Un alerta sindical de que el grupo estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) prepara el despido de 7.000 trabajadores, 14 por ciento de la nómina, mostró que los malos tiempos para el negocio petrolero global ya tocan directamente, con el desempleo, la "bomba social" venezolana.
Hasta ahora, la caída de los precios del petróleo había representado para Venezuela agujeros en indicadores distantes para el ciudadano común, como el equilibrio fiscal, la balanza de pagos o las cifras de producto bruto, pero ya llegó hasta la "economía real", con cierre de pozos y despidos.
Carlos Ortega, presidente de la Federación de Trabajadores Petroleros, dijo que PDVSA se apresta a reducir la nómina después de disponer el cierre o la reducción de actividades con empresas contratistas, lo que ya significó el despido de varios miles de trabajadores.
Roberto Mandini, presidente de PDVSA, negó la versión sindical y aseguró que en cambio continuarán recortes en otras líneas de gastos, comenzando con beneficios no-salariales de ejecutivos y gerentes, para "seguir en cascada. Pero la base de nuestro recorte no es rodar cabezas", aseveró.
Otro sindicalista petrolero, Bladimiro Blanco, dijo tras una reunión con el ministro de Energía, Alí Rodríguez, que "Venezuela defenderá en la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) que ya no puede hacer más recortes de producción para tratar de apuntalar los precios".
Desde otro flanco, Mike Ivy, presidente en Venezuela del consorcio angloestadounidense BP Amoco, informó que pedirá a PDVSA una revisión de los contratos de asociación para la explotación de varios campos, que debían extraer 100.000 barriles diarios de crudo y apenas producen 14.000.
"La mayoría de los acuerdos de explotación fueron firmados cuando el petróleo estaba a entre 18 y 20 dólares el barril (1997), pero con el Brent (crudo ligero del Mar del Norte) a 11 dólares, realmente necesitamos discutir con PDVSA", dijo Ivy.
PDVSA, que cortaba gastos reduciendo las tareas de empresas contratistas, decidió finalmente llevar los recortes al seno mismo de la corporación, como hicieron a lo largo de 1998, y sobre todo en el último cuatrimestre, las grandes compañías estadounidenses y europeas.
Esas grandes trasnacionales vieron disminuir sus ingresos el último cuatrimestre de 1998 en 45 por ciento, "convirtiendo al sector energía en el de peor desempeño en Norteamérica", según un reporte de la firma de consultoría First Call hecho para el periódico británico Financial Times.
Como incógnita, abierta con la formulación de Ivy, queda saber si se sostendrán las esperadas inversiones en el sector petrolero y petroquímico de Venezuela, que se estimaba alcanzarían 11.000 millones de dólares en 1999.
El desestímulo para producir, entre PDVSA y sus socios, apenas puede ser amainado por anuncios como la negativa venezolana a someterse a nuevas reducciones de producción, después de ser durante tres años (1996-1998) un país que extrajo mucho crudo por encima de su cuota en la OPEP.
Actualmente Venezuela extrae cerca de 2,9 millones de barriles diarios, tras una reducción de medio millón de barriles por jornada que siguió a dos acuerdos con Arabia Saudita y México, para quitar entre dos y tres millones de barriles por día a la oferta mundial.
Sin embargo, esos acuerdos no pudieron evitar la baja rampante de los precios, desde los niveles alrededor de 20 dólares el barril, hace dos años, hasta los actuales vecinos de los 10 dólares. Como el "coctel" petrolero venezolano es más denso, apenas supera los ocho dólares el barril.
Los 11 países de la OPEP perdieron unos 80.000 millones de dólares en 1998, en comparación con los casi 200.000 millones que obtuvieron el año anterior, y Venezuela encara por segundo año consecutivo un faltante de 7.000 millones de dólares con respecto a los niveles de ingreso de 1997.
Frente a esa cifra existe un déficit en el presupuesto estatal para este año de al menos 9.000 millones de dólares, lo que obligó al gobierno a multiplicar los recortes de gastos y mantiene semi- paralizado el aparato de la administración pública.
El Estado, que ocupa 1,3 millones de personas, una de cada cuatro con empleo formal en Venezuela, aparece así como un gigante cruzado de brazos para invertir en infraestructura, promover la actividad privada o generar empleo directamente, agravando el difícil panorama social.
Cuatro de cada cinco venezolanos vive en algún grado de pobreza, el desempleo abierto es de 14 por ciento (oficial) o 17 por ciento (sindicatos), la mitad de la población activa labora en el sector informal de la economía, y los servicios públicos asistenciales están colapsados.
En la industria se perdieron el último año más de 60.000 empleos, según el Consejo de Industriales, y en los distintos sectores han sido despedidas más de 50.000 personas en lo que va de 1999, dijo Federico Ramírez, presidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela, principal central obrera.
El incremento del desempleo va en dirección contraria a la propuesta de corto plazo del presidente Hugo Chávez, quien dice intentar "desactivar la bomba social, de la que oigo el tic-tac, para evitar que me estalle en las manos", en alusión a la conflictividad larvada en la población.
Casi emblemática es la llegada del desempleo a las puertas del área petrolera, porque los trabajadores de esa industria fueron durante décadas los beneficiados con salarios más altos y empleos más estables, entre otras razones por tratarse de un sector de altísima rentabilidad.
Si Venezuela podía producir un barril a tres o cuatro dólares, y venderlo por arriba de los 14, la utilidad era más que jugosa. Si ahora extraer un barril de crudo pesado le puede costar siete dólares, y apenas consigue venderlo en ocho o menos, cerrar el pozo resulta lo aconsejable.
Superar la contingencia, dijo el ex alto ejecutivo de la industria petrolera Alberto Quirós, depende de que se superen las causas "ubicables en una depresión del mercado mundial de la energía que ha seguido a crisis como la de Asia (1997) y que demorará en resolverse".
Mientras, no sólo los trabajadores del sector, sino todos los venezolanos sienten el impacto de esa depresión, en un país en que el petróleo sigue aportando más de 40 por ciento de los ingresos del presupuesto y de 80 por ciento de las divisas. (FIN/IPS/jz/eg/if la 99