Una guerra amenaza con desatarse en el sur del océano Atlántico entre flotas fresqueras y congeladoras por la captura de merluza, especie a punto de extinguirse debido a la pesca en exceso y a la falta de control de las autoridades de Argentina.
El acuerdo de 1994 entre Argentina y la Unión Europea, denunciado por Buenos Aires en 1998 y actualmente en revisión, lejos de contribuir a preservar el caladero incrementó la depredación, y actualmente la merluza "hubssi" está al borde de la extinción.
La captura de esta especie, que representa 60 por ciento de la pesca en el sur del océano Atlántico, aumentó 400 por ciento en los últimos 10 años y los topes máximos establecidos fueron superados constantemente, al punto que entre 1986 y 1998 el recurso disminuyó 43 por ciento.
El Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero argentino (Inidep) señaló en 1998, en relación a la merluza, que "el efectivo está sobreexplotado y con indicadores biológicos que muestran que el estado es grave y alta la probabilidad de colapso".
El Inidep fija cada año las capturas permitidas de acuerdo a la existencia de una biomasa crítica, necesaria para que la especie se reproduzca. Ese mínimo, que debería ser de 30 por ciento del total, ya bajó a 19 por ciento en el caso de la merluza hubssi.
Ernesto Godelman, de la Organización no Gubernamental CeDePesca, dijo a IPS que la principal responsable de la situación es la flota congeladora que quintuplicó su capacidad de captura en la última década, produciendo además enormes cantidades de descarte.
De casi 400.000 toneladas permitidas por Inidep en 1993 se bajó a 280.000 en 1998, pero siempre las capturas superan, e incluso, duplican lo permitido. En 1998 se pescaron más de 450.000 toneladas, sin contar el descarte de peces pequeños que son arrojados muertos al mar.
Básicamente existen dos tipos de embarcaciones que capturan merluza.
Los fresqueros que transportan el producto en cajones con hielo, son en su mayoría barcos de pescadores nativos, hijos de inmigrantes, que una vez que llenan las bodegas llegan a puerto para vender el pescado entero.
Las flotas congeladoras, en cambio, son buques factoría con capacidad para filetear pescados y congelarlos en ultramar para su colocación en el mercado internacional. Los propietarios de esas flotas son extranjeros legales o industriales nativos que se asociaron para usufructuar los cupos.
El 90 por ciento de la producción de las congeladoras se exporta y el personal a bordo de los buques en su mayoría es nativo del país al que pertenece la compañía. Los capitanes argentinos de esos barcos denuncian continuamente que deben subordinarse a las decisiones del personal.
Muchos de estos buques congeladores llegaron al Atlántico sur al amparo del acuerdo entre Argentina y la UE, una iniciativa que surgió ante la necesidad de compensar el agotamiento de caladeros europeos, reduciendo en 40 por ciento la flota del continente a fin de descomprimir los mares del norte.
Pero con el retiro de los barcos de Europa aumentó el exceso de pesca en Argentina. De las 250 millones de dólares de pescado que se exportaban en 1987 se pasó a 1.200 millones en 1997.
Jorge Tapper, presidente de la cámara que nuclea a los congeladores (CAPECA), reconoció a IPS que el recurso pesquero está a punto de extinguirse, pero justificó el reemplazo de buques fresqueros por congeladores por considerar que los primeros son "obsoletos".
"El efecto del acuerdo con la UE fue neutro, porque desde el punto de vista de la pesca se reemplazó a buques obsoletos por otros más modernos. Pero los dos depredan por igual porque pescan al arrastre, y el problema es que las autoridades no controlan", acusó Taper.
Los fresqueros "están en guerra para que los congeladores desaparezcan, pero habría que ver si ellos se animan a salir a pescar lejos de las costas, cerca de las islas Malvinas", desafió Taper, quien criticó con dureza al senador Osvaldo Sala por "ampararlos".
Sala había recomendado priorizar a buques artesanales, costeros y fresqueros para asignar cupos, que son los que alimentan a miles de plantas procesadoras en tierra y enviar a los congeladores a pescar otras especies, más de 200 millas al este de la costa argentina.
Por su parte, uno de los pescadores fresquero, Pino Ritorno, sostuvo que la flota congeladora "secó el mar".
Ritorno, hijo de inmigrantes italianos del mismo oficio, recordó que 10 años atrás se necesitaban sólo 48 horas para llenar una bodega, mientras que en la actualidad hay que quedarse en el mar al menos 11 días.
El problema de la falta de control de las autoridades fue señalado por todas las partes involucradas en el debate.
La Secretaría de Agricultura, Pesca y Ganadería decidió en 1998 denunciar el acuerdo con la UE para no prorrogarlo automáticamente en mayo de este año.
El secretario de Agricultura, Gumersindo Alonso, sostuvo que el gobierno se vió en la necesidad de rediscutir el convenio porque "el caladero no es lo que era cinco años atrás". Una de las nuevas medidas en discusión es impedir las sociedades mixtas, que dieron lugar a numerosos ilícitos.
Un estudio realizado por la Subsecretaría de Pesca, cuando estaba a su frente el propietario de una empresa congeladora, descubrió que las transferencias de cupos se habían hecho en forma casi totalmente irregular.
Los barcos cedentes de cupos tenían menos capacidad de captura que los que recibían el permiso. También hubo cupos cedidos por barcos que estaban inactivos y otros otorgados para especies que no eran merluza pero que luego se utilizaron para ese recurso.
El actual subsecretario de Pesca, Eduardo Auguste, es también presidente de la empresa de buques congeladores Pescasur y fue uno de los favorecidos con un cupo de casi 7.000 toneladas para un buque que había sido retirado tiempo atrás del caladero.
Godelman explicó que el argumento de que el acuerdo con la UE sirvió para reemplazar flota obsoleta por otra moderna con igual capacidad de captura es un "autoengaño".
"¿Cómo creer que se cumpliría con cupos de 2.500 toneladas anuales cedidos a buques con capacidad para cargar 12.000 toneladas de pescado?", se preguntó.
Para Godelman, con quien coincide también Emiliano Ezcurra, de Greenpeace, la defensa de los fresqueros es clave además desde el punto de vista socioeconómico, y no sólo ambiental.
Mar del Plata, la ciudad sede de CeDePesca, es el puerto más importante de Argentina. Situado a 400 kilómetros al sur de Buenos Aires, alberga a unas 50.000 pescadores y trabajadores en plantas de procesamiento, que dan trabajo a otros miles.
El Inidep debería determinar a principios de abril cuál es el nuevo límite de capturas permitidas para este año. CeDesPesca adelantó que el tope estaría cerca de las 200.000 toneladas, lo que ya implica reducir la capacidad de la flota fresquera en dos tercios.
La Subsecretaría de Pesca elaboró un plan por el cual desde principios de este año todos tienen que pescar 50 por ciento menos de lo capturado en 1998, pero a la hora de distribuir cuotas benefició a los congeladores con la mayoría de las capturas.
El enfrentamiento se agudizó en los últimos meses a raíz de la cercanía del límite del recurso.
Pero tal como señala CeDePesca, en caso de un agotamiento del caladero del Atlántico sur, los buques con mayor capacidad se alejarán de las costas, mientras que los pescadores artesanales y fresqueros se quedarán sin un recurso vital. (FIN/IPS/mv/dm/en if/99