/REPETICION CORREGIDA/AMBIENTE: La flora colombiana, amenazada

Colombia no escapa al acelerado proceso de extinción de la flora mundial que, según algunos científicos, se traducirá hasta el 2015 en la pérdida de dos a ocho por ciento de las especies que se contaban en el planeta en 1990.

En este país del neotrópico americano, 555 especies vegetales de un total de unas 26.000 están en peligro de extinción, según cálculos conservadores.

Doscientas dos son especies endémicas en estado de alto riesgo, 15 ya están extintas y otras 25 están catalogadas como de riesgo inmediato, advirtió el último estudio del Instituto Von Humboldt del Ministerio del Medio Ambiente en las vísperas del Día Mundial del Medio Ambiente, que se celebra este sábado 5 de junio.

Entre las especies en peligro figuran la flor emblemática de Colombia, la orquídea Cattleya trianae, y el árbol que también simboliza el país, la palma de Cera (Ceroxylon alpinun subespecie alpinun).

Colombia concentra entre 11,2 y 11,8 por ciento de diversidad biológica mundial.

El cálculo de 26.000 especies de plantas superiores (las que cuentan con flores) se encuentra en el Inventario y Análisis de la Biodiversidad de Colombia, a cargo del investigador Orlando Rangel de la Universidad Nacional (UN).

El estudio revalúa la cifra de 35.000 que se manejaba hasta 1992 para el territorio emergente de Colombia (1.145.748 kilómetros cuadrados) y también merma los cálculos para Brasil (8.511.965 kilómetros cuadrados) al que le atribuye 40.000 y no 55.000 especies.

"Estos países tropicales tienen una diversidad muy grande por la heterogeneidad de factores ambientales. Colombia tiene altura desde el nivel del mar hasta los 5.000 metros, lo que crea muchos ambientes y climas", comentó a IPS el biólogo David Rivera.

Rivera, subdirector científico del Jardín Botánico José Celestino Mutis, de Bogotá, conduce un programa de conservación de la flora amenazada del bosque andino y del páramo, vinculado a una estrategia pedagógica para "llevar el jardín y el conocimiento a la gente".

"Otro aspecto que enriquece mucho la diversidad son las culturas indígenas que se preservan en sus ambientes naturales que son conocedores profundos y centenarios de cómo es la selva", explicó.

Rivera señaló el espectro de comunidades aborígenes que va desde las "culturas amazónicas con un conocimiento profundo de la historia y de la biota, asociado a su cosmogonía (…) a los animales, las plantas, los barbechos, las épocas de caza, de cultivo, hasta culturas de montaña".

La multiculturalidad es importante "no sólo por el conocimiento tradicional sino porque el manejo de los ecosistemas propicia la conservación de la biodiversidad a largo plazo", precisó.

Para él, "el asunto se pone crítico cuando la mayor parte de la población se concentra en uno de los puntos más frágiles que son los Andes".

Es por encima de los 2.000 metros donde empieza esa selva muy diversa y muy lluviosa, donde se asientan los principales centros urbanos: a mayor densidad de población, el impacto sobre los ecosistemas es mayor, puntualiza.

Según el mapa de ecosistemas del Instituto Von Humboldt, más de 50 por ciento de Colombia está alterado y sobre la otra mitad hay una fuerte presión por procesos de fragmentación.

La fragmentación, dijo Rivera, "es una muerte silenciosa" que lleva a que lo poco que nos queda de selva se vuelva pedacitos que empiezan a aislar las poblaciones de fauna (aves, mamíferos) que no resisten el proceso".

Es posible que algunos tipos de animales como las ratas, por ejemplo, y algunas aves, se ajusten bien a sistemas alterados. También que los conejos se propaguen en grandes áreas de pastizales.

Pero, añadió, hay casos dramáticos como el del roble, árbol fagaceo que sostenía una fauna muy grande de mamíferos en la cordillera andina: oso andino, osos, pumas, tucanes, perezosos, guacharacas y otra cantidad de fauna.

Ahora, los robles no cuentan ya con las ardillas que diseminen, por lo que el bosque se extingue y la fauna se reduce.

Cuando se acaba un bosque no se alcanza a medir cuánta vida se va con él, dijo, al tiempo que sacó de su cartapacio las actividades de divulgación científica que programa el Jardín Botánico de Bogotá en un intento de sensibilizar a la ciudadanía.

A los niños, principalmente, se destina un plan de "cazadores de semillas" en sociedad con el Departamento Administrativo del Medio Ambiente.

El programa se desarrolla en la localidad de Usme, en la zona rural de esta ciudad de seis millones de personas, enclavada a 2.600 metros de altura, en la sabana de Bogotá y bordeada de cerros y páramos en riesgo.

Una de las últimas actividades se dedicó a a las bromelias o quiches, prodigiosas plantas de las que existen más de 2.000 especies en el trópico americano y una en Africa.

En sus hojas en forma de roseta, los quiches pueden almacenar hasta seis litros de agua, lo que las convierte en elementos estratégicos del hábitat de páramo.

"Estos hábitat, generalmente en las copas y en los troncos de los árboles, constituyen el único lugar para más de 250 especies de insectos, ranas y plantas microscópicas como las algas", según los expertos que dirigieron la actividad.

Además, cuando las bromelias, que alcanzan hasta dos metros de diámetro y flores de 4 metros de altura, florecen, son fuente alimento para colibríes y grandes mamíferos como el oso andino.

O las orquídeas, que por su belleza y variedad apasionaron a científicos como Charles Darwin, también se convirtieron hace poco en motivo de encuentro de expertos y neófitos del jardín bogotano.

De estas plantas, cuya familia es la más numerosa de todo el reino vegetal, hay entre 25.000 y 35.000 especies, distribuidas desde Tierra del Fuego hasta las proximidades del Círculo Polar Artico.

En Colombia se estima que hay 3.500 especies de orquídeas, algunas amenazadas como la flor nacional Cattleya trianae o la variedad Vainilla planifolia.

Para que la gente se reencuentre con su entorno vegetal y haga algo para preservarlo es que Rivera propuso en el reciente Congreso de Botánica de la UN, revertir "la tradición pasiva y contemplativa en la conservación de la flora".

"Llegamos a finales de siglo con una tasa acelerada de desaparición de ecosistemas y especies que constituyen nuevos retos y una disposición abierta a nuevas formas de pensar el papel de los Jardines Botánicos", dijo. (FIN/IPS/mig/mj/en/99

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