Por suerte llueve generosamente en el estado amazónico de Roraima, en el extremo norte de Brasil, una consecuencia del fenómeno de La Niña que debe impedir que se repitan ahora los devastadores incendios ocurridos hace un año.
Esa evaluación optimista de Reinaldo Imbrozio Barbosa, experto del Instituto Nacional de Investigaciones del Amazonia (INPA), se basa en lluvias que vienen cayendo cada semana y manteniendo la humedad del aire local entre 70 y 80 por ciento.
Ese nivel de humedad es indispensable para evitar incendios incontrolables, una amenaza que aumentó este año por la gran cantidad de vegetación muerta y altamente inflamable dejado por el desastre de febrero y marzo del año pasado.
El primer trimestre es el período usualmente más seco en Roraima, en el que los agricultores hacen las "quemadas", el uso del fuego para preparar la tierra para la siembra.
Si la humedad del aire baja a menos de 70 por ciento y se interrumpen las lluvias por más de 15 días, las "quemadas" podrían extenderse de manera incontenible por el combustible diseminado en el suelo en la forma de madera semiquemada.
Pero es poco probable, porque está lloviendo en cantidad inusual para esta época, sostuvo Barbosa. La Niña, un fenómeno opuesto a El Niño, está provocando fuertes lluvias también en Sao Paulo, además de haber retardado el calor usual del verano en el centro-sur de Brasil.
El riesgo de repetición de incendios, que destruyeron cerca de 13.000 kilómetros cuadrados de bosques en 1998, es advertido desde principios de febrero por el Instituto de Investigación Ambiental del Amazonia (IPAM), una organización no gubernamental con sede en Belém, capital de Pará, otro estado amazónico.
Dos semanas sin lluvia pueden ser fatales, según la bióloga Adriana Moreira, presidenta del IPAM, que cuenta con 18 investigadores dedicados a la ecología básica de los bosques amazónicos y coopera con la Universidad Federal de Pará.
Además de constituir material inflamable, los árboles muertos y sin copa ya no ofrecen la sombra protectora para la vegetación que está rebrotando y puede, por eso, secarse rápidamente si no llueve, advirtió la experta.
La amenaza es permanente, porque la población no abandona la práctica de las "quemadas", pese a la destrucción pasada. Las autoridades ambientales registraron más de 20 focos de fuego en febrero, según Moreira.
Roraima es un estado poco poblado, en la frontera con Venezuela y Guyana. Gran parte de su territorio está reservado a grupos indígenas, como el yanomami, que vive en territorios brasileño y venezolano.
Aunque amazónico, el estado posee amplia área de sabanas, donde se concentra la agricultura y donde comenzaron los incendios del año pasado, que se extendieron a los bosques, incluso en territorio yanomami.
La prolongada sequía, atribuda al fenómeno de El Niño, que calienta las aguas del Pacífico, creó las condiciones favorables para la catástrofe, que provocó protestas mundiales y volvió a colocar a Brasil en el banquillo de los acusados ambientales.
Los bomberos, movilizados de todo el país, de Argentina y de Venezuela, fueron impotentes para contener las llamas, sólo apagadas por las lluvias de abril.
La destrucción de bosques primarios alcanzó 13.100 kilómetros cuadrados, equivalente a dos tercios del territorio de un país como El Salvador, según cálculos de Imbrozio Barbosa, quien monitorea los daños por observación directa desde avionetas.
El Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), que lo hace por imágenes de satélites, estimó el área destruida en 11.700 kilómetros cuadrados. El mes próximo se buscará consenso entre las mediciones de las dos instituciones gubernamentales.
Moreira destacó que los bosques quemados no se incluyen en el área amazónica deforestada el año pasado, que alcanzó 16.838 kilómetros cuadrados, según datos del INPE, es decir, en realidad casi el doble de la admitida oficialmente, que aún así representó un aumento de 27 por ciento en relación a 1997.
Los datos oficiales indican que la Amazonia perdió, en los últimos 20 años, 532.000 kilómetros cuadrados de bosques, una extensión equivalente al territorio de Francia.
Esa extensión se duplica si se suman las áreas de "bosques alterados por la acción humana, que los hizo vulnerables a incendios" y otras formas de destrucción, observó la ambientalista. (FIN/IPS/mo/ag/en/99