CHILE: Continúa la pérdida de bosques nativos

El proceso de destrucción de los bosques nativos persiste en Chile como consecuencia de la política de explotación forestal, mientras una ley destinada a su protección cumple ya ocho años empantanada en el parlamento.

Según el último catastro sobre recursos silvícolas, presentado este mes por la Corporación Nacional Forestal (Conaf), entre 1994 y 1998 se perdieron 25.000 hectáreas de bosques autóctonos en las sureñas regiones de la Araucanía y de Los Lagos.

Estas dos regiones, que abarcan un área entre 600 y 1.000 kilómetros al sur de Santiago, son las que poseen las mayores reservas forestales del país, explotadas por numerosas compañías madereras, tanto chilenas como transnacionales.

Según Marcel Claude, especialista en economía ambiental, los últimos datos de Conaf indican que la depredación del bosque nativo se debe cada vez más al modelo de explotación forestal y menos a la recolección de leña como combustible por parte de campesinos pobres.

La pequeña y a la vez masiva utilización de los bosques como leña ha sido considerada tradicionalmente la mayor causa de agotamiento de los bosques autóctonos en Chile, aunque desde hace algunos años se advierte que el gran peligro a futuro es la elaboración de astillas.

Para Claude, esa amenaza ya se está materializando plenamente, ya que los mayores volúmenes de pérdida de árboles nativos en las dos regiones catastradas por Conaf corresponden a comunas rurales donde se instalan proyectos de explotación industrial.

Los grupos ecologistas denuncian que Chile es el tercer productor mundial de "chips" o astillas mediante la destrucción sistemática de valiosas especies autóctonas, como el alerce, el roble, la araucaria, el mañío, el lingue y la lenga.

¿Cuánto bosque nativo tiene este país y a qué ritmo se está destruyendo o renovando? Este interrogante es objeto de una polémica permanente y las respuestas, en uno u otro sentido, dependen de los criterios y metodologías con que se aborda el tema.

El propio Claude fue despedido en 1996 del Banco Central, donde debía echar a andar el sistema de cuentas ambientales, cuando dio a conocer un estudio en que se advertía que los bosques autóctonos tendían a desaparecer en Chile en un lapso de 30 años.

Las estimaciones del economista causaron revuelo y fueron calificadas de alarmistas tanto en círculos del gobierno como de la Corporación de la Madera (Corma), entidad que reúne a las empresas madereras y forestales.

Corma desestimó el pronóstico de Claude con base en un catastro que Conaf realizó en todo país, según el cual la superficie forestal autóctona se incrementó entre 1985 y 1994 de 7,5 millones a 13,4 millones de hectáreas.

De acuerdo a la organización empresarial, en la cifra de 1994 se incluyen 3,8 millones de hectáreas de renovales, es decir de árboles jóvenes, producto del proceso natural de reproducción o de reforestaciones con especies nativas.

A la luz de esos datos quedarían desacreditadas las denuncias de los ambientalistas, que acusan a las empresas forestales de eliminar bosques autóctonos para plantar especies exóticas de rápido crecimiento, como el pino radiata o el eucalipto australiano.

"La comparación simple y burda de cifras (entre 1985 y 1994) es impropia, sobre todo cuando la información del catastro se ha construido con metodologías y definiciones diferentes a lo que se ha hecho en el pasado", advirtió Claude.

"El incremento que reconoce la Corma es sólo estadístico, por cuanto lo que ha ocurrido es simplemente un cambio de definición que ha permitido abultar considerablemente la cifra", añadió el economista, que actual mente dirige la Fundación Terram.

En este "crecimiento" del bosque nativo se suman, según los ecologistas, arbustos y otras formaciones que no pueden ser consideradas bosques, ya que comprenden especies vegetales inferiores a dos metros de altura.

Del mismo modo, se consideraron 800.000 hectáreas que por su baja densidad de árboles tampoco pueden ser catalogadas como forestas, señalan organizaciones como Defensores del Bosque Chileno, una red de 35 organizaciones no gubernamentales.

Según Claude, la aplicación de un concepto riguroso de bosque nativo indica que entre 1985 y 1994 la superficie de este recurso no creció sino que, al contrario, disminuyó de los 7,5 millones de hectáreas a 5,2 millones.

El último catastro en dos regiones indica, según el economista, que este proceso continúa con características alarmantes, mientras en el parlamento la Ley del Bosque Nativo duerme desde 1991, incapaz de superar las presiones de las compañías madereras. (FIN/IPS/ggr/ag/en/99

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