína y la cocaína, cuyo uso se propaga a rápida velocidad entre los jóvenes pese a sus precios prohibitivos.
Unos dos millones de personas, en una población de 147 millones, usan drogas regularmente, y 250.000 son adictas. La cifra representa el triple de hace cinco años.
Casi desconocidos antes del colapso de la Unión Soviética, en 1991, el tráfico y consumo de drogas duras se propagan rápidamente, en especial entre los jóvenes, a pesar de sus altos precios, destacó el general Alexander Sergeyev, director del departamento antidrogas del Ministerio del Interior.
El consumo de drogas es "un desastre nacional", declaró Ella Pamfilova, diputada y principal organizadora del Congreso Mundial de Fuerzas Antidrogas, celebrado en Moscú el 25 y 26 de junio.
"Hasta 10 por ciento de los escolares han utilizado drogas, y algunos niños de seis años han sido registrados como adictos", dijo a IPS.
El narcotráfico en Rusia generó 1.200 millones de dólares en 1998, frente a 1.500 millones en 1997, indicó Sergeyev. Se trata de una cifra pequeña en comparación con la mundial, de 500.000 millones de dólares al año, pero representa un inmenso potencial de ganancias.
Además, Rusia es utilizada cada vez más como corredor para transportar drogas hacia Europa occidental desde las áreas productoras de Asia central.
Los países centroasiáticos están convirtiéndose en un nuevo "triángulo de oro" rival del formado por Birmania, Tailandia y Laos y de la "media luna dorada" de Afganistán y Pakistán, sostienen expertos.
Las condiciones climáticas de las repúblicas ex soviéticas de la región son ideales para el cultivo de la adormidera, utilizada para fabricar heroína, y de cannabis o marihuana. Sólo en Kazajistán, más de un millón de hectáreas se destinan a cultivar esas plantas.
Regímenes autoritarios, funcionarios corruptos, fronteras largas y descuidadas y un buen acceso al mercado ruso forman un marco perfecto para la creación de un nuevo triángulo de oro en Asia central.
Rusia está buscando ayuda internacional para combatir el narcotráfico y delitos relacionados. El gobierno trabajó con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en un acuerdo para que ésta le proveyera equipos y entrenamiento y realizara estudios sobre narcotráfico en Rusia.
Moscú también espera obtener cierta ayuda de Occidente, el principal objetivo de los traficantes. "Tenemos 10.000 kilómetros de frontera no vigilada con Kazajistán, y las reservas de drogas en Afganistán se estiman en unas 2.000 toneladas", destacó Sergeyev.
"Si no detenemos este influjo, las drogas irán a Europa occidental, por eso los europeos deben ayudarnos financieramente", exhortó.
Funcionarios de inteligencia temen que el narcotráfico genere problemas internos más graves. "El problema de las drogas creció en Rusia hasta convertirse hoy en una amenaza a la seguridad nacional", subrayó Vladimir Putin, secretario del Consejo de Seguridad y jefe del Servicio Federal de Seguridad.
Pese a las nuevas leyes represivas y a una campaña antidrogas del gobierno, la policía se queja de escasez de fondos para el programa federal antinarcóticos y de la falta de un marco legal claro para la confiscación de fondos ilegales derivados del tráfico y comercio de drogas.
La adicción a las drogas está en aumento en Moscú, con unos 20.000 drogadictos registrados, 7.000 de ellos menores, destacó Nikolai Plavunov, presidente de la Comisión de Salud de la capital.
Plavunov estimó que el número real de jóvenes usuarios de drogas es 50 veces superior al oficial.
"Nuestro Estado demostró falta de preparación para hacer frente al problema de la droga", opinó Viktor Denikin, presidente de la Comisión Estatal para la Juventud. "Ahora necesitamos un programa nacional", dijo a IPS.
Con el objetivo de hacer frente al desafío, el parlamento aprobó recientemente una polémica ley antidrogas.
La ley, en vigor desde abril de 1998, no sólo penaliza el uso de drogas no prescriptas por médicos, sino que amplía los poderes de la policía para registrar y detener ciudadanos, y por eso se volvió blanco de críticas de grupos defensores de los derechos humanos.
"Debemos proteger a las generaciones más jóvenes de esta amenaza", arguyó Nikolai Gerasimenko, presidente del Comité de Salud de la Duma (cámara baja del parlamento) y autor del proyecto.
La nueva ley prevé el tratamiento obligatorio para drogadictos, prohíbe las publicaciones sobre preparación de drogas y técnicas de uso, y restringe los informes de prensa sobre el tema, ya que, según Geramisenko, muchos "principiantes" aprenden sobre drogas de los medios.
Pero un año después de la entrada en vigor de la ley, grupos de derechos humanos sostienen que la norma otorgó a la policía una nueva herramienta para aumentar sus estadísticas de detenciones y crímenes resueltos encarcelando aun a usuarios ocasionales de drogas.
Los críticos sostienen que la represión policial fuerza a los adictos a la clandestinidad, a usar drogas caseras y compartir agujas, lo que aumenta el riesgo de infección con el virus del sida. (FIN/IPS/tra-en/sb/ak/mlm/he-ip/99