Tres décadas después de las revueltas comunales que sacudieron a Malasia, los habitantes de este país del sudeste asiático parecen haber superado las barreras raciales que alguna vez los dividieron.
Si bien la nueva política económica del país, destinada a promover la influencia de la mayoritaria etnia malaya, generó desigualdad y resentimiento, la tendencia es hacia la tolerancia.
La política de Malasia estuvo dividida muchas veces según los grupos raciales, pero hasta eso parece estar cambiando.
El ataque y la destitución en septiembre de 1998 del viceprimer ministro Anwar Ibrahim, ahora encarcelado por corrupción, cambió el andamiaje de las relaciones interétnicas. El episodio dejó a muchos malasios de todos los grupos étnicos profundamente perturbados.
Esos sentimientos hicieron posible alianzas políticas entre grupos habituados a trabajar por separado, lo cual debilitó antes a la oposición contra el primer ministro Mahathir Mohamad.
La plataforma común sobre justicia y derechos humanos formada por el Partido de Acción Democrática (DAP) con mayoría étnica china y el Partido Islámico PAS -con keADILan, la agrupación formada por Wan Azizah Wan Ismail, esposa de Anwar, actuando como eslabón- abatió muchas barreras étnicas.
En efecto, algunos dicen que generó un nuevo concepto de lo que significa ser malasio. La mitad de los 22 millones de habitantes de este país son malayos, 10 por ciento son grupos indígenas, 30 por ciento de origen chino y el resto está formado por indios y otras etnias.
No obstante, el resurgimiento de la visión "malasios de Malasia" por parte del opositor DAP y la fuerte reacción contraria del gobierno puso de relieve las ideologías opuestas sobre una "identidad malasia común".
La controversia surgió en forma coincidente con las agudas críticas a un ministro por sugerir que la herencia china de Wan Aziza la incapacita para liderar a los malayos, quienes dominan su nuevo Partido de Justicia Nacional o keADILan.
Aunque esto demuestra la irritabilidad de las cuestiones étnicas, también destaca el potencial para un cambio.
Después de todo, se ha recorrido un largo camino desde las revueltas comunales de 1969 que sacudieron a Kuala Lumpur y otras áreas urbanas poco antes de elecciones generales disputadas sobre temas de gran arraigo popular como educación y lenguaje.
En los motines del 13 de mayo de 1969 hubo decenas de muertos. En los años 60, los malayos, que estaban menos favorecidos económicamente respecto de otros grupos, vieron el triunfo de los chinos malasios en los comicios de 1969 como una amenaza.
Por su parte, los políticos no malayos se mostraron indiferentes al temor de los malayos a ser marginados de la vida económica y perder su influencia política.
Las revueltas de mayo de 1969 dejaron una profunda cicatriz en la psiquis colectiva de los malasios. Todavía hoy, muy pocos quieren hablar de aquel día nefasto, porque los recuerdos son quizás muy dolorosos para las viejas generaciones, mientras aquellos menores de 35 años permanecen en la ignorancia.
La única excepción se produce durante las campañas electorales, cuando los políticos de la coalición gobernante rutinariamente agitan el espectro del 13 de mayo para apelar a la "estabilidad" y ganar votos.
No obstante, tres décadas de impresionante crecimiento económico -y la percepción por la coalición gobernante de la importancia de los votos no malayos- han dosificado ampliamente las llamas del patrioterismo y cicatrizado la mayoría de las heridas sufridas hace 30 años.
Actuamente, malayos, chinos, indios y otros grupos indígenas viven como vecinos y trabajan acodados. "Nuestro ambiente político ha cambiado" , observó la vicesecretaria general del DAP, Chong Eng. "Ya no es racista".
Los malasios de distintas razas se miran unos a otros de manera distinta en comparación con los años 70, y la sociedad es más capaz de discutir abiertamente los problemas, destacó la dirigente. De todas maneras, ese cambio no fue fácil.
Después del 13 de mayo, la Constitución fue enmendada para prohibir a cualquier partido tratar temas "delicados", como la posición "especial" de los malayos y en especial de los sultanes malayos, el estatuto del malayo como idioma oficial y del Islam como religión del Estado, y los derechos ciudadanos de los no malayos.
Esas enmiendas empalidecieron las esperanzas del DAP de una sociedad "malasia de Malasia", en la cual los malasios de todos los grupos étnicos tendrían iguales oportunidades.
En 1970, el gobierno introdujo la nueva política económica (NEP) con medidas afirmativas para los malayos. Cuotas especiales, licencias y acciones no sólo impulsaron a muchos malayos pobres hacia la clase media, sino que transformó a un grupo elitista de malayos pudientes en millonarios.
Por primera vez los términos "bumiputra" (literalmente, príncipe de la tierra para significar indígenas) y "no- bumiputra", fueron acuñados.
Esa dicotomía y las cuotas del NEP en educación y negocios provocaron un fuerte resentimiento silencioso entre los no malayos. Sin embargo, con la nacionalización de la industria, la clase capitalista chino-malasia aumentó su participación en la capitalización del mercado.
Al final del período de la NEP, el gobierno comenzó a liberalizar la educación y la cultura, aplacando los temores de los no malayos y hasta cosechando sus votos.
"En general, la sociedad se ha vuelto más abierta", señaló Chong Eng. "Y las diferencias de credo y de cultura pueden enriquecer nuestro patrimonio nacional".
El mantenimiento de un tejido multicultural a menudo es considerado una conquista del gobierno de Mahathir, cuya guía generó un auge económico que cambió muchas vidas en menos de una generación.
Otros atribuyen la armonía racial que impera aquí a la actitud malasia de "vivir y dejar vivir".
"Si bien puede haber cierto malestar por los privilegios especiales de los malayos, hoy es imposible que alguien llegue a pensar en lesionar a otro por ese motivo", dijo Jubal Lourdes, una reformadora social."Los malasios han crecido y lo aceptan".
Los intentos de forjar una identidad malasia algunas veces fueron desbaratados por los políticos, que usan temas comunales para proyectarse como líderes de sus partidos y distraer la atención de los verdaderos problemas.
Sin embargo, los cambios ocurridos durante años han integrado más que nunca a los grupos étnicos del país.
Por ejemplo, se ha modificado el apoyo que tradicionalmente los malayos brindaban al gobierno mientras la oposición era respaldada sobre todo por no malayos y musulmanes que abogan por un estado islámico.
Actualmente, ambos lados de la división política son más multiétnicos que nunca. Esto hace más difícil para los políticos especular con asuntos comunales en su propio provecho, afirman la mayoría de los activistas. (FIN/IPS/tra-en/an/js/ego/pr/99