La creciente participación política de la mujer es un factor de avance hacia la equidad de género en Perú, pero la crisis socioeconómica obstaculiza el proceso para alcanzar un nivel de real paridad con los hombres.
"La mujer avanza en Perú, mediante dispositivos como la Ley de Cuotas en las listas electorales, aumenta su presencia en el mercado laboral, inclusive en los puestos más calificados, y tiene mayor acceso a la educación que hace 10 años", afirma la abogada Ana María Yañez, destacada dirigente feminista.
En las elecciones municipales del 11 de octubre pasado, se puso en práctica por primera vez la Ley de Cuotas, y en las 1.904 municipalidades del país fueron elegidas 2.313 mujeres que tendrán poder real en sus respectivas comunidades, como alcaldesas o regidoras en los próximos cuatro años.
"Pero la Ley de Cuotas tendrá su prueba de fuego en las elecciones presidenciales y parlamentarias del año 2000, en el que debemos superar el poco más de 10 por ciento de escaños ocupados por mujeres que actualmente existe en el Congreso", dice Yañez, dirigente del movimiento feminista Manuela Ramos.
"La brecha entre hombres y mujeres es aún grande y para revertirla hay que identificar todos los factores que la originan y la condicionan", añade.
Carola de Luque, experta de la oficina que desarrolla el Plan Nacional de Población 1998-2002, expresa que uno de los objetivos del programa en el que trabaja es lograr la equidad social en el país, mediante la disminución de las desigualdades socioeconómicas, de género y la brecha urbano-rural.
"En años pasados, el tema de la población estuvo restringido a la planificación familiar, ahora se identifican cinco áreas: pobreza, equidad de género, salud sexual y reproductiva, situación de los adolescentes y ambiente y desarrollo, que están muy ligadas entre sí y deben ser encarados en conjunto", señala.
La socióloga Imelda Vega dice que "es cierto que la brecha real entre las posibilidades de hombres y mujeres tiende a reducirse, pero el avance femenino podría ser más amplio y más rápido si la crisis económica y la pobreza no lo obstaculizaran".
La experta comenta que en una sociedad en vías de desarrollo, donde el 50 por ciento de la población en edad laboral está desempleada o subempleada, no hay condiciones para que los sectores marginados mejoren su situación.
"Como todavía la cultura peruana sigue siendo fuertemente machista, las mujeres son las primeras en ser despedidas cuando las empresas inician programas de reajuste, y las primeras en dejar las escuelas por decisión de los padres cuando el presupuesto familiar no alcanza", concluye Vega.
Según el informe del movimiento feminista Manuela Ramos "El Poder de las mujeres… el reto del 2000", el analfabetismo continúa siendo un problema que afecta mayormente a las mujeres, principalmente a las que habitan en las áreas rurales.
El movimiento feminista reclama un incremento en la inversión estatal en educación y capacitación formal y no formal de las niñas y las mujeres, especialmente en el sector rural y en el urbano marginal.
En 1998, la tasa de analfabetismo entre mujeres fue de 15,3 por ciento, más del triple de la masculina, en tanto que los años promedio de estudio escolar de la población mayor de 15 años fue de 7,7 para las mujeres y de 8,3 para los hombres.
De cada 10 personas que acceden a la educación superior, sólo cuatro son mujeres.
Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática, entre 1993 y 1997 la proporción de mujeres con algún año de educación superior creció en menos de uno por ciento.
"Junto a los estereotipos culturales que relegan a la mujer y la subordinan a la autoridad del varón, las barreras económicas obligan al trabajo femenino desde edades muy tempranas, lo que impide que la mujer pueda destinar el tiempo y los recursos adecuados a su educación", dice un estudio sobre la situación de los derechos civiles en Perú de la Comisión Andina de Juristas.
"La desventaja educativa, aunada a los prejuicios machistas, explican por qué el desempleo abierto de las mujeres alcanza al 11 por ciento, en tanto que en los hombres es de 6,7 por ciento», expresa Vega.
La socióloga sostiene que las mujeres ingresan a ramas de baja productividad o trabajan en el sector informal, como vendedoras ambulantes o empleadas de servicio doméstico.
Según la encuesta nacional de hogares realizada en 1995, las tres ocupaciones que dan empleo a más de la mitad de la población económicamente activa femenina son el comercio minorista, el comercio callejero y el servicio doméstico, que en conjunto ocupan al 51,8 por ciento de las mujeres que no buscan trabajo.
La misma encuesta revela que entre los asalariados, tanto en el sector formal de la economía como en el informal, el 70,9 por ciento son hombres y el 29,1 por ciento mujeres. (FIN/IPS/al/ag/hd/99