KOSOVO: A la ONU le pesa el poder de EEUU y Gran Bretaña

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) no reaccionó frente a los ataques de la OTAN contra Yugoslavia, lo que confirma el poder que tienen Estados Unidos y Gran Bretaña para influir en la política internacional.

El ataque de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), que pretende castigar a las fuerzas militares yugoslavas por su represión contra la provincia separatista de Kosovo, demuestra la fuerte influencia que ejercen Washington y Londres para decidir acciones bélicas con o sin autorización de la ONU.

Los dos países fueron los más firmes propulsores del ataque de la OTAN y ambos defendieron la medida la noche del miércoles en una sesión de emergencia del Consejo de Seguridad, aunque el organismo nunca autorizó la ofensiva bélica en forma expresa.

"La acción que se está aplicando es legal. Es justificada como una medida excepcional para impedir una abrumadora catástrofe humanitaria. En las circunstancias actuales en Kosovo, hay pruebas convincentes de que esa catástrofe es inminente", declaró ante el Consejo el embajador británico Jeremy Greenstock.

Pero incluso una catástrofe "inminente", como los 250.000 kosovares de ascendencia albanesa que fueron expulsados de sus viviendas por las fuerzas serbias, no autoriza automáticamente la reacción de la OTAN, según la carta de la ONU.

El secretario general de la ONU, Kofi Annan, argumentó luego de que los bombardeos comenzaron la noche del miércoles que es a los 15 países del Consejo de Seguridad a quienes corresponde el papel primordial para decidir sobre las amenazas a la paz y la seguridad internacionales.

Pero menos de 24 horas después, Annan reconoció que por el momento "está al mando" el Grupo de Contacto de Kosovo, que comprende a Alemania, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Rusia, que discrepa con los bombardeos.

"No tengo intención de involucrarme en lo inmediato", dijo Annan.

La labor del Grupo de Contacto en las últimas semanas ha sido dominada por la canciller estadounidense Madeleine Albright y, en menor grado, por su par británico Robin Cook. La oposición dentro del grupo a los bombardeos no autorizados de la OTAN sólo se limita a protestar.

El embajador ruso ante la ONU, Sergey Lavrov, denunció el "uso unilateral de la fuerza". "Estamos hablando de socavar la carta de la ONU y otras normas del derecho internacional, de un intento de establecer de hecho en el mundo el predominio de la fuerza y la imposición unilateral", declaró.

La operación de Kosovo no es el único caso en que Estados Unidos y Gran Bretaña aseguraron tener la autorización para decidir ataques militares, sin la autoridad necesaria del Consejo de Seguridad, como lo exige el capítulo siete de la Carta de la ONU.

En diciembre, los dos gobiernos lanzaron cuatro días de bombardeos aéreos contra Iraq, debido a la disputa entre el gobierno iraquí y la Comisión Especial de la ONU (Unscom) encargada de verificar la eliminación de las armas de destrucción masiva de Iraq.

El ataque resultó en la expulsión de la Unscom y fue seguido por bombardeos prácticamente diarios de Estados Unidos y Gran Bretaña contra instalaciones antiaéreas iraquíes.

Londres y Washington justificaron los ataques por la necesidad de proteger las "zonas de exclusión aérea" fijadas por Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña en el sur y el norte de Iraq, aunque estas tampoco fueron autorizadas expresamente por la ONU.

En privado, diplomáticos de la ONU consideran los ataques contra Iraq como una guerra no declarada. "El Consejo de Seguridad aún no pudo pronunciarse sobre las zonas de exclusión aérea, aunque la mayoría no las apoya", dijo a IPS un diplomático asiático.

Malasia intentó discutir la legalidad de las zonas de exclusión aérea en el Consejo, pero el intento fue anulado con facilidad por las dos potencias y sus aliados.

Parte de la razón detrás del dominio entre Estados Unidos y Gran Bretaña es vieja. Ambos países tienen poder de veto en el Consejo de Seguridad y, con el dominio que Washington ejerce sobre la mayor parte de los asuntos económicos y militares del mundo, pueden aliarse para bloquear la acción del organismo.

Pero un factor nuevo entró en escena desde que en 1997 el Partido Laborista de Tony Blair asumió el gobierno de Gran Bretaña. Ambos gobiernos ahora tienen una relación muy cercana, poco habitual, incluso en comparación con las relaciones previas con Estados Unidos.

En consecuencia, Washington puede utilizar su alianza con Londres para tomar la iniciativa ante la Unión Europea (UE) y la ONU.

Las razones de esa cooperación son en gran medida políticas y personales. El presidente estadounidense Bill Clinton y el primer ministro Blair son amigos que comparten la creencia en la política de la "tercera vía", que reúne características neoliberales y conservadoras con otras socialdemócratas.

Ambos también compartieron algunos asesores de campaña, como los consultores políticos estadounidenses James Carville y Stanley Greenberg.

Pero en la política con la ONU, esa buena relación tiene un beneficio agregado. Gran Bretaña puede dar una apariencia europea a los intereses estadounidenses, y Washington puede apoyar las políticas británicas que, de otra manera, podrían quedar marginadas en la política europea.

Un ejemplo es la creación en 1998 del Tribunal Penal Internacional (TPI) durante una conferencia realizada en Roma entre junio y julio.

Washington, a instancias del Pentágono (ministerio de Defensa), quería impedir que el tribunal pudiera juzgar a sospechosos, incluso militares, por crímenes de guerra sin antes acudir al Consejo de Seguridad, y por tanto someterse al veto estadounidense.

La UE y otros defendían que el TPI tuviera un fiscal independientes que actuara sin la autorización del Consejo de Seguridad.

Organizaciones de derechos humanos señalaron que Gran Bretaña dividió la alianza europea en varias ocasiones al ofrecer acuerdos de transacción que, aseguraron, limitaron la capacidad del fiscal para proponer casos por su cuenta.

"Los británicos pretendían proponer acuerdos que en realidad siempre expresaban lo que Washington quería", dijo un abogado de derechos humanos que trabajó con una delegación europea en las negociaciones de Roma.

Algunos diplomáticos sostienen que Estados Unidos y Gran Bretaña también se aliaron para proponer un candidato alternativo al que eligió la UE para sustituir al Administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), James Gustave Speth.

El estadounidense Speth tiene previsto abandonar el PNUD este año, y la UE había nominado a un funcionario danés, Poul Nielson, para sustituirlo.

Pero últimamente se comenta en los círculos diplomáticos que Estados Unidos y Gran Bretaña apoyan la candidatura del vicepresidente de Relaciones Exteriores del Banco Mundial, Mark Malloch Brown.

Los observadores creen que la candidatura de Brown contaría con el apoyo de Annan, lo que prácticamente anularía la opción oficial de la UE.

Muchos de estos hechos siguen una regla sencilla. Si Estados Unidos realmente presiona, siempre obtiene lo que quiere.

En este sentido, el silencio de la ONU sobre el caso de Kosovo refleja "el poder abrumador de la única superpotencia", reflexionó el embajador yugoslavo Vladislav Jovanovic.

Pero en algunos casos, ese poder abrumador incluye a dos potencias que, en tándem, dominan cada vez más los asuntos de la ONU. (FIN/IPS/tra-en/fah/mk/aq/ip/99

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