Los tractores arrastrando remolques cargados de gente y enseres hogareños se han vuelto una imagen habitual en el paisaje de la ex Yugoslavia, como símbolo de los refugiados en este territorio desgarrado.
Esta semana, una fatigada caravana de esos tractores casi se cruza con otro convoy sobre la autopista que une Belgrado con la ciudad meridional de Nis, la tercera en importancia del país. No llegaron a encontrarse, y será siempre un misterio qué se habrían dicho los viajeros.
La caravana, integrada por unos 40 vehículos, llevaba a refugiados serbios provenientes de Kosovo, que fueron detenidos por la policía hasta que pasara un grupo de automóviles que se dirigían a la ciudad de Aleksinac, entre cuyos ocupantes estaba el presidente yugoslavo Slobodan Milosevic.
Los refugiados formaban parte de la corriente de más de 50.000 que ya dejaron la provincia, según las últimas cifras proporcionadas por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), huyendo del Ejército de Liberación de Kosovo (UCK), que está formado por albaneses étnicos.
"Están armados y actúan como si la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) hubiera liberado a Kosovo para ellos. Ahora buscan venganza", dijo a IPS, en una autopista cerca de Belgrado, un serbio prófugo de la ciudad kosovar de Suva Reka.
La mayoría de los refugiados tiene parientes y se queda con ellos, pero otros tienen una gran necesidad de ayuda", declaró un funcionario de la Cruz Roja en Novi Sad, unos 100 kilómetros al noroeste de Belgrado.
"Al igual que en otras ciudades, ya teníamos una gran cantidad de refugiados procedentes de Croacia y Bosnia, y resulta imposible alojar a más gente", añadió.
Unos 600.000 serbios provenientes de Croacia y Bosnia, dos ex repúblicas yugoslavas, llegaron a Serbia en busca de refugio desde 1991, huyendo de la guerra.
Dennis McNamara, enviado especial del ACNUR a Albania y Yugoslavia, declaró a la prensa en Pristina, la capital de Kosovo, que sería "una terrible fórmula" que el retorno de 750.000 albaneses étnicos se acompañara del éxodo de 200.000 serbios.
Un vacío de seguridad se produjo con la retirada de las fuerzas yugoslavas y la llegada de la fuerza de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas (KFOR) durante el fin de semana, y esto permitió a los miembros del UCK "salir de las montañas y seguir a la KFOR", dijo un refugiado serbio en Belgrado.
Se informó que la KFOR desarmó a algunos grupos del UCK y que se están realizando negociaciones para persuadir a los rebeldes de que entreguen sus armas.
La KFOR aseguró a los civiles serbios que los protegería, pero no logró evitar los temores creados por informes sobre secuestros e intimidaciones, y por el espectáculo de guerrilleros de la UCK estableciendo su cuartel general en Pristina, patrullando caminos y pueblos, y estrechando la mano a oficiales de la KFOR.
La semana pasada, el patriarca ortodoxo Pavle señaló la importancia de la presencia de los serbios en Kosovo desde Pec, una población cercana a Pristina que ha sido sede de la iglesia ortodoxa durante cinco siglos.
En una alocución a 2.000 feligreses desde el balcón del monasterio de Gracanica, que data del siglo 14, el patriarca dijo que los serbios debían permanecer donde sus antepasados "sobrevivieron durante siglos, tanto en libertad como en esclavitud".
"Si todos los serbios se marchan, esta tierra santa no tendrá valor alguno", afirmó.
La provincia es considerada la cuna del estado medieval serbio, que cayó bajo la dominación turca tras una batalla en Kosovo en 1389 y recobró su independencia cinco siglos más tarde.
Muchos refugiados serbios afirman que ya no creen en nadie.
"Primero, el gobierno nos dijo que jamás entregaría a Kosovo. Ahora actúa como si nada hubiera ocurrido, mientras el ejército se marcha y el UCK vuelve con la KFOR", dijo Darinka Milicevic, proveniente de la ciudad meridional de Prizren, cerca de las fronteras con Albania y Macedonia.
"La gente ha sido detenida y asesinada, ¿cómo podemos quedarnos? ¿A quién podemos creer? El arzobispo dijo que no nos fuéramos, pero miren lo que le pasó a él", añadió.
Artemije, el arzobispo de Kosovo, había pedido a los serbios kosovares que permanecieran en la provincia y buscaran "alguna forma de sobrevivir".
"Dejar nuestros hogares y esta tierra sagrada en este momento histórico sería una irresponsabilidad, un acto imperdonable", manifestó en un mensaje enviado a medidados de este mes a numerosas iglesias de la provincia.
La semana pasada el propio Artemije fue obligado a dejar Prizren luego de que insurgentes del UCK rodearon su monasterio, y llegó a Pristina el jueves escoltado por tropas de la KFOR, junto con numerosos sacerdotes y otros 200 refugiados serbios.
El arzobispo aseguró que varios monasterios fueron quemados la semana pasada, y acusó al UCK de tomar como blanco a las iglesias de Kosovo, para vengarse de los serbios por la violencia padecida en las semanas anteriores.
Los serbios que sólo tienen acceso a información de la televisión estatal ignoran que el ejército yugoslavo y la policía se está retirando completamente de Kosovo, cumpliendo las exigencias del acuerdo de paz con la OTAN y la resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que le siguió.
La ministra yugoslava para refugiados, Bratislava Morina, declaró que "los desplazados internos (serbios kosovares) pronto volverán a sus casas, luego de que la KFOR establezca un verdadero control en materia de seguridad en la provincia".
Momcito Trajkovic, presidente del Movimiento de Resistencia Serbio en Kosovo, dijo a la prensa, sin embargo, que "muchos funcionarios ya no están en Kosovo, justo cuando son más necesitados por la gente".
El Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Serbia pidió a Milosevic que deje la presidencia.
Los líderes eclesiásticos afirmaron que resulta claro para "cualquier persona razonable que las numerosas contradicciones y problemas internos, así como el aislamiento de nuestro país en la escena internacional, no pueden ser resueltos y superados por un gobierno como éste". (FIN/IPS/tra-en/vpz/ak/ego/mp/ip/99)
