Occidente vive un "auge de papel", o sea una prosperidad económica lograda en base a la especulación más que a la producción de bienes y servicios reales, que podría causar un colapso como el de 1929, sostiene el economista Jim Stanford.
Las inversiones se desplazan de las empresas productivas a los "casinos" de las bolsas de valores, mientras las fábricas de los países industrializados envejecen y se enlentece el ritmo de la investigación y desarrollo, señala Stanford en su libro "Paper boom" ("Auge de Papel").
El libro está escrito para un público canadiense, pero los modelos económicos utilizados son adecuados también para la situación de Australia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Hong Kong y otros lugares donde la prosperidad económica depende sobre todo del aumento del valor de las acciones.
El desempleo llegó a 10 por ciento en Canadá durante la década pasada, y sólo tuvo una leve caída desde que se terminó la recesión económica de 1990-92. Las tasas de interés se encuentran prácticamente en su punto más alto en la historia.
Este año el dólar canadiense se recuperó levemente, pero se encuentra en franca decadencia respecto del dólar de Estados Unidos desde la década del 70.
Además, la industria canadiense fue devastada por el Acuerdo de Libre Comercio entre Canadá y Estados Unidos, firmado en 1988, y el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (TLC), de 1994.
Muchas fábricas canadienses se mudaron a México o al sur de Estados Unidos. Los trabajadores de varias industrias que se quedaron fueron amenazados con el despido si exigían aumentos de salario o hacían huelgas.
Cerca de 100.000 empleos del sector público desaparecieron en los últimos cinco años en el afán de los gobiernos federal y provinciales por equilibrar sus presupuestos. Los salarios de los demás funcionarios estuvieron congelados durante casi toda esta década.
Sin embargo, los canadienses creen que viven en pleno período de prosperidad económica, apunta Stanford.
Los gobiernos son reelegidos, y los partidos conservadores de la oposición argumentan que la disminución del poder adquisitivo de la clase media se debe a que los impuestos son muy altos, así que exigen mayores recortes del sector público.
Pero Stanford se pregunta en su libro qué es lo que producen los canadienses.
Y la respuesta que encuentra es que el bienestar de Canadá, y buena parte de la prosperidad de Occidente, se construyó sobre la base de "valores de inversión" tales como acciones, fondos comunes de inversión y mercados de futuro de materias primas cuyos valores no se relacionan con la economía real.
El dinero que obtienen los mercados de valores no es destinado a nuevas industrias, maquinaria, creación de empleos o investigación. En cambio, sirve para llenar los bolsillos de los especuladores.
"En definitiva, para la sociedad, esas inversiones financieras no valen más que el papel en que están impresas", sostuvo Stanford en una entrevista.
"Sólo las inversiones reales en productos reales son útiles para la producción de bienes y servicios valiosos, cosas como maquinaria, equipos, computadoras, industrias, oficinas, centros comerciales, infraestructuras o minas, son inversiones reales y fuentes esenciales de creación de trabajo", explicó Stanford.
"La conexión entre las inversiones financieras y las inversiones reales nunca fue más indirecta e incierta que en los años 90. Mientras prosperaba la economía del papel, la verdadera economía no fue a ninguna parte", agregó.
"En realidad, el auge del papel tuvo un impacto muchas veces perverso en el crecimiento real, en la formación real de capital y en la verdadera creación de empleos", afirmó.
La gente y los políticos de Canadá se deberían preocupar cuando se dice que la economía creció 40 por ciento por persona, mientras se sabe que las inversiones reales en plantas físicas y en desarrollo sólo crecieron cuatro por ciento esta década.
Buena parte de ese crecimiento se produjo en el área de producción de materias primas, que prosperó a raíz de los bajos precios de venta ocasionados por la disminución del valor del dólar canadiense.
"Los mercados de valores no tienen nada que ver con las inversiones reales de los negocios reales. Entre 90 y 100 por ciento de la inversión real de los negocios que se hacen en Canadá se financia con su flujo interno de capital", aclara Stanford en su libro.
El "auge del papel" se produjo gracias al aumento permanente de las tasas reales de interés desde la década del 80, el consecuente enlentecimiento del crecimiento económico, y la caída constante de la rentabilidad que se experimenta en la era de la posguerra.
"En el mejor de los casos, el mundo financiero es sobre todo un espectáculo secundario de los procesos reales del mundo de acumulación de capitales, creación de empleos, y producción de cosas de valor real", señala el autor.
"Y en el peor, por supuesto, los auges y las caídas financieras pueden ser un verdadero obstáculo para el crecimiento y las inversiones reales, sobre todo en tiempos de crisis financiera e inestabilidad", advierte.
Stanford, un economista egresado de la universidad británica de Cambridge que ahora trabaja para el Centro Canadiense de Políticas de Estado Alternativas, sostiene que los gobiernos deberían trasladar su atención de la esfera financiera y centrarla en la acumulación de capitales y el crecimiento real.
También cree que son necesarios los incentivos impositivos para recompensar a los inversores en capital real y desalentar la especulación de valores.
"Hay una brecha entre las palabras y los hechos que se manifiesta tanto en la derecha como en la izquierda cuando se trata de las inversiones reales", apunta Stanford.
"Los políticos conservadores insisten en la necesidad de mejorar el clima de inversiones, pero la mayoría de sus políticas se refieren a la redistribución de la torta económica y no a aumentarla, pero la promoción de las inversiones reales no parece estar entre sus prioridades, aunque parezca extraño", señala.
"Un ejemplo podría ser la reducción impositiva, que se centró casi exlusivamente en la disminución de los impuestos al ingreso personal, cuando todos los economistas concuerdan en que la única posibilidad de crear nuevos puestos de trabajo es reducir los impuestos de reinversión de las empresas", afirma. (FIN/IPS/tra-en/mb/mk/ceb/aq/if/99