SUDAFRICA: Cultivos transgénicos en la mira de ambientalistas

Las primeras cosechas genéticamente modificadas con fines comerciales están listas para ser recolectadas en Sudáfrica, pese a que el país carece de un régimen adecuado de bioseguridad, advirtió un grupo de vigilancia ambiental.

"Esa nueva tecnología ha sido difundida demasiado rápidamente en Sudáfrica, sin garantías suficientes, normas o debates públicos", observó Miriam Mayet, abogada que trabaja con la organización no gubernamental ambientalista Biowatch.

"Nuestra legislación no es adecuada para abordar el impacto sobre la cadena alimentaria, además de los riesgos de la polución genética (a través de la polinización cruzada entre cultivos transgénicos y convencionales)", agregó.

"Necesitamos primero un régimen severo de seguridad para todos los organismos genéticamente modificados (GMO), y control sobre los campos para observar el impacto a largo plazo sobre el ambiente. También más discusiones…, y tiempo", apuntó.

En 1996 y 1997, un cultivo de algodón y dos variedades de maíz fueron las dos primeras cosechas genéticamente modificadas aprobados por el ente regulador oficial, la Comisión Sudafricana de Ingeniería Geéetica (Sagene). Las cosechas obtuvieron el permiso de produccióin comercial.

Sagene también ha aprobado pruebas sobre el terreno, que están en marcha, para fresas y patatas mediante el uso de tecnología desarrollada localmente.

Otras pruebas sobre eucaliptus, manzanas y soja emplearán tecnología importada de Estados Unidos, dijo Muffy Koch, un ex funcionario de Sagene.

La multinacional biotecnológica Monsanto -una de los principales en materia de manipulación genetica tanto nacional como internacionalmente- desarrolló una de las variedades de maíz aprobada en Sudáfrica, y una compañía menor, Pioneer, fue quien elaboró la otra.

"La preocupación de Biowatch acerca de las cosechas transgénicas refiere a la toxina producida a través del ciclo vital de la planta, y su impacto en el ambiente", dijo Mayet.

Angus Durran, vocero de un grupo local de consumidores, la Coalición de Alimentos Seguros, también manifestó inquietud por las consecuencias sobre la salud humana que pueden presentar los alimentos genéticamente modificados.

"Los tipos de genes y proteínas introducidos en las cosechas de alimentos tratadas con alta tecnología podrían tener efectos colaterales peligrosos, como una nuez de Brasil que induce a la alergia, que fue transferida a granos de soja mediante aplicación de genes", señaló.

También preocupa que bacterias en el intestino humano puedan hacerse resistentes a los antibióticos por determinados genes presentes en ciertas plantas.

Durran mencionó estudios realizados en Gran Bretaña con ratas alimentadas con un hongo manufacturado genéticamente, que produjo efectos adversos en los órganos de los roedores, incluidos daños cerebrales.

A raíz de la masiva oposición pública a los alimentos transgénicos, el gobierno británico presionó en febrero a las compañías biotecnológicas de alimentos para suspendieran por tres años las pruebas sobre el terreno.

"La gente está preocupada y quiere saber si esos alimentos son seguros. La actitud que prevalece en la industria alimentaria es que la comida que producen es sana hasta que se pruebe lo contrario", objetó Durran.

En Sudáfrica, la Ley de Organismos Genéticamente Modificados de 1998 entra en vigor este mes y condicirá a la creacíon de instirtuciones de control de mayor poder, como un panel que reemplazará a Sagene.

Mientras algunas de las normas que rigen sus operaciones todavia se están redactando y, por lo tanto, no pueden comentarse, hay numerosos aspectos sobre bioseguridad que la ley no cubre o se los aborda en términos poco precisos, indicó Mayet.

Además, no existe una política gubernamental claramente articulada sobre cosechas transgénicas.

"La legislación debió estipular mecanismos que tendrían que haber estado vigentes antes que las cosechas maduraran. Las instituciones reguladoras y los mecanismos de supervisión deberían a su vez estar funcionando porque es necesario saber cuáles serán los efectos y sus impactos socioeconómicos", dijo Mayet.

A pesar de las reservas de los ambientalistas y los grupos de vigilancia, John Hoffman, el titular de Sagene, está satisfecho con el régimen regulador de bioseguridad, y dijo que en el plazo de cuatro años Sudáfrica producirá fuertes cosechas de cultivos transgénicos.

"Sagene está particularmente preocupada con la contaminación por polinización cruzada y no autorizará nada que potencialmente pueda provocarla", aseguró Hoffman.

Afirmó que no hay peligro de que eso ocurra con las variedades modificadas de algodón y maíz que crecen en Sudáfrica porque tanto una como otra no se cruzan con las convencionales.

Biowatch advirtió no obstante que una administración riesgosa de cultivos transgénicos es casi imposible de controlar, especialmente en el proceso de pasar de una cosecha modificada a una común en la misma área, porque los residuos de semillas transgénicas pueden seguir existiendo por 10 años.

"Este es otro tema importante que debería ser conocido con anticipación", sostuvo Mayet.

Hoffman admitió que la inspección de las pruebas sobre el terreno, realizadas por el departamento de agricultura, no eran tan estrictas como las que se llevan a cabo en los países desarrollados, donde hay mas recursos.

Otro aspecto precupante acerca de los cultivos genéticos es que los insectos desarrollaron resistencias en los últimos años.

Wally Green, vocero de Monsanto, dijo que su compañía ha desarrollado en Estados Unidos un área de control en la que las plantaciones genéticamente modificadas son cultivadas junto a otras que no lo son.

"Lo principal es prevenir la formación de resistencias. Vamos a vigilar ese sistema y disponer de otros planes que mejorarán lo que hicimos hasta ahora", aseguró Green sin dar más detalles.

Sostuvo que los cultivos transgénicos representan la solución para el problema alimentario de Africa, porque garantizan mayores y calificadas cosechas con menor empleo de sustancias químicas.

"Esta tecnología puede comenzar a ser desarrollada en Sudáfrica. El valor que posee para el pequeño campesino es fenomenal y la agricultura africana está basada en su mayor parte en ellos", destacó.

Los ambientalistas temen que que esa nueva tecnología provoque una mayor dependencia de los granjeros respecto de las multinacionales, especialmente si un nuevo tipo de semilla es desarrollado y sólo puede germinar si cuenta con la aprobación del gobierno. (FIN/IPS/tra-en/gf/gm/mn/ego-dg/if-dv-en/99)

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